La paciencia del repostero

Viernes, 26 de marzo 2021, 02:10

Lucía, Pedro y Rafael. Una joven que huye de la pobreza, un eterno periodista siempre viejo y, por último, aquel que, como en un tercer ... acto teatral, une las vidas de los dos primeros cuando ya no hay nada que unir. Tres personajes en apariencia muy diferentes, incompatibles incluso, que se cruzan y descruzan gracias al destino, o quizá sería mejor decir al impecable juego de espejos del escritor y cineasta bonaerense Edgardo Cozarinsky en su última novela, 'Turno noche' (Tusquets, 2021). Una historia que posee una belleza muy onírica y que intenta, en realidad, revelar el sentido de la vida.

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Tal vez sea esta una lectura en la que cuesta adentrarse debido a su cadencia inicial, más lenta de lo que hoy en día estamos acostumbrados. Ya saben que hay quien dice que si en la primera página uno no se engancha -algunos se aventuran a dejarlo incluso en el primer párrafo-, no siguen leyendo, pero yo soy partidaria de esperar, de dar una oportunidad a todo texto independientemente de las impresiones primeras, ya que las apariencias engañan. Además, sé por experiencia que hay novelas que son como los buenos bizcochos. Uno debe tener cierta paciencia para que suban. Así, este texto es precisamente eso, un bizcocho que, lento, pausado, pero armónico, sube poco a poco para que saboreemos, al final, un buen postre. De esos que te dejan buen sabor de boca, jugosos, a pesar de que la masa, al inicio, ofrecía dudas.

'Turno noche' es, además, no solo una novela en la que tres personajes van y vienen por Argentina, huyen o regresan, se cruzan y descruzan mientras descubrimos aspectos de sus existencias, sino un éxodo más profundo a través de la tierra de la que se reniega al inicio, cuando uno cree saberlo todo, y que después, con el paso de los años, que todo lo colorean distinto, se añora. Melancolía en un viaje de pasiones que nos muestra el propio trayecto interior de los personajes a través de relatos ciertamente borgianos, sobre todo en la parte final del libro en el que fantasía, deseos y verdad se entrelazan para hacer, de esa peregrinación relatada, una experiencia extraña para el lector, en verdad difícil de calificar, ya que es como una ensoñación; como trasladarse a una fantasía que es al mismo tiempo real e irreal y que transmite cierto vértigo porque uno tiene la constante sensación de que el abismo le espera al otro lado de la página.

Es, en definitiva, una historia no apta para los que tienen prisa. Tampoco para los que buscan un divertimento rápido, inmediato, sin análisis ni pensamiento crítico alguno, pero que bien sabrá a aquellos que amen la buena repostería.

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