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Un visitante observa la obra 'Man Searching For Immortality/Woman Searching for Eternity' en la exposición retrospectiva de Bill Viola, en el Museo Guggenheim.
Bill Viola, el filósofo de la luz

Bill Viola, el filósofo de la luz

Reúne sus hipnóticas y poéticas videocreaciones en una muestra que repasa en el Guggenheim cuatro décadas de actividad

Miguel Lorenci

Viernes, 30 de junio 2017, 08:45

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Fuego. Tierra. Aire y, sobre todo, agua. Con los elementos esenciales en torno al ser humano y su fugacidad compone Bill Viola (Nueva York, 1951) su poética sinfonía en imágenes sobre la esencia de la vida. Resuena ahora en el museo Guggenheim de Bilbao, que celebra con ella su vigésimo aniversario. Es la mayor muestra del genial vídeoartista estadounidense, un repaso a cuatro décadas de carrera en 27 piezas cruciales de las 225 de su catálogo entre vídeos, instalaciones, esculturas sonoras y ambientes y vídeos para ópera. Lucía Agirre, la comisaria, ha seleccionado los hipnóticos vídeos que en distintos formatos, soportes y dimensiones jalonan la evolución de este mago de la imagen en movimiento. Un filósofo de la luz y el tiempo cuyos vídeos se comparan con las pinturas de Giotto, Caravaggio o Velázquez. Un creador de inspiración mística que reflexiona sobre sentido de existencia desde la frontera entre la vida y la muerte.

«Todos los clásicos están en su obra», señala Agirre ante unas poderosas imágenes que remiten también a Vermeer, Fra Angélico, Portormo, Durero o Hopper. Narraciones de inspiración bíblica o platónica en algunos casos, seductores trampantojos digitales en otros, o recreaciones mitológicas de Sísifo, Narciso o Caronte que Viola proyecta sobre tubos catódicos, pantallas, plasmas, losas de granito, espejos, visillos o tabletas de policarbonato.

Su sencillez, solo aparente, oculta la profunda complejidad técnica de unas piezas que pueden ser gigantescas como 'Mujer fuego' (2005), 'El ascenso de Tristán' (2005) o 'Nacimiento invertido' (2014), proyectadas en pantallas de casi ocho metros, o de apenas unos centímetros como 'Cuatros manos' (2001). Faltan algunas piezas icónicas en la carrera de Viola, como sus conmovedores 'Mártires' o las 'Pasiones', en la que podría ser su retrospectiva definitiva. Y es que, aquejado de graves problemas de salud, el artista neoyorquino no puede seguir creando.

Sí están en Bilbao piezas clave como 'Los soñadores' (2013) su inquietante galería de retratos bajo el agua surgida de su recuerdo sobre el ahogamiento que Viola sufrió con seis años y del que fue 'resucitado', o 'Hombre en busca de inmortalidad / Mujer en busca de la eternidad (2013), un vídeo proyectado sobe dos losas de granito en los que un pareja de ancianos se pregunta por la trascendencia de sus vidas en una composición que recuerda al 'Adán y Eva' de Durero del Prado.

Con patrocinio de Iberdrola, la muestra del Guggenheim «aporta una completa visión de su trabajo y de la evolución del arte audiovisual desde que Viola comenzó a experimentar con el videoarte a principios de la década de 1970 en la Universidad de Siracusa hasta hoy», resume la comisaria. Incluye tempranas cintas monocanal como 'Cuatro canciones' (1976) y 'El estanque reflejante' (1977-79) «en las que su contenido poético aborda ya cuestiones recurrentes para él, como la noción del tiempo y su deconstrucción». Es un recorrido temático y cronológico por la trayectoria de Viola sin cartelas explicativas, ya que el artista quiere que sea el espectador quien interprete sus piezas sin mediaciones teóricas.

Interesado en el misticismo, la poesía y la filosofía oriental y occidental, Bill Viola amplió las posibilidades técnicas del vídeo como herramienta en su indagación sobre la condición humana. «Cree que el papel del artista es descubrir el alma y lo ha conseguido con sus obras», asegura la australiana Kira Perov, esposa del artista. Es su más estrecha colaboradora desde los años 80 y se ha convertido ahora en su voz. Su aventura de cuatro décadas «explora la esencia del ser humano a través de momentos como el nacimiento, la muerte, los procesos de cambio, renacimiento y transfiguración» destaca Perov.

«La espiritualidad o la pasión son temas siempre destacados en su obra» resume Perov. El agua, elemento presente en 'Los inocentes' (2007) y o 'Tres mujeres' (2008), es para Viola «el umbral entre la vida y la muerte, entre la realidad y el sueño», y su capacidad purificadora «sirve para transformar las sombras en figuras vivas de carne y hueso, que deben regresar al oscuro mundo del que proceden», explica Perov.

Viola ralentiza la acción de su vídeos rodado con cámaras ultrarrápidas y otorgando a sus piezas una duración entre 10 y 35 minutos. En algún caso, como 'Una historia que gira lentamente' (1992) recurre al bucle sin principio ni fin. Es una de las piezas estelares de la muestra, con un espejo en una de sus caras que rota sobre un eje vertical. Al tiempo que proyecta imágenes de un hombre recitando mantras, refleja la imagen del espectador que se torna parte de la pieza.

En todos los casos se oculta el complejo despliege tecnológico que sustenta las piezas, un entramado de cables y dispositivos. «La tecnología se oculta para no distraer la experiencia del espectador al contemplarlas dice Perov.

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