Claudio Tolcachir | Dramaturgo y director teatral
«No encuentro otra manera de hablar del dolor que desde el humor»La próxima semana estará en Avilés para ultimar el estreno absoluto de 'Los de ahí' en el Palacio Valdés
Claudio Tolcachir vuelve a Avilés con un estreno absoluto. El director y dramaturgo argentino afincado en España sube a las tablas del Palacio Valdés los ... próximos 13 y 14 de diciembre 'Los de ahí', con Malena Gutiérrez, Nuria Herrero, Gerardo Otero, Nourdin Batán y Fer Fraga narrando una historia de personas que comparten la espera. Un grupo de repartidores protagoniza este montaje con lectura realista y simbólica que viaja a los miedos del hoy.
–El Palacio Valdés es un sitio especial para usted, ya lleva algún que otro estreno.
–La verdad que sí. Hay tantas experiencias: el teatro, la gente del teatro, los restaurantes... Todo tiene mucha historia. En el elenco hay gente joven que nunca ha ido a Avilés y les hemos ido contando cosas. Tiene mucha relación con mi vida en el teatro en España.
–¿Cómo son sus vísperas de estreno?
–Le juro que hay nervios. Depende de la obra y del proceso que hayas tenido, pero la incertidumbre y la inquietud están ahí. Yo en general trato de adelantarme a todo lo que puede pasar. Repito un grupo de arte en escenografía, luces, sonido, vestuario, que es donde está el gran cambio respecto a la sala de ensayos, y está todo controlado. En este caso, tengo la inquietud extra de que al ser un texto mío se vuelve más personal. Es total responsabilidad mía haber imaginado esta historia, armar los personajes y crear la forma de contarlo. En la sala de ensayo vamos a hacer diez o quince pasadas completas, lo cual no me quita la inquietud, me hace llegar con una parte del trabajo muy sólida.
–¿Siempre se necesita una semana más de ensayos?
–Tengo mi parte caótica, esa que hace que me guste explorar en los ensayos, pero la otra parte de mi cerebro es muy ordenada y trata de cumplir con metas. Por supuesto, puede haber accidentes, pero en esta obra estamos ya para llegar a Avilés, estar ahí esa semana y encontrarnos con el público. La obra ya maduró, cuajó, los actores lo tienen. No hay que olvidar que te puedes incluso pasar de ensayos y eso es contraproducente. Hay nervios que son de miedo y otros que se mezclan con las ganas, con el deseo de que se produzca el nacimiento, el encuentro con la gente.
–Habla del nacimiento, hábleme de la gestación, de cómo esta historia le viene a la cabeza.
–Hacía casi siete años que no escribía. Nacieron mis hijos y no pude volver a volcarme en la escritura no sé por qué y era algo que deseaba. Por suerte apareció esta propuesta del CDN, que fue el motor. Te dicen: 'Tienes esta fecha, este teatro, tienes que escribir algo'. Tuve que tener esa obligación para lograr hacerlo. Eso ocurrió hace tres años. Empecé a hacer el trabajo y mis preguntas eran qué cosas me conmueven, qué cosas me interesan, qué universo quiero explorar. Yo siempre tengo los actores antes que el texto y traté de hacer ese mismo camino, armar un elenco, y ni ellos mismos lo sabían, para poder imaginarme una posible historia. Me interesan las situaciones familiares, me interesan las comunidades que uno crea con otros, y apareció esta historia que tenía que ver con un lugar de Buenos Aires donde los repartidores esperan pedidos para entregar en bicicleta. Por esa magia de los procesos creativos pensé 'aquí hay algo', porque hay tiempo de espera, que me interesa, gente en bicicleta, y eso significa algo de movimiento que me apetece llevar al escenario, hay también una cuestión de edades que me gusta para trabajar, está esa comunidad... Son vidas vulnerables. Suelo tener imágenes que me conmueven y de golpe esa no se pierde, se empieza a ramificar y potenciar. Hay cosas que son reales y otras que son muy poéticas, me gusta que ambas se vayan mezclando. Se creó un mundo hermoso y humano de personas que comparten un montón de tiempo y conviven mientras esperan para entregar unos paquetes que les da una máquina, que no tiene nombre y que es la que organiza sus vidas. Ese fue el desarrollo y luego dentro de la obra va surgiendo cada historia, cada vínculo de pareja, de amistad, la paternidad, los problemas de comunicación, la enfermedad... Es una obra donde he podido volcar todas mis heridas y mis obsesiones de hoy, pero sin ponerle nombre.
–Es una reflexión en torno a los miedos de hoy por lo que dice.
–Completamente. Se puede ver como algo realista y también puede ser un gran símbolo: tu vida organizada por una máquina anónima que da órdenes que no puedes discutir y al tiempo convives con otros, te enamoras, te desanamoras... Estos personajes tienen algo más allá de lo que es vivir en un país en el que se habla un idioma que no conoces. Se habla de cómo se naturalizan ciertas cosas, cómo se convive con ciertas tragedias.
–Lo que dice suena angustioso, ¿pero cuál es el tono de la obra?
–Hay muchísimo humor, porque los personajes vienen de comunidades y culturas diferentes y tienen una enorme dignidad para sobrevivir. A mí me encanta el absurdo y en todas mis obras hay un poco de Becket, un poco de Chéjov. La obra tiene una enorme vitalidad, porque es la vitalidad del superviviente que nunca se detiene, que se cae de la bicicleta y se levanta, y tiene mucho humor, porque yo no encuentro otra manera de hablar del dolor que el humor. Tiene una forma clownesca o absurda de contar la tragedia. Es absurdamente humana.
–¿Cómo ha sido dirigir este elenco joven?
–Tuve la libertad de poner armar el elenco que quería, talentoso y muy entregado a explorar y trabajar. Cada minuto de la obra se ha hecho a base de trabajo, prueba, composición del cuerpo y del sonido. De cada actor podría decir cosas maravillosas. Son pedazos de vida sobre el escenario.
–¿Dirigir un texto suyo marca también la diferencia?
–Estoy en un estado grande de agradecimiento porque en este país me están dando esta oportunidad y este espacio. Cuando uno quiere hacer algo, sentir que tanta gente se suma a acompañar, a apostar, a creer... Más allá de la incertidumbre, puedo decir que esta es la obra que soñaba. Tengo esa felicidad profunda de decir 'esto que encontré es lo que andaba buscando' y esa es una emoción especial.
–¿Cómo está viviendo la situación cultural de Argentina en los tiempos de Milei?
–Es un dolor muy profundo porque ya sin hablar de lo que todo el mundo sabe de la bestialidad con que se trata la cultura, está cómo se está tratando a las personas. Lo que más me inquieta no es esta gente que está destrozando impunemente todo, lo que más me duele es la indiferencia, la no reacción. Estoy con incertidumbre, no sé cómo llegamos acá, no sé cómo puede ser que las noticias nos den lo mismo. Siento que es un momento en el que se está enterrando una sociedad que tenía un sentido de la dignidad, de la historia, se está durmiendo, y no sé qué vendrá después. Espero sea un buen reflejo para que otros países no repitan esta tragedia, este dibujo grotesco en que se está transformando Argentina.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión