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El Evaristo Valle viaja por el mundo de Pico

El Evaristo Valle viaja por el mundo de Pico

El crítico y director del Instituto Cervantes de París, Juan Manuel Bonet, pone verbo a la muestra que hila con la música de Érik Satie

PACHÉ MERAYO

Viernes, 13 de enero 2017, 00:09

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'La pequeña canción de Rodolfo Pico'. Así titula Juan Manuel Bonet el texto que pone letra a la pintura del pintor gijonés, aunque nacido en Luarca (1953). Él mismo admite que hay una banda sonora cosiendo todas sus obras. La pone Érik Satie. Está en las que le miran en su estudio y está en las que el crítico de arte y director del Instituto Cervantes de París ha sacado de él para ocupar el Museo Evaristo Valle. En sus paredes quedará inaugurada, pasado mañana, la última exposición del creador asturiano, que es «todo un viaje» por su mundo, sus gatos, sus seres de papel, sus barcos, sus intensos colores. Un viaje, que ha compartido con Bonet -de hecho el crítico también lo califica de tal- y del que quiere ahora hacer partícipe a todo el que acuda al museo. Y con sus iconos y sus huellas presentes antes y ahora, esas notas de Satie. «El legado del compositor francés es la melodía que está en el interior», dice, «de todo lo que he pintado y sigo pintando».

Por eso esta vez Rodolfo Pico quiere rendirle un homenaje explícito recordando el legendario cabaret de Montmartré donde tocaba el piano, Le chat noir. El gato negro, esa figura que, por una coincidencia no perseguida, habita sus cuadros con una presencia infinita. Su propietario se llamaba Rodolphe Salis y pensando en él Pico cambia su firma, sustituyendo la 'f' por una 'ph', afrancesando en su recuerdo su identidad.

Hasta pinta un perro salchicha al que llama Moulin Rouge. Sin embargo no es curiosamente el de Francia el mapa que aparece en sus lienzos y en sus tablas intervenidas con acrílicos (no es Pico amigo del óleo desde hace años). Lo que él recrea, «siempre», apunta seguro, es Cuba. «La isla ha sido mi tema constante. La pinto, además, desde la nostalgia. Como Eneas, cuando huyó de Troya tras el incendio, yo huyo cargando conmigo la nostalgia, que es la de mi padre. Él es el que era cubano». Narra así el creador cómo sus pinceles llegan todas las veces al mismo lugar e insiste en que lo que hay entre sus bodegones, peces y gatos, faros, paraguas, paisajes y papiroflexias, es «sin ninguna duda», su querida Cuba.

Muestra por tanto en este viaje por su trayectoria, «que no retrospectiva», un París de tributo y una América de recuerdos. Ambos estarán en el museo de Somió, en la exposición que permanecerá abierta hasta el dos de abril y que se verá acompañada de un amplio catálogo con texto del mencionado Juan Manuel Bonet, que en otro tiempo fue también director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y del IVAM. Recorrió Bonet todo el ámbito creativo de Pico y en su estudio-vivienda emprendió la travesía a la que ambos invitan ahora en el Evaristo Valle.

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