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Una de las pocas imágenes de Servando Ovies.
El empresario que vestía como un marinero

El empresario que vestía como un marinero

La ficha forense del avilesino Servando Ovies, fallecido en el naufragio, pone en duda que sea su cuerpo el que está enterrado en Halifax

Pablo Antón Marín Estrada

Lunes, 20 de noviembre 2017, 20:46

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En alta mar. A punto de una gran catástrofe. Un transatlántico choca contra un banco de hielo», así titulaba EL COMERCIO una información a media columna en la segunda página el 16 de abril de 1912, en la que se daba cuenta de la colisión contra un iceberg del vapor 'Titanic' a la altura de Terranova. Las noticias sobre el suceso fueron confusas en las horas que siguieron al hundimiento del transatlántico y habría que esperar a la edición del día siguiente, cuando ya confirmados los peores pronósticos, el decano de la prensa asturiana abría en portada (bajo una esquela a seis columnas del empresario Ernesto Guilhou y Shinger) titulando: «La espantosa catástrofe del Titanic. Se ahogan más de mil pasajeros».

Entre las más de mil personas que perecieron en el naufragio -la cifra final sería de 1.513- había un asturiano, Servando Ovies, natural de Avilés y emigrante de fortuna en Cuba, que había embarcado desde Cherburgo rumbo a Nueva York. La noticia no llegó al Principado hasta pasada una semana de la tragedia, donde recogía su muerte 'LA VOZ DE AVILÉS'. Hoy gracias a internet podemos incluso visitar virtualmente el cementerio donde supuestamente está enterrado el cuerpo identificado como Servando Ovies, en Halifax (Nueva Escocia), la localidad canadiense en la que recibieron sepultura la mayoría de los cadáveres rescatados del naufragio del 'Titanic'. Y decimos supuestamente, pues en el caso del astur-cubano no está claro si los restos que se identificaron como los suyos le pertenecen y si el cuerpo nº189 enterrado bajo la lápida con su nombre se corresponde con el del asturiano; la descripción de las ropas que llevaba en el momento del rescate -«Abrigo y chaleco negros, pantalones de sarga azul, camisa gris marcada 'J.R'»- le hacen anotar al anónimo autor de su registro : «Probably a sailor» (probablemente un marinero). Lo único que no ofrece dudas es que Ovies viajaba en el transatlántico cuando se hundió y que no estaba entre los 709 pasajeros que se salvaron.

Las nuevas tecnologías nos permiten incluso conocer hasta su número de pasaje en el vapor: 17.562; el precio que pagó por él: 27 libras (con 14 chelines y 5 peniques) o el camarote que ocupaba: D43, en primera clase. También la fecha en que fueron inhumados sus supuestos restos, un mes después del naufragio en Mount Olivet, tras un primer enterramiento en el cementerio de Fairvew. El testimonio de sus descendientes a diversos medios españoles en el año del centenario y las investigaciones de historiadores como Juan Carlos de la Madrid, nos permiten reconstruir los motivos del que iba a ser el último viaje de Servando Ovies y la biografía de este acaudalado emigrante nacido en la calle del Rivero de Avilés, en 1876.

Se fue a Cuba con 15 años, donde sería acogido por su tío José Rodríguez López, fundador de El Palacio de Cristal, una emblemática sedería de La Habana de la que llegaría a ser gerente el joven avilesino. El comercio importaba géneros de París para sus exclusivos clientes y Ovies realizaría varios viajes a Europa con ese motivo. En el último de ellos hace escala en España para visitar a su familia, luego seguiría hasta París y una vez concluidas sus gestiones comerciales se desplazaría a Cherburgo para embarcar en el 'Titanic' y regresar a La Habana, vía Nueva York.

Ficha Forense. «Sexo, varón. Edad estimada, 28. Pelo oscuro. Ropa: abrigo y chaleco negros y pantalón de sarga azul, camisa gris marcada J. R. Sin señales. Probablemente, un marinero».
Ficha Forense. «Sexo, varón. Edad estimada, 28. Pelo oscuro. Ropa: abrigo y chaleco negros y pantalón de sarga azul, camisa gris marcada J. R. Sin señales. Probablemente, un marinero». E. C.

Se cuenta que en su banquete de despedida, celebrado en la hoy conocida como Casa Magdalena, acalló los temores de los suyos ante su próximo viaje en el transatlántico afirmando: «En el 'Titanic' voy a estar más seguro que en esta casa». No era una exageración para tranquilizar a sus familiares: el vapor salido un año antes de los astilleros de Belfast estaba considerado el más seguro del mundo. Su naufragio dejaría luego al descubierto numerosos fallos de seguridad en su diseño como buque teóricamente insumergible. La madrugada del 14 de abril, cuando el choque con un bloque de hielo desencadenó la tragedia tal vez, en los momentos de zozobra que siguieron a la orden de embarcar en los botes salvavidas, le viniera a la mente a Ovies la frase que había pronunciado en la reunión familiar de Avilés. Tres días después EL COMERCIO lo contaba así, recogiendo un cable de Nueva York: «El imponente siniestro se consumó a las tres de la madrugada (...)El choque fue violentísimo, pues el 'Titanic' llevaba la velocidad máxima. Los pasajeros dormían cuando fueron despertados por el trágico choque contra un banco de hielo. Prodújose considerable vía de agua, inundándose rápidamente el buque. En barcos pequeños se salvaron la mayoría de las mujeres y de los niños. Aún se carece de detalles».

No sabemos si el pasajero del camarote D43, Servando José Florentino Ovies y Rodríguez, llegó a embarcar en una de las lanchas salvavidas. Su primo José Antonio Rodríguez viajó desde La Habana a Halifax para identificar los restos un mes después de la tragedia y a pesar de encontrarse con un cuerpo seguramente irreconocible, vestido con prendas que no parecían las propias de un caballero de su clase, lo dio por reconocido, tal vez para evitar un mayor dolor a su viuda, la cubana Eva Matilde López del Vallado, de la que esperaba un hijo. La esposa del avilesino presentaría posteriormente una demanda por 75.000 dólares por la pérdida de su vida y de 2.800 dólares por la de sus propiedades, una iniciativa que podría explicar la razón del viaje de Rodríguez a Halifax para identificar y así certificar el fallecimiento de su primo, evitando el desamparo económico de la viuda. Se cifra en 286.000 pesos cubanos la indemnización que recibiría finalmente Eva de la participación de su marido en la empresa habanera.

En las heladas aguas de Terranova se hundían los sueños de aquel rapaz que había salido de su Asturias natal con 15 años en busca de la prosperidad americana y los de cada uno de los más de 1.500 pasajeros que naufragaron la madrugada fatídica del 14 de abril de 1912. Su destino final estaba unido al del 'Titanic', el orgullo de los transatlánticos de su tiempo, el coloso insumergible que sucumbió ante un simple bloque de hielo y cuya leyenda ha acompañado el imaginario colectivo de toda una época. Ciento quince años después de su naufragio el sueño del Titanic volverá a revivir en la histórica exposición que podremos ver en Gijón y en la que se tendrá también la oportunidad de conocer cómo informó EL COMERCIO en su día de la mayor catástrofe marítima del siglo XX.

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