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Pilar Fatás. P. LORENZANA
«Los creadores de Altamira eran muy parecidos a nosotros»

«Los creadores de Altamira eran muy parecidos a nosotros»

Pilar Fatás abre el ciclo del Ridea dedicado al arte paleolítico y sus museos repasando los misterios de la famosa cueva cántabra

D. MEDRANO

OVIEDO.

Miércoles, 31 de octubre 2018, 00:28

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El ciclo dedicado por el Ridea al 50 aniversario del descubrimiento de las pinturas rupestres de Tito Bustillo tuvo ayer como acto inaugural la conferencia de Pilar Fatás Monforte, directora del Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, que llevaba por título 'Conocer Altamira en su Museo'. Desde los inicios del descubrimiento paleolítico a cargo de Marcelino Sanz de Sautuola en torno a 1879 al presente. La llamada Capilla Sixtina de la Prehistoria consta de trescientos metros salpicados de figuras, cuyos temas genéricos son la naturaleza como inspiración y una selección intencionada de animales: bisontes, caballos, ciervos, renos, mamuts, pero ni aves, insectos, vegetación o astros (soles, lunas). Ello indica que los sapiens no reproducían solo lo que veían, lo que unido a la aparición de signos abstractos, sin código actual para su descifre, complica aún más el enigma de su composición, de su sentido. Niega Fatás la imagen de «un sapiens con el garrote al hombro» y se inclina por «un aspecto similar al actual de cualquiera de nosotros, vestidos con pieles de animales, y conocedores de la música y los adornos en la indumentaria».

La joya del conjunto sería la sala de los bisontes policromados, junto a la reproducción de seres antropomórficos, dotados de manos y máscaras, donde la representación humana no sigue -en opinión de Fatás- parámetros naturalistas. Seres medio humanos y medio animales, de origen desconocido, unidos a los célebres bisontes en el aprovechamiento de las protuberancias de las rocas, en gestos tumbados o de cabeza vuelta, donde el soporte siempre se incorpora a la obra en su repertorio de temas. Frecuentes 'dedadas', pinturas hechas en su mayoría con buril de sílex y carbón vegetal (que solo permite tonalidades rojo y negro) y cuyo proceso solía ser la disolución del polvo en óxido. De vital importancia son el aprovechamiento del color dorado de la roca, a título de volumen y otro protagonismo. Empleaban, asimismo, 'tubitos' que permitía soplar el color por ellos y conchas a título de espátulas o elementos ayudantes.

Veinte mil años de arte rupestre encierra Altamira, «cueva frágil» con amenazas de numerosos derrumbes a lo largo del tiempo que generó la construcción de barandillas, andamios y otros soportes, hoy lamentados, y «cueva vieja», con igual número de grietas y el propio derrumbe de su boca. De los casi doscientos mil visitantes de los años setenta, se pasó a ocho mil y a los doscientos cincuenta anuales de hoy, debido a la fragilidad de las pinturas y pigmentos. El Museo Nacional de Altamira, con la reproducción de la cueva, más añadidos multimedia, cafetería y tienda ronda desde el año 2000 los cuatro millones de visitas. La llamada 'Neocueva' no es un sucedáneo sino que mejora la construcción original.

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