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El baile de máscaras, en todo su esplendor, ayer en el Teatro Campoamor.

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El baile de máscaras, en todo su esplendor, ayer en el Teatro Campoamor. FOTOS: ÓPERA DE OVIEDO

'Un baile de máscaras' genuino y aplaudido

Brillaron los tres protagonistas, con una gran solvencia vocal. Sobre todo, Anna Pirozzi y Juan José Rodríguez

Viernes, 15 de noviembre 2019, 01:06

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Ateniéndose al suceso histórico, Verdi situó 'Un ballo in maschera' a principios del XVIII, en la Corte de Gustavo III de Suecia. La censura napolitana, además de borrar cualquier referencia a la monarquía, exigió, entre otras cosas peregrinas, que no hubiese baile de máscaras y que Amelia y Renato fuesen hermanos, lo mismo que un siglo después hizo la censura española con 'Mogambo'. Verdi se olvidó de Nápoles y estrenó su ópera en Roma, en la que la censura, más tolerante, solo le exigía que alejase la acción fuera de Europa, por lo que el compositor la situó en la América anglosajona. La representación producida por la Orquesta de la Ópera de Budapest, que ayer se estrenó en el ovetense Teatro Campoamor, devuelve la obra a su espacio original, el interior palaciego y neoclásico de las cortes europeas del setecientos. Y lo hace con suma elegancia, entresacando una sugerente luz palaciega. Una obra genuinamente verdiana, bien cantada y con el valor añadido de una escenografía clásica, pero muy sugerente, que desprende una luminosidad intimista y que gustó mucho.

Al director de escena Fabio Ceresa le recordamos en Oviedo por su hermosa versión, en la anterior temporada de 'La clemenza di Tito'. Ceresa, un director de talento, ha trabajado en la restauración de producciones operísticas de Zeffirelli y otros directores de la segunda mitad del siglo XX, consideradas como históricas. El conocimiento de esa tradición escenográfica se palpa en su concepción de 'Un ballo in masquera'. Incluso la libertad que se toma en el segundo acto, al cambiar el 'horrido campo' -el pago en donde crece el árbol del olvido- por un fumadero de opio -lugar en donde se duerme y olvida-, no desentona.

Es un escenografía de interiores con un movimiento de los grupos muy simétrico y muy cómodo para los solistas, ya que están siempre en primer plano. Estéticamente, funciona y recuerda a las grandes producciones operísticas verdianas de los años sesenta del siglo pasado.

Gianluca Marcianò es un entusiasta de Verdi. Al frente de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias dirigió 'Un ballo' con vitalidad y claridad de ideas. Sin embargo, a veces faltó empaste. Sobre todo, en los violines, cuando tocaban en sobreagudo.

Marcianò es muy efectista en cuanto a dinámicas y colores, dándoles a los metales una sonoridad tétrica muy característica de la obra.

Entre tanto, el coro desempeña una doble función en el drama. Una es la del coro de los cortesanos, coro mixto que honra sin adular la figura del rey. Otra es el coro cercano a los conspiradores, coro de voces viriles y registros graves. El Coro de la Ópera de Oviedo estuvo muy correcto siempre, bien afinado y suelto en escena.

'Un ballo in maschera' es una historia de amor triangular, en la que la lucha por el poder, la conspiración contra el Rey, no es más que el fondo que rodea a la pasional historia protagonizada por un tenor, un barítono y una soprano.

Pero, antes de pasar a los protagonistas, mencionemos las otras voces, también importantes en el drama. Judit Kutasi, mezzo rumana, es coprotagonista del primer acto en el rol de Ulrica, la bruja satánica. Su invocación al rey de las tinieblas posee una expresividad tétrica declamada con potencia y fuerza. Estamos ante una mezzo que sabe abordar con precisión esos papeles demoniacos característicos de las voces graves y que tiene una presencia en escena -aunque está casi siempre sentada- llena de empaque y fuerza.

El papel de Oscar, paje del rey y heredero de los personajes adolescentes interpretados por una mujer propios del teatro francés, fue encarnado con solvencia escénica y teatral, con soltura y gracia, por Inés Ballesteros.

José Bros es un Gustavo III de un impecable lirismo. Al principio estuvo muy medido. Cantó muy bien, pero quizá le faltó poder dramático para este papel. Aunque estuvo frío en su aria de salida, 'La rivedra nell'estasi', fue mejorando hasta hacer un tercer acto más intenso.

El personaje de Amelia posee una complejidad vocal y escénica en la que se deben sintetizar el dramatismo y la agilidad. Anna Pirozzi reúne esas dos cualidades. Es una soprano dramática con una buena densidad en los registros medios de la voz, pero, al mismo tiempo, con agilidad, coloratura y potencia en los agudos.

Por último, Juan José Rodríguez -junto con Anna Pirozzi, fue uno de los grandes triunfadores de la noche- interpreta a un Renato de una gran versatilidad, en la que confluyen la lealtad, el amor, los celos y el odio. Muy aplaudido ya desde el primer acto y con 'bravos' intensos. Un gran baile de máscaras.

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