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A. VILLACORTA
OVIEDO.
Viernes, 25 de mayo 2018, 00:20
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Ángel González «siempre decía que nunca es tarde», contó ayer su viuda, Susana Rivera, cuando, al filo de las cinco de la tarde, el poeta volvió a su casa convertido en Hijo Predilecto de Oviedo y un aplauso sin fisuras lo arropó en el regreso. Un reconocimiento a título póstumo que llega cuando se cumple una década del fallecimiento de «una de las figuras más relevantes de la poesía española del siglo XX», un «asturiano del mundo», un «depredador de instantes», un «malabarista de las palabras», como le definió la profesora de la Universidad de las Islas Baleares María Payeras Grau, encargada de glosar su figura y que hoy, a partir las 13.30 horas, pronunciará la conferencia plenaria con la que se clausurará el congreso que durante estos días ha reunido a más de una treintena de especialistas llegados desde universidades y centros de investigación de todo el mundo en Oviedo, «su ciudad cero».
Allí estaban para rendirle tributo autoridades, personalidades de la cultura asturiana, compañeros, expertos en su obra, discípulos y amigos de siempre (Vicente Domínguez, Francisco Borge, Teresa Sanjurjo, Araceli Iravedra, Alfonso Toribio, Conchita Quirós, Jaime Herrero, Leopoldo Tolivar, Josefina Martínez, Ángel de la Calle, Miguel Munárriz...), aunque no el concejal Roberto Sánchez Ramos -que propuso el nombramiento y ausente por motivos de agenda-, y allí también Pelayo González y Claudia Granados, estudiantes de sexto de Primaria del colegio ovetense que lleva su nombre para leer los versos de 'Pastor de vientos'.
«La lluvia viene luego, infatigable, / y se acuesta a tus pies formando charcos / que emigran hacia el cielo en el verano. / Y por el aire bajan / pájaros y perfumes, hojas secas, / mil cosas / que tú dejas o guardas con mirada profunda. / Cada día te trae una sorpresa, / y tú cantas, / pastor, / cantas o silbas / a las altas estrellas también tuyas», recitaron.
Se saldaba así -recordó el alcalde, Wenceslao López- «una deuda, una asignatura pendiente, una obligación con Ángel, con Oviedo, con su viuda, con la cultura». Y por eso quiso que sus palabras fuesen «un homenaje de la ciudad a su poeta más significativo», quien se consideraba «un viajero que regresaba a su tierra para reconocer las cosas que más amaba».
«Oviedo era su ciudad, el lugar en el que pasó las horas luminosas de sus primeros años de niñez, en los que, según recordaba, no había nostalgia del pasado ni ansiedad ante el porvenir. Una ciudad en la que también descubrió el fin del paraíso de la infancia, la irrupción de la guerra civil, con un hermano fusilado, otro exiliado y una hermana represaliada, una ciudad reducida a escombros». Y ya, con el paso del tiempo y «desde un exilio voluntario en Nuevo México para impartir docencia, siempre fue su lugar obligado de regreso», explicó López sobre un hombre que «fue uno de nuestros más ilustres embajadores, que «dio voz a Oviedo y convirtió a la ciudad en sede de encuentros y reencuentros de los poetas de los 50. Nos hizo llevadera la nostalgia y nos recordó que siempre tenemos un lugar al que volver».
Así que ayer no tocaba -dijo- hablar de su legado y su fundación: «Estamos abiertos a cualquier propuesta que se haga, pero en este momento no hay nada sobre la mesa».
«Creo que ahora podemos decir con certeza que se cumplió su sueño y que Ángel está aquí. Él les daría las gracias y yo también», le refrendó su viuda.
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