Recomponer la luz
Javier Victorero presenta una exposición en la Sala Trascorrales que se podrá visitar hasta el domingo dentro de la Semana Profesional de Arte de Oviedo
Unas cuarenta obras, todas ellas inéditas en Asturias, inundan el templo en el que Javier Victorero ha convertido la Sala Trascorrales para la Semana Profesional del Arte de Oviedo ... . Solo hasta el domingo, su trabajo se podrá ver dispuesto cuidadosamente en las paredes de este lugar que ahora toma forma de planta basilical y que acoge todo un discurso estructurado en torno a la luz. La luz, que es el eje central de esta edición de la Semana pero también uno de los pilares en los que se asienta el trabajo del artista ovetense. «Es un tema siempre presente, independientemente de la semántica y de la sintaxis que pueda tener cada serie», reconoce él mismo.
El espacio, con sus columnas, sus techos altísimos y su singular luminosidad le permiten jugar al juego de inventarse un espacio que albergue su trabajo, así que ha creado capillas laterales alrededor de un centro vacío que conduce hacia una cabecera coronada por ábside y coro. Y en este ambiente deliberadamente espiritual, la luz se cuela por las ventanas pero también se descompone sobre las paredes: algunas de ellas han tomado tonos azules, amarillos, rojos y verdes, inspiradas en las paletas RGBy CMYK. «Descompongo los colores para componer la luz», afirma; «como artista, es uno de mis anhelos». Y entre la obra y la pared se establecen también «relaciones internas» que son «poéticas, formales y semánticas». «Cuando estás aquí», explica, en ese espacio meticulosamente pensado, «te invade el color» y, al combinarse los tonos en la mente, «se van uniendo y generando luz mental».
Hay un trasfondo místico en esta descomposición abstracta hacia la pureza que se materializa en colores primarios y que carga de significado cada esquina del lugar. «La sensualidad es el primer paso por el que entra la luz», dice el pintor, que aquí la utiliza como «metáfora no solo de conocimiento, sino también de espiritualidad». Se rinde al color, sí, pero lo compensa con el descanso visual del blanco y del negro tanto en el espacio como en la pintura. Cuando trabaja con estos cromatismos saturados, «de repente necesito la limpieza del blanco y negro», confiesa, y despojarse con ello de matices emocionales, «pues el color tiene una fuerza que te lleva y que es muy atractiva en muchos momentos, pero que a la vez satura».
Victorero quiere contar en sus cuadros nada menos que «el mundo entero» y aunque los construye con una abstracción geométrica casi hipnótica, el conjunto de su trabajo forma una unidad transparente y honesta donde la pintura es un vehículo emocional y la luz, que todo lo baña y todo lo llena, se despoja para mostrar sin barreras hasta dónde llegan sus infinitos matices.
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