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El actor Adolfo Fernández, ayer, en el Filarmónica. ALEX PIÑA
Las víctimas de la riqueza

Las víctimas de la riqueza

El actor Adolfo Fernández brilló en la adaptación teatral de la aclamada novela 'En la orilla', de Chirbes

DIEGO MEDRANO

OVIEDO.

Domingo, 4 de noviembre 2018

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Llegó anoche al Teatro Filarmónica de Oviedo la adaptación de la novela 'En la orilla', de Rafael Chirbes (Premio Nacional y de la Crítica 2014). Corrupción, crimen, suicidio, sexo, amor. La puesta en marcha de la narración: el hallazgo de un cadáver en el pantano de una localidad costera. Esteban, personaje principal, se ve obligado a cerrar la carpintería de la que es dueño, dejando en el paro a los que trabajan con él, mientras cuida de su padre enfermo, en fase terminal. Su papel es doble, víctima y verdugo, y en la minuciosa indagación de los escombros encontramos los valores que han regido una sociedad, además de un tiempo exacto. Bajo la dirección de Adolfo Fernández el reparto es de lujo: Sonia Almarcha, Óscar Zafra, Rafael Calatayud, el propio Fernández, Ángel Solo, Mariano Llorente y Yoima Valdés.

Texto introvertido, denodado esfuerzo actoral, el desmoronamiento del estado de bienestar y su reverso, siempre la codicia, por la que acaban pagando los situados en el escalón más bajo. Los sueños rotos, las ilusiones perdidas en un hombre vencido por su pasado y el tiempo que le ha tocado vivir. La voracidad del capitalismo, que también muerde y devora familia, relaciones personales, códigos sociales, amistad, perspectivas de futuro. Cosmorama de burgueses de medio pelo caídos en desgracia después de la explosión de la burbuja inmobiliaria. Retrato desolador y auténtico sobre las consecuencias del pelotazo inmobiliario.

Adolfo Fernández (Esteban) sobresale en las tablas con la arrogancia del vencido y el contrapunto establecido con otros dos monstruos: Rafael Calatayud y Óscar Zafra. «No hay riqueza inocente», dijo Chirbes al presentar su obra, antes de premios y de todo un país conmocionado por este texto. La riqueza, efectivamente, siempre deja víctimas tras de sí, explotaciones, plusvalías y débitos que aquí se subrayan en cada escena o diálogo. Juego de espejos donde la miseria moral, en cercanía y pequeñito, está por encima del Ibex o las multinacionales. Obra dura, no se salva nadie, sin lecciones ni moralina, a pelo y calzón quitado, retrato social catártico, aún más temible en sus consecuencias directas sin teoría.

La luz de Chirbes es negra, todavía más en escena, la esperanza parece no existir, los chorizos de poca monta nos siguen robando en la medida de sus posibilidades. No es teatro político, sino radicalmente actual. Lo peor no son los ejemplos del mal sino sus cómplices, es el sabor de boca que deja. El público aplaudió con ganas.

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