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John Banville tras el corte inaugural junto a Miguel Barrero, Vanessa Gutiérrez y la escritora Claudia Piñeiro.

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John Banville tras el corte inaugural junto a Miguel Barrero, Vanessa Gutiérrez y la escritora Claudia Piñeiro. Juan Carlos Román

La Semana Negra ruge ya en el astillero

El escritor John Banville fue la estrella en el corte de la cinta con el genocidio de Gaza en el recuerdo

M. F. Antuña

Gijón

Viernes, 4 de julio 2025, 22:46

Suena la siempre festiva música de la charanga mientras ondean las banderas palestinas y las pancartas claman por el fin del genocio en Gaza. La Semana Negra, siempre atenta al mundo y al compromiso social, cortó la cinta mirando a ese lugar sufriente y abriendo al tiempo la puerta a la diversión que propician tanto la literatura como la fiesta pura. Junto a la Carpa del Encuentro, epicentro del festival literario que cumple ya 38 años, y muy cerca de las otras tres carpas que hasta el domingo próximo rebosarán actividad, se cortó la cinta. Se repitió el ritual y esta vez con la presencia del escritor irlandés John Banville blandiendo tijeras. Con él, la consejera de Cultura, Vanessa Gutiérrez; el director de la Semana Negra, Miguel Barrero, y el concejal Gilberto Villoria, entre otros.

Cierto es que cuando se hicieron los cortes ya hacía tiempo que el recinto de Naval Gijón se llenaba de público. En sus librerías, su mercadillo y sus carpas. Las primeras charlas, las de Banville precisamente y la escritora argentina Claudia Piñeiro, llegarían justo después.

Piñeiro, que también cortó la cinta, fue una de las autoras que asistió a la recepción oficial que, por segundo año consecutivo, se celebró en el Museo del Ferrocarril. Allí llegó 38 años atrás el primer Tren Negro con treinta escritores que ahora se han multiplicado y se hacen cientos. Y allí estaban Javier Fernández, su director, feliz de ver cómo junto a dos trenes negros negrísimos –locomotoras para más señas– se inició el festival literario de tonalidad oscura en lo nominal pero que es color vibrante en lo cultural y lo vital.

Allí también estaba el concejal Gilberto Villoria, que se encargó de darles la bienvenida a los escritores presentes y a los que están por llegar y de agradecer el trabajo de todos –autores, editores, libreros, hosteleros...– los que hacen realidad la cita.

Miguel Barrero acudió a los clásicos en su intervención. Citó a Teseo y su barca, que llegó a puerto y vio cómo se renovaban sus componentes y con el paso del tiempo era otra, completamente diferente, pero seguía manteniendo su esencia, seguía siendo la misma. Eso –incidió– es justamente lo que ocurre con la Semana Negra, que ya ni llega en tren ni tiene noria, que ha tenido tres capitanes al mando, ha pasado por diferentes ubicaciones, pero no pierde en absoluto ese carácter popular que la hace única. Mantiene la esencia de la primera edición corregida y aumentada, es fiel a sí misma y ha creado una gran familia a su alrededor. Porque los invitados repiten, vuelven, son fieles.

Con el tren invisible llegando al andén, invitó Barrero a todos a «embarcarnos un verano más» en la Semana Negra. En eso están los autores y el público. En ello están todos los que hacen ya rugir el astillero en la que será la última cita allí.

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