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MANUEL ASTUR
GIJÓN.
Jueves, 1 de enero 1970
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La literatura tiene una gran capacidad para reinventarse y su historia está llena de rebeldes, artistas y aventureros que no quisieron hacer caso a lo que se consideraba correcto. Aún es pronto para juzgar si la obra de Simón Elías (Logroño, 1975) formará parte de los cánones del futuro, pero no para afirmar que él es uno de estos animales extraños, orgullosos y rebeldes tan necesarios. Alpinista profesional, guía de montaña, nudista, viajero y aventurero, lector apasionado, erudito en mil materias empeñado en convertir su vida en su mejor obra y escritor nada común, este logroñés descarado y lenguaraz acaba de publicar su segundo libro 'Las ventajas de ser antipático. Tribulaciones de un aventurero desnudo' (Pepitas de Calabaza, 2018), que presentará en Gijón esta tarde a las 20 horas en la librería La buena Letra con el apoyo del Aula de Cultura de EL COMERCIO, y en Oviedo el sábado a las 19 horas en el Local Cambalache.
-Planifico mi tiempo, ya que mi profesión de guía de montaña lo requiere, y más si quiero escribir algún libro de vez en cuando. Pero también me dejo llevar por la aventura diaria e intento sorprenderme a mí mismo haciendo cosas nuevas incluso en lo cotidiano.
-Es un gran honor que pongan mi nombre junto al de Cravan. Es un tipo que admiro y del que he leído todo lo que he podido encontrar. Desgraciadamente, no escribió mucho, pero eso ayuda a agrandar el mito.
-Yo creo que soy las tres cosas y esa mirada pluridisciplinar es la que hace que tenga cosas que contar.
-En general, lo que me sale mal es premeditado y lo que me sale bien es más bien fruto de la casualidad. En este libro sabía que quería mezclar temas, hacer una especie de fanzine postpunk, donde meter todas esas cosas que me interesan de lo oscuro, de lo antipático, de lo anómalo. Y si ha salido bien, insisto, es gracias al azar.
-Todo lo que cuento ocurrió y soy fiel a ello, ya que el libro estaba planteado como una gran 'performance' en la que me lanzaba a la primera línea de fuego a vivir aventuras. Literatura de la acción. Pero hay una mirada determinada que dirige el libro y que puede hacer que incluso las cosas más reales parezcan sacadas de una novela.
-Yo creo que tienes razón en cuanto a que la montaña es un ambiente un poco abigarrado y conservador (en cuanto a la obsesión del montañero por la montaña), pero yo busco ese lado cómico, el tropezón, la tarta que nos golpea en el rostro, en resumen: lo estúpido en medio de una aparente épica.
-Leo siempre. En los viajes, en los refugios, en mi casa, en la cola del dentista. Siempre llevo un libro encima.
-Escribo porque quiero entretener, porque quiero que mis lectores pasen un buen rato, como cuando cuentas una historia en un bar y quieres que tus amigos se diviertan. Es la motivación más básica del contador de historias: servir de entretenimiento.
-Yo creo que escribir una novela es mucho más difícil. También mucho más largo y trabajoso. Montañas en los Alpes puedo subir una cada día, pero un libro lleva esfuerzo prolongado y años de trabajo.
-No le presto demasiada atención a los premios ni a los alpinistas. Yo voy a la montaña porque me gusta estar allí, no para cumplir un horario ni superar un reto. Últimamente, me interesa más la mirada del pastor sobre el paisaje que la del deportista.
-Yo prefiero tomarme unas cañas con los amigos o compartir un trozo de salchichón sobre una piedra en un glaciar. La vida es el mejor de los regalos, y vivirla es el gran premio.
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