Annual, el desastre que puso en jaque a la Restauración
Así se originó el acontecimiento bélico en Marruecos que cambió para siempre la historia de España y del que se cumple ahora un siglo
JOSÉ LUIS AGUDÍN MENÉNDEZ
Lunes, 19 de julio 2021, 01:21
Los veranos han tendido a ser desde un punto de vista informativo de escasa relevancia. Parece que varias excepciones escapan a la regla y una ... de ellas tuvo lugar hace un siglo en Annual, cuando las tropas españolas comandadas por el general Manuel Fernández Silvestre fueron derrotadas por las guerrillas de Abd-El-Krim. No obstante conviene ponerse en antecedentes. Tras el desastre de 1898 en Cuba y Filipinas, España necesitaba un revulsivo que se vio recompensado con la celebración de las Conferencias de Algeciras (1906), en plenos incidentes entre los futuros contendientes de la I Guerra Mundial por el control del norte de África. No se asistió en un principio a una dominación militar efectiva, sino económica, pero las circunstancias cambiaron por completo al hallarse en peligro las compañías mineras que explotaban las Minas del Rif. Fue en 1909 cuando se produjo la conocida como catástrofe del Barranco del Lobo, que significó una sangría para el ejército español en su enfrentamiento con los contingentes rebeldes -la primera había sido en 1893, cuando se intentó fortificar la plaza de Melilla-. Por si fuera poco, la marcha de reservistas desde Barcelona al norte de África había desencadenado la 'Semana Trágica'. A partir de entonces y merced a los compromisos con Francia se negociaría el establecimiento de un protectorado en las etapas como gobernante de José Canalejas y del Conde de Romanones. Así pues, España sumaba la franja norte y más pobre de Marruecos a sus migajas en Río de Oro (Sahara Occidental) y Guinea Ecuatorial. La guerra fue sin duda enormemente impopular. No así ocurría entre las élites políticas, militares y el rey Alfonso XIII.
Las hostilidades con los marroquíes, interrumpidas por el desarrollo de la I Guerra Mundial, no se reanudaron hasta 1919. A partir de entonces se inicia una política de ocupación a base de sobornos a las cabilas por parte del Alto Comisario de España, General Dámaso Berenguer. El comandante de Melilla, en cambio, Fernández Silvestre, encumbrado por Alfonso XIII, actuó de un modo imprudente al iniciar operaciones directas que buscaban un dominio más efectivo de la franja oriental de Melilla, encontrando la inesperada y tenaz resistencia de un antiguo colaborador de los españoles que comandaría a los rifeños, Abd-el-Krim. La actuación al libre albedrío de Fernández Silvestre costó la vida entre mediados de julio y comienzos de agosto de 1921, hace ahora cien años, a algo más de diez mil soldados españoles, incluido el Estado Mayor y el propio general. Tras la victoria pírrica en Monte Abarán se inició una retirada bastante desorganizada, exponiendo las posiciones al enemigo. El intento de Fernández Silvestre de atrincherarse en Annual fue inútil. Los efectivos que malamente sobrevivieron se replegaron mandados por el general Felipe Salvador al Monte Arruit.
Como se puede imaginar, este desastre colonial provocó una gran conmoción en los círculos políticos y en la prensa de gran circulación en Asturias. Las crónicas sobre el conflicto ocupaban de hecho la primera plana de los rotativos. Como no pudo ser menos se desplazaron los directores de EL COMERCIO y 'El Noroeste' (respectivamente, Alfredo García, Adeflor, y Antonio López Oliveros), para conocer de primera mano el problema marroquí y el paradero de los soldados asturianos desaparecidos. Adeflor equipararía en las páginas de EL COMERCIO a principios de septiembre la resistencia de Abd-el-Krim con la de Viriato frente a los romanos: «Así debió de ser la lucha de Viriato frente a Roma. Esta es una guerra a la española de la edad antigua. [...] Los cronistas romanos decían que Viriato era un bandido. Nosotros aseguramos lo mismo de los jefes de las harcas». En las crónicas de Adeflor se defendía contundentemente la misión colonizadora de los españoles en el Norte de África pero, al igual que hacían otros diarios de Madrid, exigiendo naturalmente responsabilidades por lo sucedido. Este diario incluyó reclamos publicitarios invitando al alistamiento de voluntarios a la Legión Extranjera. Al mismo tiempo, a través de la corresponsalía extraordinaria de Julio Martínez Abad en Melilla, se procuraron noticias en una sección del rotativo acerca del paradero de los soldados asturianos que perecieron o sobrevivieron al desastre. Esta información se obtenía directamente a través de los campamentos o de las representaciones de regimientos y batallones expedicionarios. Así se podía satisfacer a las familias de los combatientes, ávidas por conocer noticias de sus familiares.
En el testimonio de López Oliveros, publicado años más tarde, 'Asturias en el Resurgimiento Español', no se arredraría en sus críticas tanto al «caprichoso» y «perjuro» Alfonso XIII como al partido reformista al que representó su periódico. Si bien reconocía que el partido que comandaba Melquíades Álvarez «planteó ante el país estas cuestiones que aprisionaban la ansiedad general» lo cierto es que «no supo o no quiso orientarlas enérgicamente». Y es que para entonces, parece que ese corrimiento del melquiadismo hacia el área de influencia alfonsina significó que éste se desentendiese «de las hondas inquietudes políticas y sociales que agitaban al país». Asimismo, denunciaba el desinterés a nivel popular generado por la hecatombe, equiparable a la reacción ante las pérdidas coloniales de 1898: «La sensibilidad española es de llanto y no de coraje. Si no, ¿cómo nos explicaríamos al pueblo madrileño corriendo a los toros el mismo día que recibía la noticia del hundimiento de la Escuadra española en Santiago de Cuba, y la conformidad de la mansedumbre con que se enteró de la espantosa carnicería de Annual?». Por el contrario la marcha de soldados a África desde tierras asturianas -El Regimiento Príncipe y el de Tarragona- a comienzos de septiembre fue despedida entre el clamor de multitudes. 'El Noroeste' y los órganos adscritos al reformismo -el decenal 'Castropol'- abrieron suscripciones para llevar recursos a los soldados asturianos pobres que allí servían. La actividad desarrollada en este sentido también por EL COMERCIO fue intensa, proporcionando no solo donativos, sino cualquier clase de enseres y vehículos necesarios para sus paisanos. De un modo disimulado, Adeflor ponía de manifiesto la impotencia de un estado como el de la Restauración por ser incapaz de satisfacer las necesidades básicas de un ejército cuyos altos mandos estaban preocupados por un medro en el escalafón en base a éxitos militares. Figuras de renombre de la industria asturiana, por encima de cualquier matiz político, como José Tartiere, dispensaron donaciones a las iniciativas llevadas a cabo por la prensa gijonesa.
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