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Emilio Rodríguez, el 45.586 de Buchenwald

Emilio Rodríguez, el 45.586 de Buchenwald

Al menos 186 asturianos fueron deportados a campos de concentración nazis, una cifra que no para de subir Su familia ovetense recupera y entrega al Archivo Histórico los objetos requisados al apresarlo

AIDA COLLADO

GIJÓN.

Jueves, 30 de enero 2020, 00:33

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Lo más doloroso de las listas de víctimas es el vacío. La nada que sigue a los apellidos, la historia que no se cuenta. Todo aquello que dio sentido al nombre y que desaparece. Tras un nombre solo hay otro. Otra historia que no se contará. Más dolor y, en ocasiones, algunos bienes materiales, en su día preciados y hoy olvidados. De eso saben mucho en el Arolsen Archive-International Center, que colabora desde hace un año con Antonio Muñoz, investigador gijonés de la Universidad Rovira i Virgili, para dar luz a tanta oscuridad. Para dar significado a los nombres y entender las fotos, los documentos, los objetos que permanecen en los archivos alemanes y pertenecieron a los deportados españoles a los campos de concentración. Para devolver las piezas del puzle a sus familiares. Las cifras oficiales hablan de 181 asturianos deportados. Muñoz ya tiene conocimiento de otros cinco: «Lo que hay hasta ahora no son investigaciones exhaustivas, todavía quedan muchos por localizar», advierte.

Una de esas historias es la de Emilio Rodríguez, quien, aunque gallego de nacimiento, eligió Asturias para olvidar el terror. Un caso atípico. La mayoría de los deportados a campos de concentración nazis eran republicanos exiliados a Francia tras la Guerra Civil, que se encontraban en el país galo cuando fue invadido por las tropas alemanas. Emilio, no. Luchó contra Franco, sí. Pero después se quedó en Asturias, donde vivía su familia. Y aquí, en aquellos inicios de la posguerra, tomó fotos del Campo San Francisco, del Teatro Campoamor quemado, de su gijonesa novia -después, esposa- Angelines... Él fue uno de los 10.000 españoles que entre 1941 y 1942 se fue a Alemania en busca de trabajo. Lo encontró en una fábrica no muy lejana a Berlín. Tras salir vivo de la contienda española, fue un comentario crítico sobre Hitler lo que le llevó durante casi tres años al campo de Buchenwald. Y, de nuevo, sobrevivió. Fue liberado en abril del 45 y se fue a París, pero su maltrecha salud, a la que el castigo pasó factura, le hizo regresar a Asturias. Aquí vivió con Angelines y tuvo dos hijos. Murió, ya viudo, en los años noventa.

Nada de eso se sabía cuando Muñoz comenzó a seguir el rastro de su nombre y de los objetos que le habían quitado al inicio de su cautiverio, hace más de setenta años. «Detrás de los nombres, hay historias. Estos objetos nos permitieron saber algo más de su vida. Pero el de Asturias es un caso único de desinterés. En todas partes hay libros, estudios, homenajes y conocimiento público. En Asturias no sabemos prácticamente nada de los asturianos deportados a campos de concentración. Pero nunca es tarde», anima.

El historiador gijonés Antonio Muñoz impartirá este viernes una conferencia «En todas partes hay libros, homenajes, estudios... En Asturias no sabemos nada de ellos»

Hace meses, gracias a la incansable labor de Maribel Luna, quien se carga a la espalda una labor que muchos consideran responsabilidad de las administraciones públicas, encontraron a la hija de Emilio, que vive en Oviedo. En diciembre reclamó las pertenencias de su padre y este mes se las hicieron llegar. Como no tiene descendencia, su decisión ha sido entregarlas al Archivo Histórico de Asturias.

Así, su historia seguirá viva. Aprovechando el acto de entrega, de Emilio y muchos más asturianos hablará Muñoz este viernes, en el salón de actos del Archivo Histórico de Asturias, a las seis de la tarde. Está prevista la asistencia de los directores generales de Patrimonio y Cultura, Pablo León, y de Emigración y Memoria Democrática, Begoña Serrano.

El historiador insiste en denunciar el escaso reconocimiento de las víctimas asturianas del nazismo. Y, de ahí, la poca repercusión pública de la muerte el año pasado de Vicente García Riestra, el último asturiano vivo de Buchenwald. Otro caso: «José Rendueles de la Sala era periodista en Gijón. Cabe pensar que era conocido, que había gente que le seguía, le leía». Y, sin embargo, el suyo fue uno de esos nombres que acabaron por perderse en una lista negra. «Apareció casi ochenta años después en un libro, pero nadie se interesó por saber su historia... Y lo mismo ocurre con los 1.100 niños de la guerra que fueron enviados a la Unión Soviética». Al menos, ahora, Asturias sabrá quién y qué fue de Emilio Rodríguez, el 45.586 de Buchenwald.

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