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Christophe Ono-dit-Biot, el autor de la novela 'Inmersión'.
Asturias se escribe en francés

Asturias se escribe en francés

Su autor presenta hoy en España el libro, que lleva más de 200.000 ejemplares vendidos en el país galo y ha sumado dos importantes premios

MIGUEL ROJO

Jueves, 4 de diciembre 2014, 00:28

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La primera vez que César, el protagonista masculino de la novela, ve a Paz, el amor de su vida, ella lleva puesta una sudadera con el lema 'I love Asturias'. Él pensó que era un grupo musical, porque nada sabía de aquella región del norte de España. Tras el flechazo, César no duda en viajar hasta el Principado siguiendo los pasos de aquella hermosa joven, una fotógrafo gijonesa con un pequeño tatuaje en una de sus nalgas: la Cruz de la Victoria. Así se resume el inicio de 'Inmersión', la última novela del periodista y escritor francés Christophe Ono-dit-Biot, un auténtico bombazo editorial en el país galo -lleva más de 200.000 copias vendidas- que hoy se presenta en Madrid, con presencia del autor. Un libro que, en sus capítulos iniciales, transcurre en Asturias, con epicentro narrativo en Gijón, y que habla de sus gentes, repasa sus costumbres y recorre sus playas y montes «desde Bulnes a Ballota, desde Gulpiyuri a Cangas del Narcea», llega a escribir el autor. Un libro que, además, ha obtenido el Gran Premio de la Academia Francesa y el Premio Renaudot des Lycéens. «Una escritura majestuosa. Una novela hermosa y conmovedora», escribió la archifamosa Valérie Trierweiler en Paris Match.

En su recorrido literario, el francés que llega a Gijón canta la belleza de la ciudad, recorre el Muro, sube a Cimadevilla, se aloja en el Hotel Príncipe de Asturias y come «anchoas del Cantábrico, chopa a la sidra con almejas, arroz con pixín y calamares fritos» en la sidrería La Galana, en la plaza Mayor. Observa a los surferos luchar contra las olas en El Mongol -así llaman los aficionados la zona más cercana al Sanatorio Marítimo- y acaba tomando sidras «en una plazoleta animada que se hundía en el suelo mediante una sucesión de gradas, formando una especie de ruedo donde se amontonaba la juventud». Describe el autor minuciosamente el escanciado de la sidra, y hasta disfruta en la ciudad de un concierto en compañía de Paz Aguilera y Lastres: ese es el nombre completo de la artista asturiana que le roba el corazón.

Desde la lejanía cae también en algunas inconcreciones, como la de situar Mieres «a los pies de los Picos de Europa», identificar el 'culín' con el vaso en el que se bebe la sidra, y no con su contenido, o la de pensar que la Cruz de la Victoria y la de los Ángeles son la misma. También hay algunas descripciones en las que la imaginación va más allá de la realidad, como cuando dibuja con palabras la playa de San Lorenzo, «punteada de tiendecitas de campaña multicolores donde las abuelas cosían mientras hablaban bable, el dialecto local, y lanzaban de vez en cuando una mirada protectora a sus nietos, que descendían velozmente, con dos cojones, por las portentosas olas». Quizás sea un poco exagerado decir que, en Cangas de Onís, la cruz que pende del puente de piedra, de tres metros de envergadura, «roza casi las aguas del río».

Aún así, el impacto que puede suponer en los cientos de miles de lectores que devoran esta novela la imagen de Asturias es más que evidente. No solo en su repaso geográfico, que le lleva también a visitar «la fábrica metalúrgica de Luarca», los Picos de Europa o «una antigua mina reconvertida en museo». Hasta tiene Paz habilitado un hórreo como laboratorio fotográfico. También por acercarse a la mitología local, mencionando a la xana, el trasgu o el nuberu, este último mientras la pareja conduce entre la niebla por una carretera zigzageante, en pleno verano.

Y en el ámbito local, el nuestro, algunas de las definiciones que recoge pueden hasta causar resquemores: «Gijón, pues, la verdadera capital de Asturias, esa región atrapada entre Galicia y Cantabria. Digo la verdadera, porque hay una oficial: Oviedo, ciudad natal de la mujer del caudillo Franco, ciudad medieval con una catedral que alberga el tesoro de los reyes cristianos. Oviedo, una condesa rica y católica. Puede provocar excitación. Puede. Gijón, sin embargo, es excitante. (...) Oviedo tenía encanto. Gijón, por su parte, daba ganas de hacer el amor».

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