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Pilar Sánchez Vicente, en la mesa de trabajo de su casa. :: ARNALDO GARCÍA
«Los libros forjan la realidad»

«Los libros forjan la realidad»

La narradora cultiva un vivero de historias en su estudio de El Natahoyo donde se intuye el mar aunque no sea «la choza de Neruda»Pilar Sánchez Vicente Escritora

P. A. MARÍN ESTRADA

Sábado, 11 de enero 2020, 00:12

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La charla de Pilar Sánchez Vicente (Gijón, 1961) es como la prosa de sus novelas: torrencial y envolvente. Desprende chispa, energía y el mismo afán por fijar con claridad el detalle o invitar a quien la siga a leer entre líneas. Se ríe cuando se le pregunta de qué necesita rodearse para dar forma a sus historias: «Escribo en cualquier parte, la verdad, aunque me gusta disponer de una mesa donde esparcir la documentación y borradores propios de cada novela». Admite que el espacio ideal para hacerlo «sería una 'choza' como la de Neruda en Valparaíso o la de Dalí en Cadaqués: paredes de cristal frente a la mar», pero en realidad «todo eso es ajeno si estoy metida en harina, de hecho me concentro en un pasaje o personaje para obviar el ruido. ¡Si escribo hasta en el tren con el 'barullu' que hay!», apunta, simulando el traqueteo de un vagón de cercanías.

A falta de choza en Isla Negra o Portlligat, la escritora intuye la complicidad del Cantábrico desde su estudio en El Natahoyo y lo más similar a una manía es para ella «la comodidad, que nada me oprima el cuerpo para liberar la mente. Esto se traduce en caftanes. La túnica es la prenda más cómoda que existe», afirma, arropada en una que ha traído de un reciente viaje a Egipto. Así le gusta que la pille trabajando la inspiración y cuando una historia cobra la suficiente entidad como para volcarse de lleno, no duda: «Procuro dedicarle el mayor tiempo posible. Ahora que con las regalías puedo permitírmelo, procuro coger licencias sin sueldo en momentos clave que necesitan 'meterse' en la novela a fondo (suele ser al principio o final). Entonces sí soy metódica: me levanto a las ocho, me ducho, me pongo el caftán y escribo doce horas seguidas, con una parada para comer y descansar. Soy feliz esos 15 o 30 días viviendo en otro mundo, habitando la piel de mis personajes», desvela.

Cada uno de sus libros fue cocinado con ese mimo, aunque los ingredientes que los motiven sean distintos. En su primera novela, 'Comadres', reconoce «partes autobiográficas, como fue mi infancia rodeada de mujeres», entre ellas, su tía María: «Me enseñó a despiezar pollos, pero también me imbuía terror con sus relatos, me enseñaba moralejas mediante fábulas, poemas y refranes». Escribir 'Gontrodo' era «una deuda con la mujer oculta en una lápida que descubrí en el Museo Arqueológico y que no ocupaba ni un renglón en los libros de historia». Su último título, 'Mujeres errantes', nació de escuchar las grabaciones de La Tarabica de Cimavilla en el Archivo de Fuentes Orales de la Universidad de Oviedo. Señala que «las ideas van surgiendo con el tiempo de múltiples procedencias y nunca descarto una. Tengo un vivero de historias en la cabeza y antes de acabar una novela ya tengo elegida la siguiente».

Los protagonistas, siempre «mujeres con voz y vida propias, fuertes, luchadoras pese los golpes recibidos» o «personajes históricos silenciados u olvidados. Enfocar la luz sobre ellos lo considero una forma de hacer justicia, que su memoria perdure», declara. Ese es el objetivo de la literatura tal como la entiende Sánchez Vicente, para quien «los libros no solo tejen sueños, forjan la realidad». Las historias que aún la esperan para ser contadas, no la angustian: «De momento estoy al día, tengo el vivero lleno», sentencia cómoda en su caftán.

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