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M. F. ANTUÑA
Domingo, 11 de diciembre 2016, 01:01
El patrimonio industrial asturiano cuenta con numerosas joyas y buena parte de ellas están vinculadas al Movimiento Moderno, que rompió moldes, dio carpetazo a la tradición y alentó nuevas formas de crear y cuidar los espacios de trabajo. Entre los años 1925 y 1965 se construyen el grueso de obras vinculadas a este movimiento, que buscaba la funcionalidad, la higiene y la economía, pero también la belleza. El Docomomo Ibérico lleva años catalogando estas obras, de las que Asturias, según se recoge en el informe que sobre la situación del patrimonio industrial del Principado acaba de hacer público la Consejería de Cultura, existen un total de 45. Son 37 elementos individuales o edificios y otros ochos ligados a la industria, como son el depósito de aguas del Cristo, la Fundación Masaveu, la Fundación Hidroeléctrica del Cantábrico o los talleres de la Universidad Laboral en los que hoy se asienta Laboral Centro de Arte. Claro que el registro es mucho más amplio y comienza con Ensidesa, con sus talleres y hornos, pero también su torre de bomberos de Avilés, y sigue por el taller de cañones de la Fábrica de Armas de Oviedo o el pozo Santa Bárbara.
El listado es largo y ocupa lugar primordial, junto a Ensidesa, la antigua Hidroeléctrica del Cantábrico, hoy Edp, de la mano del arquitecto Joaquín Vaquero Palacios, que dejó para la historia su impronta y su gusto por unir comodidad para los trabajadores con arte, con belleza mayúscula. Son varios los ejemplos visibles -y visitables en algunos casos-, como el de la central de Proaza, que podría rivalizar con cualquier museo de arte contemporáneo, o las de Miranda o Soto de Ribera. Mención especial merecen el salto y la central de Grandas de Salime, donde se abren las puertas al arte a través no solo de esculturas, sino también del inmenso panel de la sala de máquinas, obra de Joaquín Vaquero Turcios.
Las obras hidráulicas cuentan con un lugar de honor -presa y salto de Arbón, presa de Doiras-Silvón, de Electra de Viesgo-. El patrimonio asturiano es tan notable en este aspecto que hasta una comisión del Departamento de Interior de Washington eligió la de hidroeléctrica de Doiras-Silvón entre las «catedrales de la energía». Aquí, en cambio, no está reconocida.
Pero cualquier actividad industrial podía ubicarse sobre edificios o instalaciones que seguían las consignas del movimiento: desde una fábrica de ladrillos a otra de bebidas gaseosas, pasando por naves de fundición, depósitos de nitrato, almacenes de sulfato, chimeneas de refrigeración... También las viviendas que para los empleados se construyeron en algunos enclaves industriales, como los poblados de Soto de Ribera y Ribera de Arriba.
Especial interés tienen las explotaciones hulleras, aunque muchas de ellas han desaparecido tiempo atrás al ser sustituidas por razones de «obsolecencias técnicas y funcionales». Aún así, quedan aún piezas destacadas de los conjuntos de la minería vertical, de la etapa del denominado maquinismo histórico, como las minas de Arnao o el pozo San Luis en La Nueva.
El informe de la Consejería de Cultura va más allá del puro listado y abunda en cómo y quiénes se encargaron de liderar en Asturias ese movimiento. Como Ildefolso Sánchez del Río, que experimentó con nuevas estructuras y fue quien ideó el depósito de aguas de Oviedo o la nave de cañones de la Fábrica de Armas de la capital asturiana; o Ignacio Álvarez Castelao, que desarrolló junto al ingeniero Juan Elorza proyectos para Electra de Viesgo. El arquitecto Juan Manuel Cárdenas Rodríguez y el ingeniero Fernández Casado son otros nombres propios en ese proceso constructivo de elementos que, pese a estar reconocidos hoy en estos y otros registros, no necesariamente están protegidos.
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