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P. A. MARÍN ESTRADA
Sábado, 24 de junio 2017, 00:17
Xosé Antón González Riaño (Viella, Siero, 1956) es desde ayer el nuevo presidente de la Academia de la Llingua, tras la renuncia de Ana Cano a presentarse a un quinto mandato y ser elegido por los votos de los miembros de la institución. Profesor titular del Departamento de Ciencias de la Educación en la Universidad de Oviedo, afronta el cargo «abrumado e ilusionado» ante la etapa que ahora se inicia.
¿Con qué ánimo asume su nuevo cargo al frente la Academia?
Es, en efecto, una responsabilidad grande y un honor que asumo consciente de sustituir a presidentes como García Arias, Miguel Ramos Corrada o Ana Cano, todos ellos figuras irrepetibles. Estoy abrumado a la vez que ilusionado: se avanzó mucho y creo que puede ser una buena etapa para la Academia y para la causa lingüística.
¿Tiene razones para augurar esa etapa más fructífera?
En otros tiempos, la Academia tuvo que encarar muchos recelos, la situación sociolingüística tampoco era la misma. En la década de los ochenta era difícil que se apreciara la importancia del trabajo de la Academia de la Llingua. Desde entonces el asturiano entró en el sistema educativo, se generó una literatura de calidad excepcional, hay presencia de la llingua en los medios y se mejoró en las propias actitudes lingüísticas. A pesar de las dificultades se parte de una situación más propicia.
¿Recibió ya la felicitación del consejero de Cultura?
No, aunque espero recibirla, y sí me felicitó el Director Xeneral de Planificación Llingüística. Es verdad que tuvimos desencuentros recientemente con la Consejería sobre el estatus de la propia institución, pero vamos camino de encontrar una solución y a partir de ahí se puede abrir un periodo de colaboración entre instituciones, como debe de ser.
¿En qué punto están esos problemas aún por solucionar?
Para nosotros fue una sorpresa que se dudase del carácter de institución pública de la Academia, habiendo sido creada por el Principado y reconocida estatutariamente. Ante esta situación tuvimos el apoyo de fuerzas parlamentarias como Izquierda Xunida, también de otras fuerzas y ahora hay un especial interés en el grupo socialista por solucionar la cuestión. Se trataría de consolidar el carácter público de la Academia con un decreto, como el que sirvió para crearla, y que garantice la solvencia económica de la institución, su independencia de criterios, etcétera. Y se está en ello.
Respecto a la situación lingüística general. ¿Cuál es su principal preocupación?
En los próximos días vamos a presentar el III Estudiu Sociolingüísticu d'Asturies, dirigido como los anteriores por el profesor Llera Ramo. En él hay cuestiones positivas y otras no tanto. Me quedo con el comentario de Llera al entregar el estudio: «Lo que pasa con el asturiano es un milagro». Lo es por la política lingüística que se ha venido realizando. De ahí saldrán muchos retos. El trabajo de la Academia seguirá en el terreno lingüístico-científico y hay que impulsar también su proyección, tenemos que hablar mucho con las instancias sociales asturianas. Esa será la tarea en los próximos meses.
¿Cómo valora la presencia del asturiano en la enseñanza?
En la universidad es una situación perfectamente homologable a la de cualquier lengua, después de tantas resistencias histórica el asturiano se situó dignamente. La formación de los profesores de Primaria y Secundaria es perfectamente homologable a la de cualquier otro profesorado. Tenemos un equipo rectoral en cuyo programa la cuestión lingüística era importante y lo está cumpliendo. Se puede perfeccionar, pero estamos como nunca lo estuvimos.
¿Y en los otros ciclos educativos?
Queda mucho por hacer. En Primaria hay que generalizar la asignatura en los centros concertados, lograr que los profesores puedan opositar por la especialidad y hay algo que no se está haciendo: el marco legal habla de promover la enseñanza del asturiano y eso implica no limitarse a ofrecerla. Tiene que haber una promoción activa.
En cuanto a los medios, ¿le gusta el asturiano en la RTPA?
Es una cara amable del asturiano que conecta con la llingua popular de los lugares y la gente. Vivo en un pueblo y observo cómo se ve la televisión como algo propio, cercano. Eso debe ser completado con la formalidad en espacios informativos, retransmisiones o magazines para mostrar que el asturiano también es un instrumento de modernidad y comunicación.
¿El futuro sigue pasando por la oficialidad?
Es un horizonte que no podemos perder, incluso políticos contrarios a ella reconocen en privado que es un asunto generacional. El actual marco legal permite hacer política lingüística y hay que hacerla. Afortunadamente el asturiano en la gente ya no remite a un conflicto, sino a algo positivo. Tenemos que aprovechar eso.
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