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Elisabeth Estefanía Arrojo Álvarez en su despacho.
«A veces he sentido que minusvaloraban mis aptitudes o conocimientos por ser mujer»

«A veces he sentido que minusvaloraban mis aptitudes o conocimientos por ser mujer»

Elisabeth Arrojo es oncóloga y asegura que nunca ha sentido no haber conseguido algo por su género, pero sí ve la falta de igualdad en muchos aspectos

DOLFO CAMILO DÍAZ

Lunes, 8 de noviembre 2021, 17:46

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Elisabeth Estefanía Arrojo Álvarez, directora Médica del Instituto Médico de Oncología Avanzada (INMOA) y médico adjunto de Oncología Radioterápica en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, habla rápido, piensa rápido... Discurso implacable, impecable, brillante. Sonrisa que suaviza la contundencia de unos asertos, de unos posicionamientos inapelables. Actitud y aptitud. Una vida dedicada al estudio, al trabajo, a la investigación... Hoy es uno de los cien científicos europeos sobre los que se pide atención. Una superclase de la ciencia, molledana de vivencia, ciudadana del mundo en experiencia. Mujer.

Hija de José Luis y Ana María y compañera de Pablo, no necesita pedir permiso a ninguno de los varones de su familia para moverse, para respirar, para pensar... Si Elisabeth Arrojo, en vez de dedicarse a la investigación oncológica, se hubiese dedicado a idear viajes por el tiempo sabría (ya lo sabe: la memoria de quienes la rodean podrían hacerle una suerte de holograma temporal marcado por lo que pasaba no hace ni medio siglo en España) de la imposibilidad de una mujer de moverse sin permiso. Elisabeth sonríe y en esa sonrisa entran todos los sinónimos de la palabra libertad. Y los recuerdos. «Nací en Avilés, aunque desde los 6 años viví en Molleda». Recuerda una infancia «tremendamente feliz. Recuerdo vivir en un entorno maravilloso, un pueblo donde podía salir a jugar con los vecinos, ir con ellos a segar, a cuidar el 'ganáu', a pisar uvas para hacer vino... Estar todo el día en la calle. Mi familia, además, regentaba el bar del pueblo y eso hacía que viniesen todos los días vecinos contando sus cosas que a mí me parecían muy interesantes. Aquel 'chigrín' era un punto de encuentro muy entretenido para una niña, donde todos los que acudían eran como de casa».

Desde pequeña sabe qué le gustaría ser de mayor. «Creo que, desde que tengo uso de razón, me encantaba ser médico. Mi hermano José Luis era un manitas que arreglaba cosas y yo quería 'arreglar personas'. De muy 'neña' jugaba con hojas y piedras a hacer mis 'pócimas' mágicas... En algún momento supe (una película, un libro, un comentario, no sé) de mujeres como Marie Curie, una mujer que, en tiempos muy difíciles, especialmente para las mujeres, pero también para la humanidad, hizo tremendos esfuerzos por investigar y demostrar a costa incluso de su salud, que sus investigaciones eran muy valiosas. Ella creía en lo que hacía y eso fue gran parte de su éxito. Todo el mundo tendría que tener una Marie Curie cerca».

Y Elisabeth fue creciendo y lo imaginado fue haciéndose realidad. «El funcionamiento del cuerpo humano es fascinante... ¡Y, por otro lado, no me gusta la monotonía! La ciencia cuenta con grandísimos/as investigadores/as que consiguieron descubrir lo que sabemos, pero a mí lo que más me llama la atención es descubrir lo que nos falta por conocer. Y la oncología creo que es una de las especialidades donde más importante puede ser abrir nuevos caminos. Es una especialidad muy dura, a la par que maravillosa, porque conoces a las personas de una manera muy directa y aunque no siempre conseguimos el éxito, cuando consigues cambiar el pronóstico de una persona, la sensación que vives es tremendamente gratificante», relata.

Ser mujer, todavía hoy, no es la mejor manera de presentarse en un laboratorio: la tendencia a la displicencia de los machos-alfa se multiplica. «No he sentido la sensación de que se me cerrasen puertas por ser mujer, pero sí la tendencia en algunas ocasiones a minusvalorar mis aptitudes o conocimientos. He sentido, e incluso escuchado a veces, cómo parece que si has hecho algo bien y encima eres mujer es como si tuvieses más mérito. He vivido la situación en el hospital de estar con otro compañero médico y él era 'el doctor' y yo 'la chica'. Pero sí creo que desafortunadamente no vivimos una situación de plena igualdad. Nunca he sentido no haber conseguido algo por ser mujer, pero sí veo cosas llamativas como ¿por qué recientemente en un premio de medicina que me otorgaban, de doce galardonados, yo era la única mujer? O, cuando viajábamos desde España a EEUU, en la frontera, yo tenía un visado de 'Persona extraordinaria en las ciencias', que me daba ciertas ventajas para viajar, y el visado de mi marido dependía del mío y siempre le trataban a él de 'doctor', sin fijarse ni en el nombre porque daban por hecho que él sería el merecedor de ese reconocimiento. En sentido contrario, que tampoco me agrada, sí he tenido la sensación por momentos de, a la hora de exponer en alguna ocasión un trabajo, dar una conferencia, ese mayor interés que comentaba previamente con esa sensación de sorpresa de los que escuchan cuando les parece interesante lo que alguien cuenta y que encima sea una mujer y además joven».

Hoy Elisabeth dirige el prestigioso INMOA, recoge premios en España y en Europa por su labor investigadora (Premio oncóloga del año 2020, Premio Europeo Dr. Fleming a la Excelencia Sanitaria en 2021, Premio European Awards in Medicine). Mujer, investigadora, oncóloga y madre, «tres embarazos a lo largo de los cuales, a veces, necesitaba descansar, pero no podía parar. Al fin y al cabo hoy tengo, junto a ese compañero de viaje y cómplice donde los haya que es mi marido Pablo, tres motivos que se llaman Mateo, Martín y Julia, para ser la persona más feliz del universo».

Y una agenda llena de proyectos, que espera culminar en auténtica y plena igualdad de géneros. «Actualmente mi cabeza está llena de sueños, de proyectos. Hemos desarrollado una importante línea de tratamiento oncológico en España y esto propicia proyectos para seguir mejorando las terapias del cáncer. Y estoy convencida de que veremos esa igualdad, aunque todavía nos queda un largo camino. En mi sector hay más de un 50% de mujeres y sólo un 18% de las jefaturas de servicio las ocupan mujeres, y el índice de contratos temporales en mujeres es muy superior al de hombres, con lo que queda mucho, muchísimo por hacer».

Sonríe, se mira las manos... Vuelve a sonreír. «¿Sabes? Estoy pensando que, más allá de la referencia a la Marie Curie científica, creo que tuve a una Marie Curie en mi vida. Mi madre ha sido una mujer luchadora donde las haya que, ante las situaciones más difíciles, cuando todo el mundo le decía 'no puedes, déjalo', ella siguió luchando y ha conseguido grandes cosas, no sólo en lo profesional sino especialmente al combinar su faceta profesional con la de madre maravillosa que nos ha infundido unos valores admirables». Sonríe. Se le corta la voz. Le brillan los ojos.

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