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Alcántara, en la fundación que lleva su nombre, donde se guardan fotografías y recuerdos y su colección de búhos. SALVADOR SALAS
La otra casa de Manolo

La otra casa de Manolo

La Fundación Manuel Alcántara atesora la trayectoria y buena parte de los recuerdos del poeta y articulista

Jueves, 18 de abril 2019, 00:41

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De primero sirvieron sopa de rape y almejas; de segundo, dorada a la roteña y milhojas de praliné con salsa de chocolate caliente en el postre. Todo regado con vino blanco Monopole, Marqués de Cáceres de tinto y agua mineral. Fue el menú en el restaurante Antonio Martín el 23 de noviembre de 2000 para celebrar el nombramiento como doctor honoris causa de la Universidad de Málaga de Manuel Alcántara.

La tarjeta blanca doblada que se posó entonces frente a cada comensal de aquella cita descansa en el interior de un álbum de fotografías. Uno de los muchos que reposan en una estantería frente al mar en la sede de la Fundación Manuel Alcántara. Esos álbumes de anillas a los que ir sumando hojas con láminas transparentes y autoadhesivas para que no se escapen las imágenes. La memoria. Lomos rojos, verdes y marrones, satinados y mates. En unos pone '1952-1962'; en otros, 'Boxeo' y en todos, 'Recuerdos de Manuel'. Cada recorte de prensa, desde un pequeño breve con foto hasta una entrevista de varias páginas; cada fotografía con amigos; cada rescoldo de existencia recolectado durante toda una vida por Paula, la mujer del poeta.

«Era esencial que la casa tuviera vistas al mar, como la suya en Rincón de la Victoria. Todas las fotografías colocadas en las paredes están ahí porque él las ha elegido. Ha ido trayendo hasta aquí muchos libros suyos, recuerdos personales y objetos», comparte Marina Maier Alcántara, directora de la secretaría técnica de la Fundación Manuel Alcántara y nieta del articulista. Y así, la sede de la Fundación Manuel Alcántara se abre al visitante como su segunda casa.

La institución ha cumplido una década con un programa volcado en divulgar tanto la obra del autor que le da nombre como los asuntos relacionados con sus dos grandes pasiones: el periodismo y la literatura. La tercera pasión de Alcántara, los amigos, está presente en cada rincón de la fundación, una recoleta casita levantada a pie de carretera donde termina el barrio malagueño de El Limonar y aún no llegan los Baños del Carmen. La Casa de los Chumbos, la primera residencia en Málaga de la familia Van Dulken, el inicio de la Finca La Torrecilla hoy declarada Bien de Interés Cultural, la antigua Venta Carmen que fuera parada y fonda para viajeros y que desde febrero de 2008 da cobijo a la obra y a buena parte de la vida de Manuel Alcántara.

Dan la bienvenida un poema de Rafael de Penagos, un artículo de Francisco Umbral y una caricatura de Ángel Idígoras. De las paredes llegan reseñas de Antonio Soler, Manuel Leguineche, Jaime Capmany, Juan Bonilla y Álvaro García, entre otros muchos. En casi todos los títulos, un apellido: Alcántara.

Rodeado de amigos

Y ahí está. En los toros con Rafael Pérez Estrada; entre Fernando Savater y Salvador Moreno Peralta; unido a José Luis Garci por una bufanda tostada; en un aeropuerto con Ángel Nieto; con Alfredo Di Stefano; con Diego Armando Maradona; echándose un pitillo con César González Ruano; con el boxeador Pepe Legrá; con Alfredo Landa alguna tarde de verano...

«Aquí están los libros que le gustaría ver, sobre todo, de periodismo y de poesía», abrocha la nieta del poeta y articulista. Junto a esos ejemplares, en el salón de actos esperan los volúmenes publicados por la institución y por el propio Alcántara. Desde la delicadeza pálida de 'Manera de silencio' (1955, reeditado en 2008 por la fundación) y el bodegón de la portada de 'La mitad del tiempo' (1963), hasta los más recientes 'Artículo femenino singular' (2011) y 'La edad de oro del boxeo' (2014).

En la habitación de al lado surge presidencial el retrato de Alcántara firmado por su amigo Eugenio Chicano. Una semblanza serena y pop que observa una nutrida representación de su colección de búhos. Madera, cerámica, metal, bronce, incluso alguna que otra pluma deja la galería de pequeñas aves de ojos grandes.

Porque verso y prosa se van hilvanando en la obra de Alcántara, reunida en la fundación que lleva su nombre y que actúa no solo como refugio sentimental, sino también como poderoso centro de documentación en torno a su amplia trayectoria. «Todos sus poemas están digitalizados, así como el 80% de su obra periodística», detallan desde la fundación, sin olvidar que también se ha llevado a cabo la traducción al inglés de algunos de sus poemas más representativos.

Una vida cuyo eco palpita en cada rincón de su otra casa. También, por su puesto, con vistas al mar.

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