Borrar
El corazón del Arango, ahora sin escenario ni patio de butacas, se llena de sillas y gradas metálicas para la función, mientras los actores ensayan.
El teatro vuelve al Arango por un Shakespeare     y dos días

El teatro vuelve al Arango por un Shakespeare y dos días

Conserva los palcos, convertidos para el hijo literario del rey de Dinamarca en materia escénica, pero también la inevitable huella del centro estético que fue

PACHÉ MERAYO

Miércoles, 12 de octubre 2016, 00:32

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Todavía suenan los taladros y las bombillas no han agotado la última rosca antes de la luz. Pero 'Hamlet' ya habita el Arango. El atormentado personaje de Shakespeare ha devuelto el teatro al viejo espacio de la calle de la Merced, donde las tablas no crujían con un drama o una comedia desde hacía 16 años. Juan Blanco, el actor que le da vida, lleva semanas encontrándose con el fantasma de su padre («también con los fantasmas del propio teatro»). Ensaya todos los días con los otros 15 actores bajo los palcos y columnas originales del coliseo, que se mantienen intactos. Ambos elementos se han convertido para esta causa shakesperiana con la que se quiere rendir tributo a la gran Núria Espert en parte esencial de la arquitectura escénica. En cobijo dramático del hijo literario del rey de Dinamarca que, sin embargo, no logrará levantar el telón o, mejor dicho, lo hará solo como una metáfora de dos días, porque el Arango, que reabre mañana sus puertas y las mantendrá así hasta el viernes, ya no tiene telón, ni intenciones de seguir siendo teatro. Tampoco conserva el escenario ni el patio de butacas. Su caja escénica, con la tramoya, las poleas y las pesas, sí permanece, pero está oculta tras un muro que un día de no hace mucho tiempo fue reclamo publicitario. Una valla-anuncio de un centro de estética, el que ocupó sus cientos de metros hasta el año pasado y cuya huella inevitable aún permanece.

  • ·

  • Más imágenes del Teatro Arango en ELCOMERCIO.es

La Fundación Princesa de Asturias, que está detrás y delante de esta recuperación temporal del coliseo, ha hecho todo lo que estaba en su mano y en su presupuesto para ocultar el tiempo en el que el Arango no fue el Arango. Se han tirado paredes y puertas y decenas de sillas plegables negras discurren ordenadas allí donde los terciopelos rojos decoraban la platea. Pero lo cierto es que ya no hay platea. En cambio habrá, al menos durante dos días, un Hamlet respirando a metros, en casos a centímetros, del público.

La historia de traición que rescata Margarita Llano, directora de esta versión reducida «a una hora y media aproximadamente» del texto de Shakespeare (el original puede prolongarse cerca de cinco horas), coloca al espectador y al propio Hamlet al mismo nivel. No hay estrado ni hay distancia. La guerra fratricida que cuenta el autor inglés -no hay que olvidar que el padre de Hamlet es asesinado por su propio hermano, Claudio- discurrirá casi entre las sillas y las dos gradas de hierro que ya están dispuestas frente a la escena.

Tan cerca está todo y estarán todos que ayer los actores tan pronto seguían las órdenes de la directora, entre los poéticos elementos creados con viejas maderas para hablar de mar y de lucha (los remos harán las veces de lanzas), como se ponían a ordenar las sillas y las gradas para determinar su propio espacio. Entre ellos, que integran un grupo de 16 intérpretes, todos asturianos, dos se toman esta función como un auténtico acontecimiento personal. José Lobato -que pone piel a Polonio- y Pepe Mieres -a Horacio-. Ambos pisaron las tablas del Arango cuando tenía telón y escenario.

Alberto Rodríguez, que da vida a Claudio; Lucía Povedano -Ofelia-, Ángeles Arenas -Gertrudis-, Manuel Lobo -Laertes-, Jorge Moreno y Javier Arboleya, además de otros siete figurantes de la Escuela Superior de Arte Dramático de Asturias, no tuvieron la suerte de ser actores en sus tablas. Tampoco Marga Llano. Pero «la emoción» es igual para todos. «Se nos ponen los pelos de punta solo de pensar que estamos reabriendo un teatro como este, aunque solo sea por un par de días».

Cuenta la directora y autora de la dramaturgia que raro es la jornada que por la puerta no entrara una nueva historia. Un día el taquillero del teatro, otro una mujer emocionada porque creía que esas puertas abiertas le devolverían el pasado. Lo malo era que igual que entraban tenían que volver a marchar, porque esas puertas abiertas lo estaban para que los operarios de las obras pudieran realizar su trabajo, saliendo y entrando elementos y también oxígeno, pues el polvo prácticamente no les ha dejado respirar hasta ayer, protestaba Alberto Rodríguez.

Hablaba el malvado Claudio bajo las velas que izarán parte de la obra, cargada por la mano de Noelia Pañeda de referencias marinas. Unas se elevarán o recogerán, según lo pida el drama. Por cierto, con unas cornamusas de amarre, creadas en madera, con una fidelidad absoluta a las de finales del siglo XVI. Pero otras se mantendrán fijas sirviendo de pantalla blanca a una serie de imágenes, que el colectivo creativo Fiumfoto ha grabado para aportar con ellas la dramaturgia que no está en los diálogos.

Bajo esas velas discurrirá la mayor parte de la obra, pero no toda. En un momento dado, entre el público se desplazará una procesión profana. «En realidad», dice Marga Llano, «todo el teatro está implicado en esta aventura que titulamos 'Espectros (Hamlet)'». Incluida la fachada, «cuya iluminación será parte de la escenografía». La misma entrada del coliseo, -en el que se ha dispuesto un ambigú, que prosigue dentro con una espectacular barra de bar rescatada de una vieja mercería de principios de siglo pasado- es parte del entramado. Hasta los espectadores lo serán. Todos, actores, obra y público se unirán, además, en un reto común. Rendir tributo a la actriz que se ha llevado este año el Premio Princesa de Asturias de las Artes. No en vano el programa, que se completa con otro, 'Asesinas ejemplares', a celebrar en el Archivo Histórico de Oviedo, el viernes y el sábado, bajo la dirección de Etelvino Vázquez, se titula en conjunto 'Ser o no ser Espert', haciendo un guiño no solo al soliloquio de Hamlet, el más famoso de la historia de la literatura, sino también y, por supuesto, a la veterana actriz y directora.

Ni para uno ni para otro quedan ya localidades. Las 400 que se pusieron a disposición de todos para el espectáculo de Gijón y las también 400 para el de Oviedo se agotaron en horas. El del Arango en tres horas y el del Archivo, en seis.

En ninguno de ellos Nuria Espert será espectadora. De hecho, la Princesa de las Artes llega el miércoles 19 a Asturias, para recibir el galardón de manos del Rey dos días después. No podrá acudir al Arango, pero sí al Jovellanos, donde el jueves, 20, mantendrá un encuentro con su público. Protagonizará un coloquio en el que se tratará de hacer recorrido por su trayectoria y su obra. Además, contestará a las preguntas de los asistentes depositadas, precisamente, durante las representaciones de 'Ser o no ser Espert', de las que se proyectarán imágenes en el escenario, donde la actriz contará como acompañante con el crítico teatral Marcos Ordóñez.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios