Los investigadores hallan por primera vez ADN en El Sidrón sin recurrir a restos óseos

El sedimento -esa materia sólida que con el tiempo se va acumulado sobre la superficie terrestre, derivada de todo tipo de acciones y fenómenos, incluso los más escatológicos, y que hasta hace poco los investigadores apartaban de su camino por asumir la incapacidad de acceder a su información- se ha convertido ahora, gracias a una nueva técnica fruto de un estudio internacional en el que ha participado la Universidad de Oviedo, en un libro abierto al pasado. Un libro en cuyas páginas se habla de los primeros fragmentos de ADN hallados sin acudir a dientes, huesos o restos de evidencia humana o animal, porque ese ADN estaba, precisamente, en ese suelo cargado de datos. Para llegar a él se han analizado 85 muestras de sedimentos del Pleistoceno, de entre 550.000 y 14.000 años de antigüedad, procedentes de ocho cuevas de Eurasia (zona geográfica que comprende Europa y Asia). Y una de ellas, la única española, es la cueva de El Sidrón, localizada en Piloña y parte esencial del proyecto, capitaneado por el Instituto Max Planck, en el que entró por la puerta grande. Su superficie, donde han trabajado, además de su responsable, el arqueólogo Marco de la Rasilla, especialistas del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha brindado esencial material neandertal. No en vano, en los últimos años ha proporcionado la mejor colección de homínidos de esa especie de la Península ibérica.

Sin embargo, haciendo uso de la nueva técnica de extracción genética, en las otras cuevas se ha hallado también ADN animal, así como de denisovanos (un tipo de homínido pariente del neandertal descubierto en una cueva de Siberia llamada Denísova). Entre las muestras, cuyos análisis y conclusiones aparecen publicados hoy en la revista 'Sciencie', se han recuperado doce familias distintas de mamíferos. Secuencias genéticas de mamut lanudo, extinguido hace unos 4.000, y también de rinocerontes lanudos, desaparecidos 30.000 años atrás. Según Carles Lauleza-Fox, uno de los investigadores que el CSIC aporta a El Sidrón, la «megafauna» de la que aporta información este hallazgo «puede proporcionar datos importantes sobre la dieta de los homínidos del pasado», ya que, en sus palabras, «el origen del ADN recuperado parece provenir de deposiciones realizadas in situ o de la propia descomposición de los cuerpos en las cuevas».

Salto cualitativo

Para De la Rasilla, los resultados de esta investigación «suponen un salto cualitativo extraordinario en la interpretación del registro arqueológico de cualquier yacimiento», porque permitirán, dice, «contestar algunas preguntas sobre la presencia o ausencia de seres vivos, ya sea fauna o fósiles humanos, y las implicaciones interpretativas derivadas. Un hecho que hasta la fecha era impensable e imposible». En términos parecidos se manifiesta el otro experto implicado en El Sidrón, el investigador también del CSIC Antonio Rosas, para quien el nuevo trabajo permite conocer, además, «qué especie de homínido ocupaba una cueva o un nivel estratigráfico concreto, incluso en ausencia de cualquier resto de huesos o esqueletos». La novedad, dice, está precisamente «en aprovechar lo que hasta ahora se desechaba, el sedimento del suelo, y descubrir que está plagado de secuencias de ADN de organismos que ocuparon ese terreno». Por lo tanto, ahora se podrá conocer el parentesco genético de los antiguos habitantes de yacimientos de donde nunca se extrajeron restos óseos y así lograr, finalmente, arrojar luz sobre la historia evolutiva, que es el fin de todo investigador del pasado.

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