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El pintor de la montaña, en el Bellas Artes

El pintor de la montaña, en el Bellas Artes

La viuda de Urbano Cortina dona al museo de Asturias una selección de su obra pictórica

PACHÉ MERAYO

Sábado, 14 de febrero 2015, 00:29

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«Todos le conocían como el pintor de la montaña», dice Carmen Martínez Sánchez poniendo memoria en la de quien fue su marido durante décadas, el gijonés Urbano Cortina, fallecido hace 22 años (1993), cuando estaba a punto de cumplir los sesenta (nació en Roces, en 1934). Miembro del grupo Chamartín, en el que militaban artistas como Bartholomé, Marola, Úrculo y Melquiades Álvarez, que «le tenía consideración de maestro», Cortina acaba de ingresar en el Museo de Bellas Artes gracias a una donación efectuada por su viuda y seleccionada por el propio director del centro, Alfonso Palacio. En total se han incorporado a las colecciones regionales cinco telas, dos de ellas representaciones de montañas de Asturias, y dos álbumes, uno con 30 óleos y otro con 45. Todos ejecutados al óleo. Todos creados con pigmentos que él mismo mezclaba. El conjunto fue sometido a la aprobación del patronato de la pinacoteca, que dio su visto bueno hace unos meses. Y es que «no todo lo que se ofrece en cesión es aceptado. Hay una exigencia de calidad para ingresar en nuestros fondos», recuerdan en el propio museo, poniendo en valor de este modo la herencia del gijonés de Roces, que, como dice apenada su viuda, «quedó inmerso en el más doloroso de los olvidos» .

Es a esa situación a la quiere poner fin desde hace tiempo Carmen Martínez, quien le conoció «como alumna». Ella también pintaba. En su casa cuelgan juntos cuadros de ambos y ante el parecido, admite que «quien admira tanto a alguien trata de seguir sus pasos». En los últimos años, desde el fallecimiento de su marido, el modo de seguirlos ha sido «intentar poner fin a tanto silencio». Cuenta que ha querido montar alguna exposición en su recuerdo, pero que no encontró quien le escuchara. «Hablé con alguien del Ayuntamiento, pero no le importó ni el perfeccionismo ni la personalidad de Urbano». Una personalidad, por cierto, que «probablemente fuera la causa de su aislamiento, pues era muy introvertido». En sus vericuetos está investigando desde hace tiempo quien fuera el director del Real Instituto de Estudios Asturianos, José Luis Pérez de Castro, embarcado en la aventura de construir un libro con su biografía. Lleva años trabajando en él, convencido de que la figura del «pintor de la montaña» debe ser rescatada y aupada al «lugar que se merece». En una conferencia que pronunció sobre él, en el Centro de Cultura Antiguo Instituto, llegó a pedir su reconocimiento a las autoridades de Gijón mediante una calle con su nombre.

«Maestro del paisaje»

Urbano Cortina compaginó su actividad pictórica, «su pasión por llevar al lienzo las montañas» y por seguir los pasos de quienes tantas veces había admirado en el Museo del Prado («tantas que podía pasear por sus salas con los ojos cerrados y sin equivocarse nunca») con su trabajo en la siderúrgica Uninsa. Nunca pudo dedicarse exclusivamente a pintar. Aun así, según el fallecido crítico Jesús Villapastur, «era un maestro del paisaje». En estas mismas páginas, otro crítico también fallecido, Víctor Alperi, aseguraba que «Asturias está en deuda con este pintor», para el que reclamaba una gran retrospectiva. Hace seis años, a instancias del Aula de Cultura de EL COMERCIO se reivindicó su figura, en homenaje y una pequeña muestra. Ahora su viuda llamará a las puertas del Museo de Gijón.

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