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M. F. ANTUÑA
GIJÓN.
Martes, 8 de agosto 2017, 18:26
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En pleno centro de Kiev, la capital de Ucrania, una medianera de un edificio de 20 plantas luce desde hace apenas unos días una imponente pintura realizada por un artista asturiano. Se trata de Javier Robledo (Gijón, 1991), que ejerce como tatuador en Oviedo y que presume de contar con numerosos grafitis en varios muros de Oviedo y Gijón. Pero nunca hasta ahora había afrontado una empresa tan grande y, además, tan lejos. «En Kiev llevan más de dos años trabajando en un proyecto para intervenir en unas 200 fachadas», relata Javier Robledo. El responsable del mismo conocía el trabajo de Javier a través de las redes sociales, contactó con él mediante el correo electrónico, le propuso participar y él dijo inmediatamente que sí. «Hoy, a través de Facebook o Instagram, cualquier cosa que subes recorre el mundo, así fue como el director me conocía», revela este artista que firma como Xav.
«Fue una locura», introduce Javier Robledo. El porqué radica en las múltiples dificultades de una pintura de tal envergadura. La fachada a pintar tenía unos 15 metros de ancho y 70 metros de alto. Y se pintó a rodillo. A Javier le acompañó otro asturiano, Pelayo Inguanzo, que voló con él a la capital ucraniana. La idea era hacer el trabajo en un par de semanas pero finalmente fue neceserio un mes. Y mucha paciencia y más de 300 kilos de pintura distribuidos en cubos de ocho colores: seis marrones, blanco y negro.
Claro que las cantidades son lo menos importante en una obra que requiere de un gran trabajo previo por ordenador. «Cuando estás en la grúa no ves absolutamente nada de lo que está pintado, así que cuando llegamos, vimos la fachada, hicimos el proyecto en photoshop, rediseñé el dibujo y una vez hecho, empezamos a medir y a dividir la pared en líneas y cuadrados», explica. Sin cuadrículas, no hay referencias. Y sin referencias es imposible dibujar. Más aún de la manera en la que se hizo.
De abajo arriba y primero la parte derecha y luego la izquierda en sentido contrario. Es decir, primero se pintó una mitad del niño en vertical y luego la otra. «Tardamos en pintarlo unos veinte días, trabajando de nueve de la mañana a nueve de la noche», apunta Xav, que está satisfecho con un trabajo que también ha gustado a los vecinos de este edificio, en su mayoría de viviendas, aunque en las últimas plantas hay oficinas. Pero lo curioso es que la elección de un niño de color, aunque tenga esa cara de alegría absolutamente contagiosa, también tiene sus detractores. «Yo no lo sabía, pero hay mucha gente racista, y a la gran mayoría le gustaba, pero había un grupo pequeño que no le parecía bien que apareciera una persona negra», lamenta.
La elección de este niño no fue casual. «Es un dibujo que tenía ganas de hacer por lo que transmite, por esa sonrisa, el positivismo», anota Javier Robledo. Buscó fotografías en la red, dio con la imagen de un niño feliz y decidió que sería él quien, a golpe de pintura acrílica, llenaría por completo esos 20 metros de altura.
Este es su proyecto más ambicioso, pero Robledo ha participado ya en otras iniciativas interesantes. «Antes de este hice otro grande en Murcia. En Los Alcáceres pinté una fachada grande e hice otro en el Museo de Bellas Artes de Murcia enmarcado dentro del Street Art Project». Aunque el trabajo de Ucrania no es en puridad un grafiti, pues se sirve de pintura acrílica y no de espray, lo que le lleva al terreno del muralismo, sigue siendo arte callejero, street art, porque Javier Robledo se considera por encima de todo un grafitero. En Gijón, sin ir más lejos, de camino hacia Leroy Merlin, se puede ver un muro decorado por él. En la avenida de Galicia o en Tremañes hay otros grafitis con el sello Xav.
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