'Los de ahí' o cómo ponerse en la piel de los sin nombre
Claudio Tolcachir atrapa al público del Palacio Valdés en el estreno de su nueva obra sobre la odisea de los 'riders'
El público del Palacio Valdés acogía ayer el estreno de 'Los de ahí', la última creación de Claudio Tolcachir, con todo el papel vendido para ... la premier y camino de llenar también en la función de hoy. Y es que el argentino tiene el don de dejar huella en cada uno de sus trabajos. Su nueva obra, escrita y dirigida por el propio dramaturgo, sigue idéntica estela de teatro con mayúsculas.
Coproducida con el Centro Dramático Nacional y definida por el mismo Tolcachir como «un pequeño combate, por las buenas, contra el miedo» en cuanto a sus intenciones y en lo que toca a la historia narrada como «un pequeño universo invisible, lleno de vida» en el que «seres ignorados, de los que normalmente no recordaríamos rostro ni nombre, despliegan torpemente sus historias mientras reparten envíos, sin saber quién los manda, ignorando el contenido, desconociendo el idioma del país en donde viven», pone sobre las tablas la odisea cotidiana de un grupo de 'riders', el colectivo social que seguramente mejor personifica la precarización del trabajo en el mundo del desbocado capitalismo global.
En todas las ciudades del planeta, grandes o medianas, se reúnen en algún punto de cita esperando sus encargos, llaman a nuestros timbres, dejan su paquete y desaparecen por la misma vía que llegaron. 'Los de ahí' pone rostro, nombre o vida propia a esta legión extranjera del último escalafón laboral y arrastra a quien asiste a la representación en sus carreras en bicicleta o ciclomotor hacia ninguna parte, ese lugar al que nadie parecer tener muchas ganas de aspirar a viajar. Claudio Tolcachir lo resume bien en su nota a la pieza: «El teatro como espejo deformado que nos obliga a ver como por primera vez. A escuchar como por primera vez».
El talento del argentino lo consigue aprovechando y dejando fluir a su vez el inmenso talento de un elenco sabiamente equilibrado con jóvenes actores tan extraordinarios como Nuria Herrero, Fer Fraga o Nourdín Batán y curtidos artistas como Malena Gutiérrez y Gerardo Herrero, magníficos ambos.
La iluminación, siempre elocuente de Juan Gómez Cornejo, pone alma a una intensa pieza que cuenta con una veraz escenografía y vestuario de Lua Quiroga Paul y la sugestiva ambientación sonora de Sandra Vicente.
Todos estos solventes mimbres ensamblados en un texto repleto de cruda verdad al natural y una dramaturgia de atractivo ritmo, a los que Tolcachir salpica de humor y amargura, hacen que la pieza llegue con toda su afilada eficacia al espectador y le deje la conciencia tocada. El equipo actoral y creativo que la pone en pie recibió el parabién del público, aunque el esfuerzo habría justificado una ovación más generosa y sonora. La merecía una obra de este calado y vuelo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión