«Espero que aprendamos de nuestros errores porque nos va la vida en ello»
Marta García Aller presenta el sábado en Toma 3 'Años de perro', un viaje por los últimos siete años de pandemia, populismos, información en directo sobre todo lo que ocurre y desinformación constante y galopante
Hay un regla que dice que cada año de vida de un perro equivale a siete de un humano. Y a ella acude Marta García ... Aller, periodista madrileña de madre asturiana para bautizar su libro como 'Años de perro' (Círculo de Tiza) y decir en solo tres palabras que, en los últimos tiempos, en cada periodo de doce meses todo lo que acontece equivale a 84. El mundo no para y nos abruma, la información nos desborda, la desinformación nos confunde y su mirada lúcida ayuda a entender. Este sábado estará en el Toma 3 de Gijón (13.30 horas) para presentar su libro.
-En la introducción de su libro dice que los apocalipsis estos últimos años nos pillan por sorpresa. Y lo escribió antes del último apocalipsis.
-¿A cuál de ellos se refiere? Porque no sé si a la DANA o a Putin amenazando con utilizar armamento nuclear. No damos abasto a apocalipsis.
-A la DANA me refería.
-La DANA es uno de esos ejemplos de cómo todo puede cambiar de un día para otro en un instante. Es lo que queda claro en 'Años de perro', lo rápido que puede cambiar todo y cómo lo que antes nos parecía inverosímil no lo es. Hay cosas que no nos parecen posibles y de repente nos resultan inevitables. La pandemia es otro ejemplo notable de que los apocalipsis están a la vuelta de la esquina y a veces ni nos los imaginamos.
-Voy a llevarle la contraria. John Banville decía hace poco que el mundo siempre ha estado hecho un asco, pero que miramos siempre a nuestro ombligo.
-Es una de las cuestiones que me planteo en la introducción, es una pregunta y una duda que a mí me recorre en el libro, que son las crónicas de cómo nos ha cambiado la vida en estos siete años, que parecen muchos más. Yo tengo muy presentes las palabras de Mary Beard, también Premio Princesa, que me dijo en una entrevista que no es verdad que haya habido un momento en la historia, un siglo, en el que la gente que lo viviera dijera 'qué tranquilo nos ha tocado este tiempo'. No discuto que hayamos vivido momentos convulsos en otras épocas, el siglo XX por ejemplo, pero aunque haya sido así, este que vivimos ahora tiene una particularidad que lo hace especialmente vertiginoso, y es que nos da la sensación de que pasa muy deprisa, porque nunca antes nos lo han retransmitido todo en tiempo real. Tenemos un acceso desproporcionado a las cosas que están pasando en el mundo, en nuestra familia, en el grupo de madres y padres de cole, en la comunidad de vecinos, en las redes sociales... Nos llega tanta información que es difícil de digerir. Siempre han pasado muchas cosas, pero no las sabíamos. Si a la información le sumamos la avalancha de desinformación, la sensación de incertidumbre se entiende mucho mejor.
-La incertidumbre lo marca todo.
-Uno de los fenómenos clave es la incertidumbre. No se entiende el auge de los populismos sin la incertidumbre. No se entienden la revolución tecnológica y la inteligencia artificial sin la incertidumbre que va tener en el empleo. Hay muchas incertidumbres económicas, sociales, de salud que hacen que esta época tenga particularidades y por eso me fascina.
-¿Y cuál es la vacuna contra la incertidumbre?
-Yo creo que hacerse preguntas es la única manera de tratar de entender algo mejor lo que nos pasa. Si vivimos la incertidumbre con curiosidad puede ser una aventura, no saber qué va a pasar y querer aprenderlo todo, pero si la combinamos con la desigualdad económica, con la precariedad, pues ya no parece que sea un reto que apetezca tanto vivir. Si aumenta el malestar de la población, si hay carencias económicas, si la gente que tiene menos de treinta años tiene más complicado que nunca acceder a una primera vivienda, el proyecto de futuro, que es algo que solo tenemos los humanos, en lugar de ser ilusionante es incierto y hace que se pueda vivir una parálisis peligrosa. La vacuna es enterarnos mejor de lo que está pasando. De ahí la idea de reunir en el libro qué es esto que nos ha pasado en estos años en los que parece que todo cambiado y buena parte de ello sigue igual que siempre. Y no lo digo para bien.
-¿Qué es lo que más le preocupa ahora mismo?
