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Lauren Bacall se reencuentra con Bogart

Lauren Bacall se reencuentra con Bogart

Fallece a los 89 años en Nueva York uno de los últimos mitos del Hollywood clásico

OSKAR L. BELATEGUI

Jueves, 14 de junio 2018, 16:43

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Lauren Bacall tenía tanta clase que eligió para morir su domicilio en el mítico edificio Dakota, en Central Park, a cuyas puertas asesinaron a John Lennon y Polanski rodó 'La semilla del diablo'. En esas calles del alto Manhattan, vedadas para vivir al común de los mortales, la actriz había crecido en el seno de una familia judía, que puso el grito en el cielo cuando a los 19 años soltó que se iba a Los Ángeles a probar suerte como actriz. Este martes moría a los 89 años uno de los últimos mitos del Hollywood clásico, un icono de elegancia y misterio asociado para siempre al cine negro, donde su mirada felina era promesa de inteligencia y peligro.

Todavía sin reponerse del suicidio de Robin Williams, Hollywood se bañaba en nostalgia para despedir a una mujer que supo sobreponerse a su condición de viuda de una leyenda, Humphrey Bogart, y demostrar que, además de un rostro fascinante, poseía personalidad. En 1992, recogió el Premio Donostia y compartió confidencias con Gena Rowlands por las calles de San Sebastián. Como buena diva volvió un poco locos a los responsables del festival -quiso llevarse un jamón entero y cambió los caros billetes de regreso en primera-, pero a cambio regaló a los periodistas su risa sarcástica y un agudo sentido del humor. «¿Bogart? Era el mejor. Algunos deberían haberle conocido más, como sus hijos», ironizó. Y recordó que en los 50 plantó cara junto a su esposo al senador McCarthy, instigador de la 'caza de brujas': «Un personaje odioso, celebro que ya no esté entre nosotros. Aunque algunas actitudes del Partido Republicano me recuerden aquella época».

Idilio con Sinatra

Betty Joan Perske Weinstein soñaba con ser Bette Davis, pero a los 18 años se conformó con el título de Miss Greenwich Village. Ya en Los Ángeles, tuvo la fortuna de que Howard Hawks buscara «una Marlene Dietrich, pero más cálida». Y encontró a una diosa alta y delgada de voz de lija y mirada flamígera. Hawks se negó a que le retocaran las cejas y arreglaran los dientes. El director le rogó que no subiera el tono de la voz para hacerla más aguda y que bajara la cabeza ante la cámara para que los ojos se abrieran más. Cuando debutó en el cine en 1944 con 'Tener y no tener' la bautizaron 'The Look' (La Mirada).

Bogart, que le llevaba 25 años a aquella muchachita del Upper West Side, sufría por entonces un matrimonio con su tercera mujer, alcohólica, y odiaba el ambiente de los estudios. Prefería la compañía de escritores como Faulkner y Hemingway, de quien Bacall se aprovechó por partida doble: cultivó su amistad y se benefició de los guiones que escribieron para lo que hoy son clásicos del film noir. Si cada frase de 'Tener y no tener' parece una sentencia -«es incluso mejor cuando colaboras», le espeta a Bogey tras besarle-, en su segunda película juntos, ya casados, 'El sueño eterno', la prosa de Raymond Chandler derivaba en un gozoso combate de pullas entre la pareja.

Juntos repetirían en otras dos cintas memorables, 'La senda tenebrosa', de Delmer Daves, y 'Cayo Largo', de John Huston. Bogart no renunció al Martini ni al tabaco a pesar del cáncer de pulmón. Y Bacall estuvo a su lado hasta su muerte en 1957. Tuvieron dos hijos, Stephen y Leslie. La actriz, que sufrió la ausencia de su padre desde los 10 años, siempre ha reconocido que buscó en su primer esposo una figura paterna. Después llegó un idilio intermitente con Frank Sinatra que hizo correr ríos de tinta en Hollywood. «Mi relación con Frank no fue muy sentimental», ventiló en San Sebastián. No quiso recordar el anuncio antes de tiempo de su compromiso matrimonial con La Voz, que después estuvo dos décadas sin hablarla.

Marido alcohólico

A finales de los 50, la carrera de Lauren Bacall languidecía. Regresar a Nueva York para actuar en Broadway cambió su suerte profesional. 'Harper, investigador privado' y 'La pícara soltera' son sus filmes más apreciables de los 60, antes de convertirse en invitada de lujo en cintas que demandaban glamour del pasado, como 'Asesinato en el Orient Express'. En su vida personal no tuvo tanta fortuna y su segundo matrimonio con Jason Robards terminó antes de tiempo por su alcoholismo. Su hijo Sam hoy es actor.

La ganadora de un Oscar honorífico en 2009 publicó dos libros de memorias y siguió trabajando hasta el fin de sus días. Robert Altman ('Pret-a-porter') y Lars Von Trier ('Dogville', 'Manderlay') se aprovecharon en la madurez de su belleza enigmática. «Ser una estrella no es una profesión, es un accidente», puntualizaba. Su hijo Stephen, al confirmar su muerte, reconocía al mito: «Su vida habla por ella. Y ha tenido una vida maravillosa, mágica».

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