Se ha ido Almudena Grandes. Se ha ido
Almudena Grandes se ha ido y a lo largo de todos estos días serán muchas las cosas que sobre ella se van a escribir y ... decir. Habrá halagos, cientos, tanto sobre su vida como sobre su obra, que ha marcado a generaciones de lectores y escritores. Desde aquel lejano 'Las edades de Lulú' (1989), ganadora del XI Premio La Sonrisa Vertical, hasta su última novela, 'La madre de Frankenstein', publicada el pasado 2020, deja un extenso legado por el que recordarla.
Habrá lágrimas. De famosos, amigos y familiares, pero igual de desconocidos porque Grandes era y es un poquito de todos. Tomaste café con ella, conversaste de lo humano y lo divino e incluso compartiste confidencias. Reíste y lloraste, y te enfadaste. Le gritaste y, al rato, le pediste perdón. La amaste y, a veces, a días, no. Eso lo consiguen pocos. Grandes lo logró.
También habrá sonrisas. Algunas, las del recuerdo, si bien habrá otro sentimiento que pocos nos atreveremos a decir en voz alta porque puede resultar egoísta. Ese sentimiento es rabia. Rabia por todo lo que aún tenía que contarnos y que ya no podremos disfrutar. Rabia por esas historias que se lleva con ella, solo con ella, y que ya nunca conoceremos. Rabia porque tengo la sensación, no sé por qué pero la tengo, de que aún le restaba mucho por escribir.
Se ha ido Almudena Grandes. Se ha ido. Una mujer que ha sido un ejemplo para muchas otras que nos dedicamos a escribir. Fuerte, valiente y atrevida que escribió, como debe hacer cualquier escritor que, sabiéndolo o no, aspire a ser universal, lo que le dio la gana. Lo que el corazón y las entrañas, la conciencia y el alma le dictaban en cada momento. Fiel a un estilo particular, de prosa rica, apetitosa, de pluma elegante y carácter lírico, Grandes ha hecho historia. Es historia de la literatura de este país. Con mayúsculas, y la vamos a echar de menos.
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