-Me preocupa muchísimo el deterioro de las instituciones y el descrédito de las democracias occidentales, es desolador observar la cantidad de jóvenes que no ven con malos ojos los autoritarismos. Es peligrosísimo, porque ya lo hemos vivido en otras épocas de la historia. Creo que en vez de tanto regañar lo que tenemos es que preguntarnos qué ha pasado para que tanta gente sienta que el sistema le ha fallado. Yo creo que todo viene en parte de la crisis de 2008, que le dio una sacudida al sistema de la que todavía no nos hemos recuperado y si a eso le sumamos la pandemia, podemos entender muchas de las cosas que vivimos. Me parece preocupante el auge de los populismos, la mediocridad en la política y que cunda la desesperanza de que podamos cambiar las cosas. Al final no es tanto si hemos estado peor, porque el bienestar no es una foto fija, se mide también en relación a las perspectivas de mejora que tenemos. Uno puede estar bien pero si mira al futuro y cree que va a peor, el sentimiento es negativo. Creo que estamos ahí.
-¿Podemos acabar con esa incertidumbre? ¿Esa desesperanza? ¿Cómo lo hacemos?
-Ojalá tuviera la respuesta. Como seguro no lo hacemos es cociéndonos en nuestra salsa de desesperanza y en la sensación de que no hay nada que hacer. A lo largo de la historia de la humanidad, y en este país lo hemos demostrado, podemos reponernos y lograr lo que no parecía posible. De hecho, 'Años de perro' está lleno de ejemplos de cosas que han sucedido que no parecían posible y luego lo son. Por no ser tan negativa, una de las grandes revoluciones y mejoras que hemos vivido en estos siete años es el feminismo. Se han visibilizado muchísimas injusticias. Lo que se ha avanzado demuestra que se pueden cambiar a mejor.
-¿Qué hacemos los periodistas?
-En el periodismo en los últimos años hemos cometido errores como creer que la tecnología era el fin y no el medio, caer en el tic de abusar de captar la atención en vez de aportar información relevante. Estamos saturados de estímulos, de notificaciones, de noticias que no son lo son y son entretenimiento. Hay que recuperar la relevancia en la sociedad del periodismo, porque una de las grandes amenazas que tenemos es la de la desinformación. Sin ella no se explicaría las crisis de las instituciones y la democracia. En redes sociales apenas un 3% es contenido periodístico. El periodismo tiene que reaccionar porque si no nos enteramos de lo que está pasando difícilmente podemos mejorar. Ahora estamos entendiendo que en esta pelea por la atención hay que aportar relevancia. Hay que decir qué cosas importantes están pasando. Para cambiar el mundo la información y el periodismo de calidad va a ser un pilar fundamental.
-¿La batalla de la atención no está perdida ya? ¿Nadie aguanta más de dos minutos viendo el mismo vídeo en el móvil?
-Las pantallas han cambiado todo, desde la manera en cómo trabajamos, a cómo nos enamoramos o educamos a nuestros hijos. Si no conseguimos reivindicar la importancia de la concentración, de la atención, de estar un rato focalizados en algún sitio, vamos a ser como hámsteres. Ser capaces de concentrarnos es uno de los retos de la educación.
-¿Tenemos la obligación de ser optimistas?
-Yo creo que el optimismo es fundamental para creernos que podemos cambiar las cosas, y también el pesimismo, esa negatividad de pensar lo que puede salir mal, también nos obliga a ser cautos. Por ejemplo, pecar de optimismo con la inteligencia artificial, con buena parte de la tecnología, nos hace ingenuos. Soy optimista con el potencial de la tecnología, pero soy pesimista con los humanos, porque a veces banalizamos los riesgos que tenemos entre manos. Ahora mismo ya hablamos de la posibilidad de una tercera guerra mundial, de modo que tal y como se está poniendo el mundo tampoco podemos pecar de ingenuos. Lo bueno es que a todo esto que nos pasa nos adaptamos.
-¿Y nos olvidamos?
-Pues sí. A mí se sorprende lo poco que comentamos del shock que fue la pandemia. Dicho esto, en 'Años de perro' hay mucho humor. Nos hemos olvidado de aquellas normas incongruentes que tuvimos que cumplir o cuando había más debate en torno a cuándo abrían los bares en lugar de cuándo abrían las escuelas. Todo esto hay que recordarlo para aprender de los errores, como con la DANA. Espero que aprendamos porque nos va la vida en ello.
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