Calendario de adviento
Día 5: Crónicas mágicas de la Navidad asturianaDesde el mágico L'Anguleru hasta el ancestral Nataliegu y las mascaradas de invierno: un recorrido por las historias y costumbres que hacen única la Navidad en nuestra región
Asturias no solo se llena de luces, nieve y castañas asadas durante este mes: también revive nuestro rico legado de leyendas y personajes mágicos que ... combinan la tradición pagana, la cultura rural y el imaginario actual. Dentro de nuestro calendario de adviento, recorremos algunas de estas historias más entrañables —y, en algunos casos, más desconocidas— dentro de la cultura asturiana.
El Papá Noel asturiano: L'Anguleru
Quizás el más famoso de los personajes navideños asturianos por su actualidad, y es que el L'Anguleru nació en 2008 con la intención de rescatar tradiciones ligadas al mar y al medio rural. Su historia cuenta que cada diciembre parte desde el 'Mar de los Sargazos' en su barco, y llega a las costas asturianas —de forma misteriosa y casi mágica— para preparar su chalana y repartir regalos en Nochebuena para todos los niños de los diferentes concejos.
Pero para cumplir su misión necesita encender el Nataliegu, un tronco de roble mágico, y así transformarse en personaje navideño; tras eso, junto a sus 'llendadores y llendadoras' reparte ilusión, regalos y un mensaje de respeto por la naturaleza, el mar y el entorno rural entre los más pequeños.
La llegada de L'Anguleru —habitualmente en diciembre— marca para muchos en Asturias el pistoletazo de salida de la Navidad.
Nataliegu: el antiguo tronco de Navidad
Antes de que los abetos importados o los árboles comprados inundaran los salones de nuestras casas, en Asturias existía otra costumbre: el uso del 'Nataliegu'. Se trata de un tronco de roble (carbayu) que se encendía en Nochebuena —sobre las cenizas de la hoguera del año anterior— y cuya llama ardía durante toda la noche. Las cenizas resultantes se guardaban hasta el año siguiente, ya que se creía que protegían la casa del mal, los rayos, y traían fertilidad a tierras y ganados.
En muchas localidades, al Nataliegu lo acompañaba lo que podría considerarse un antecedente del árbol de Navidad: el Ramu Nadal —una estructura de madera decorada con ramas de hoja perenne, cintas, frutos y dulces—, que simbolizaba la esperanza de prosperidad y abundancia para el año que entraba.
Aguinaldos, mascaradas y el espíritu de las costumbres
Otra de las tradiciones más antiguas y populares de la Navidad asturiana son los aguinaldos. En muchas aldeas y pueblos, los mozos, y en ocasiones los más jóvenes, recorrían las casas pidiendo 'aguinaldo' —dulces, comida, castañas, sidra…— a cambio de villancicos, poemas o simplemente buenos deseos. Esta costumbre evocaba la solidaridad y hospitalidad de la comunidad en tiempos de invierno y escasez.
Estas visitas podían ir acompañadas de falsos disfraces, máscaras y personajes a medio camino entre lo pagano y lo fantástico: los llamados Guirria (o guirrios), los Os Reises, los Aguinaldeiros… figuras que representaban entidades de la naturaleza, espíritus del bosque o fuerzas primigenias, que recorrían casas en Nochebuena, Año Nuevo y Reyes complaciendo (o asustando) con sus bailes, saltos, cencerros, cantos y rimas tradicionales.
Por ejemplo, en el concejo de Ponga, en Beleño, cada 1 de enero sale el Guirria acompañado por mozos a caballo y niños en burro; su presencia evocaba la renovación del ciclo agrario y la expulsión de los males del año viejo.
Estas mascaradas mezclan herencia pagana —culto al bosque, al animal, al ciclo de la naturaleza— con la tradición cristiana, y durante muchos siglos formaron parte del ritual colectivo del invierno en Asturias. Con el paso del tiempo fueron decayendo, pero en los últimos años algunas han sido rescatadas con orgullo por diferentes pueblos de la región.
En la Asturias contemporánea, muchas de estas tradiciones conviven con nuevas adaptaciones: casas con árboles importados, Papá Noel, Reyes Magos… Pero personajes como L'Anguleru o rituales como el Nataliegu sirven como puente entre el pasado y el presente. Esa convivencia refleja también nuestra riqueza cultural: una tierra donde cada rincón, cada valle o concejo, conserva (o reinterpreta) su propia forma de vivir la Navidad.
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