Pilar Meana
Señala que la hostelería tiene que ser vocacional y que la juventud no demuestra interés por un sector que, en su opinión, arrastra una inmerecida mala fama
Pilar Meana Pérez (Avilés, 1969) lleva doce años al frente de La Cantina de Villalegre y cada año es más frenético que el anterior. En ... unos pocos se ha convertido en uno de los nombres propios de la restauración avilesina gracias a unas ganas, una entrega y una pasión impasibles ante el cansancio. Como si tuviera el don de la ubicuidad, participa en todos los festivales y citas gastronómicas de Avilés y Asturias y eso la convierte en una voz autorizada para hablar de hostelería y turismo.
–¿Cómo ve el verano? ¿Se vive igual en Villalegre que en el centro?
–Muy bien. Hay muchísimo turismo. Pero tengo que decir que a mí ganar el Premio a la Mejor Fabada me cambió la vida y eso repercute en mi negocio. La gente de fuera y de aquí viene a comer la fabada todo el año.
–¿Es necesario estando en el barrio alto participar y acercarse todo lo posible al casco urbano? Porque usted lo hace.
–Lo hago porque me gusta. Voy a Gastronáutica, a las Fiestas de San Agustín, participo en la Semana de las Tapas,…
–¿Y cómo se las apaña?
–Uf (suspira). Busco un refuerzo para la cocina cuando yo me desplazo y sacando horas de donde no las hay. Necesitaría que el día tuviera 36 horas para poder descansar alguna. La semana pasada estuve en Salinas de 12 a medianoche. Participar en estos eventos festivos requiere estar allí trabajando y eso es tiempo que quitas del descanso. Pero estamos en verano y hay que aprovechar.
–¿Es el verano la mejor época?
–Por suerte yo no noto gran diferencia. El verano está muy bien porque hay mucho turista. En invierno está 'solo' la gente de aquí, pero se reparte a lo largo de toda la semana y, sin embargo, en verano los fines de semana marcan la diferencia.
–Ustedes, los restaurantes de la zona insisten y subrayan que ir y venir en tren a Villalegre es un lujo. ¿Pero realmente lo hace alguien desde el centro?
–Sí, y desde Oviedo, que son veinte minutos. El trayecto en tren desde el centro de Avilés son cuatro minutos y el último tren es a las 23.40 horas. Es muy cómodo. Además como después del covid, la vida nocturna se ha adelantado un poco y los clientes se recogen antes, es perfecto.
–Antes le preguntaba cómo se arreglaba para dejar el restaurante atendido y asistir a otra serie de actividades festivas por los problemas de personal de los que se queja la hostelería. ¿Qué ocurre y cómo se puede solucionar?
–(Suspira, de nuevo). A nosotros ya nos está costando atender la barra... Estamos tirando de 'cuadrillas' porque no hay personal. Las cuadrillas son empresas que se dedican a contratar camareros y crear, digamos, una bolsa de trabajo. Tú llamas y pides conforme a tus necesidades, pero esto supone un desembolso económico muy grande. Nos cuesta un riñón y al final nunca tienes bien atendido tu local porque hoy te viene un camarero y mañana otro y no conocen ni tu producto ni a tu clientela. Lo suyo sería contar con personal cualificado. Yo ya digo que cuando nos vayamos la gente de mi edad van a cerrar muchos sitios, porque parece que a la juventud no le gusta el sector.
–El sector insiste en que las condiciones laborales han mejorado, pero sigue arrastrando mala fama. ¿No cree?
–Estoy en contra de esa mala fama. El horario se lleva a rajatabla y los sueldos son buenos. Yo puedo hablar por mi restaurante y en él el trabajo es cómodo porque prácticamente es servicio de comidas y si a las once de la noche no hay nadie cerramos el bar y no nos quedamos hasta las doce.
–Pues Asturias, y Avilés, va de récord en récord turístico. ¿Se avecinan más problemas?
–Creo que sí. Esto es un oficio vocacional, porque si no te apasiona la cocina o la restauración es algo que se lleva mal. Es verdad que cuando todo el mundo se divierte en fin de semana nosotros estamos trabajando, pero para mí es un placer hacer feliz a la gente. Que la gente venga y disfrute un buen plato de cuchara me llena. Creo que el cliente añora los sabores tradicionales y estos son mi zona de confort. Mi olla ferroviaria y yo vamos a todas partes. La cocina de carbón y la olla es algo que me distingue y que da ese punto diferente a los platos.
–En realidad no se le resiste ningún producto sea fabada, callos, pulpo... ¿Cuál es el que más le gusta trabajar?
–Con las ollas me siento súper cómoda, son como extensiones de mis manos. Y trabajamos con carbón, que es algo como muy nuestro. Siempre que cocino tengo el recuerdo de mi madre. Es cierto que este año nos apuntamos al concurso de la fideuá. Había hecho siete en mi vida y me sorprendió quedar Campeona de Asturias. El tema del mar siempre se me ha dado bien porque nací en el poblado de pescadores y para ese fideuá hice un fumet. Y las tapas también me gustan mucho porque es un poco diferente y te permiten desarrollar tu creatividad.
–Aparte de saber cocinar, siempre ha sabido manejar el marketing. ¿Cómo de importante es la promoción?
–Mucho. Una agencia me lleva las redes sociales, que son una manera de llegar a mucha gente.
–Ahora que están tan de moda los 'influencers' gastronómicos, ¿Ha tenido alguna relación o colaboración o anécdota con ellos?
–Aquí han venido unos cuantos, que vinieron por su cuenta. Nosotros somos muy llanos y hablamos con todo el mundo, pero en una ocasión uno nos pidió 2.500 euros por una publicación y le dijimos que no. Si quieren venir, que vengan, pero no pagamos.
–A pesar del cansancio y de otros problemas, ¿Satisfecha de haber apostado por la hostelería?
–Me siento muy afortunada en mi trabajo porque con 56 años la gente quiere venir a mi casa y a mí no me paran de llamar para eventos también fuera de aquí y yo voy encantada porque considero que es una forma de expandir nuestra cultura.
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