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El escritor Álvaro Arbina, rodeado de papeles. E. C.
«Homenajeo a la novela de siempre, a la manera actual»

«Homenajeo a la novela de siempre, a la manera actual»

Álvaro Arbina EscritorEl narrador vasco presenta hoy en la Librería Cervantes su segunda novela, un viaje lleno de intrigas por los años de la Belle Époque

ALBERTO PIQUERO

OVIEDO.

Martes, 15 de mayo 2018, 00:16

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Esta tarde presentará Álvaro Arbina (Vitoria, 1990) su segunda novela, 'La sinfonía del tiempo', tras el éxito que acompañó su estreno literario con 'La mujer del reloj'. Será en la librería Cervantes, de Oviedo, a las 19 horas.

-La novela comienza invitando al lector a prestar atención. ¿Un refuerzo para los distraídos?

-Es un mensaje un tanto irónico que explica que no se trata de una obra para leer con prisas, sino para degustar. Un poco al margen de la sociedad actual, que cuando menos tiene un ritmo mucho más elevado que en el pasado y una vorágine de estímulos alrededor. Creo que la literatura, entre otras cosas, puede ser el oasis donde se encuentren a solas el lector y un libro.

«La literatura puede ser el oasis donde se encuentren a solas el lector y un libro»

-Abarca un periodo que va desde la segunda mitad del siglo XIX a las primeras décadas del siglo XX. ¿Por qué eligió esa época?

-Es el periodo de la Belle Époque, que se ofrece a modo de fresco sobre el que construir la intriga novelística. Una etapa deslumbrante que, sin embargo, acabó en el terrible desastre de la Primera Guerra Mundial. Siempre me he preguntado por las razones de ese desastre.

-¿Encuentra paralelismos con las circunstancias actuales?

-Siempre se pueden encontrar semejanzas en el pasado. Y la Historia tiene algo de cíclico. Es posible que haya un aire semejante entre aquella época y la de hoy, pero yo no soy nada apocalíptico y espero que no desemboquemos en ninguna guerra mundial.

-Acudiendo al siglo XIX, ¿se inspira del agún modo en las grandes novelas decimonónicas?

-Homenajeo a la novela de siempre, que nace en el siglo XIX, pero contándolo a la manera actual. Hay varios tributos, que aluden a Julio Verne, Conrad, Unamuno, Pío Baro o al 'Macbeth' de Shakespeare. Sin embargo, la narración es muy contemporánea, con elementos de 'thriller' y mezcla de géneros. La vida misma es una mezcla de géneros, de la comedia al drama.

-Aunque su proyección al gran público le ha venido por la vertiente literaria, usted es también arquitecto. ¿Edificar una novela es otro modo de hacer arquitectura?

-Sí, también es construir un edificio, que en el caso de 'La sinfonía del tiempo' está lleno de tramas y subtramas que se comunican. Es lo que sostiene el curso narrativo y a sus personajes, la composición de las piezas que se ensamblan.

-El escenario novelístico es amplio, incluyendo la costa vasca, Londres, Viena, Cuba e incluso Sudáfrica. ¿Cómo se relacionan las líneas de ese mapa tan extenso?

-Ese fue uno de los retos. Los escenarios diversos, los contextos diferentes, que transitan por las guerras carlistas o la Viena de Sigmund Freud. Y cada uno de ellos, tiene su razón de ser. Pero el vínculo entre todos ellos podría ser el de otro de los personajes de la novela, que es el mar. El mar y el viaje establecen esa conexión.

-¿La Historia, lo colectivo, se entiende mejor a través de personajes particulares como los que articulan esta novela de secretos e intrigas familiares?

-Hay muchas dualidades en esta novela. Por ejemplo, entre lo científico y lo esotérico, que caminaron simultáneamente por el siglo XIX. Y, sí, lo íntimo y lo histórico se retroalimentan, una cosa explica la otra.

-¿Ha sido muy riguroso en el plano histórico o se ha permitido licencias?

-La principal virtud de una novela es que el lector se la crea. Aunque me he documentado mucho, no creo que pequeñas licencias en cuanto a fechas u otros detalles sean trascendentes.

-Lo que sí ha manifestado es su preocupación por el lenguaje novelístico...

-Es el que proporciona el ritmo y crea las atmósferas, la magia de lo que se narra. No obstante, también el lenguaje debe desaparecer en algún momento; es decir, que el lector no lo note, que viva la historia y la disfrute.

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