Alicia en el mundo Momix
El fundador y director creativo de Momix, que el miércoles llega al Teatro Jovellanos de Gijón con 'Alice', desvela los porqués de la icónica compañía
Se acostumbra a decir que la belleza está en el ojo de quien mira, pero el prestigioso coreógrafo Moses Pendleton, que llega una vida ... entera al frente de Momix, la compañía que este miércoles desembarca en el Jovellanos con 'Alice', sostiene que más allá de esa afirmación todo está en la mente. Y la suya es creativa al extremo y capaz de hacer realidad la magia, de mezclar con mimo, delicadeza y buen gusto la música, el movimiento, la acrobacia y el ilusionismo. Eso lleva haciendo durante más de cuarenta años en una compañía absolutamente icónica, reconocida y aplaudida en todo el planeta que busca precisamente conmover, emocionar e hipnotizar con la belleza. Él la descubrió en la granja de Vermont en la que creció, donde alentó un amor hacia la naturaleza que está latente y presente en todos sus shows.
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Supo muy pronto Pendleton plantear una mirada estética sobre lo que le rodeaba, pero supo también qué exige un ojo crítico y abierto al mestizaje: «En mi caso se combinó la mirada estética con ver el mundo atléticamente, a través del cuerpo, para crear algo que, aunque no siempre fuera hermoso, fuera interesante para el público», anota desde Nueva York el creador estadounidense, que resume así la máxima de su trabajo al frente de Momix: «Intentamos buscar la belleza, la belleza visual y la belleza corporal, pero a nuestra manera, a menudo inspirados en formas naturales».
Así caminan hacia lo inesperado, buscan que esa mente del público llamado a experimentar la belleza dé con ella. Su receta, en el caso de 'Alice', que parte de 'Alicia en el país de las maravillas', es así de sencilla y compleja a la par: «Nos alimentamos de lo inesperado. Intentamos que todo siga siendo extraño. La música ayuda a crear un ambiente sobrenatural. Lo humano se mezcla con lo animal en la historia de Carroll y en la nuestra», resume.
Dar con esa manera de ser y estar en el escenario requiere de esfuerzo, de disciplina y, por supuesto, de inspiración. «Crear es un proceso. Los momentos más felices son los de descubrimiento. Pero a esa euforia le siguen los momentos difíciles de repeticiones interminables a medida que trabajamos y refinamos el material», explica. Y lo resume una frase corta y contundente: «Crear es la suma de momentos eureka y de disciplina».
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–¿Pero cómo nacen las ideas?
–¿Qué significa sumergirse en la madriguera del conejo? Para mí, significa entrar en contacto con la corriente del subconsciente. A menudo nado en un estanque alimentado por un manantial para inspirarme, especialmente cuando el agua está fría y las ideas empiezan a cristalizarse.
–¿Y no teme el creador quedarse sin inspiración?
–Inspiración significa inhalar. Si –o mejor dicho, cuando– dejo de respirar, me habré quedado sin inspiración. ¿Tengo miedo a que llegue ese momento? Sí, y utilizo ese miedo para impulsarme a una esfera superior de creatividad.
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Lo dicho, no exige soledad sino buena compañía: «Como decía John Lennon, 'me las arreglo con un poco de ayuda de mis amigos'». Y él tiene a su lado a la directora asociada de la compañía, Cynthia Quinn. «La colaboración es clave», concluye. Y ahonda en los porqués de esa compañía creada en 1981: «Tal vez el tema principal de Momix sea la metamorfosis. Ese es el árbol del que surgen muchos de nuestros espectáculos. Me sumerjo en la naturaleza y el arte, como lo hicieron Van Gogh y Monet, y espero que algo brote».
Tiene Pendleton un currículo que apabulla absolutamente. Ha trabajado en cine y televisión, en la Scala de Milan o en ceremonias de los juegos olímpicos, pero pese a ello, no ve que sus espectáculos hayan alcanzado la perfección, pero sí conoce cuál es su receta personal para avanzar en ese camino: «La ilusión, saber que los detalles importan, y el trabajo físico unido a la imaginación».
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Es curioso que para lo dicho importan poco las palabras y menos aún los lugares, el espacio y el tiempo. Lo mismo sucede para ver 'Alice' o cualquiera de sus espectáculos, que se acogen con igual entusiasmo en diferentes geografías y culturas: «Momix habla un idioma universal, algo que el lenguaje no puede hacer».
Ha trabajado en numerosas ocasiones en Europa y asegura que para él hacerlo es «liberador». Viajar a este lado del Atlántico es inpirador y alentador para él, que incluso estudió las ilustraciones que Dalí hizo para 'Alicia en país de las maravillas' para poner en pie el espectáculo que ahora llega a Gijón. «Me gusta la forma en que los españoles se ponen de pie cerca unos de otros mientras hablan, a veces agarrándose de un brazo, como si estuvieran físicamente conectados. Me gusta la cultura de las tapas y la rutina española de la siesta», revela, y añade que los bailarines están felices de que la gira les acerque ahora a este país.
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Él, que bromea con el hecho de con la llegada de Trump a la Casa Blanca muchas personas del mundo cultural americano están barajando mudarse a España, tiene a sus 75 años una carrera larga a sus espaldas, pero aún le quedan asignaturas pendientes: «¡Me queda tanto por hacer! Siento que todavía sigo avanzando con la fotografía. Erik Satie escribió 'Memorias de un amnésico'. Yo sigo trabajando en las mías».
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