El Mago Jandro y su chispa ponen el broche a la magia
El popular ilusionista valenciano hizo las delicias de un público de todas las edades en sus dos pases en el Teatro Jovellanos
Con humor a granel para toda la familia y las mangas llenas de ases dispuestos a sorprender al más incrédulo, el Mago Jandro ponía ayer ... el broche final a la X Semana Mágica de Gijón en sendos pases que colgaron el cartel de 'no hay entradas' en el Teatro Jovellanos. Y es que el ilusionista valenciano, famoso por su colaboración televisiva en 'El Hormiguero' y uno de los artistas españoles de la varita más internacionales, tuvo que repetir función tras vender todo el papel para la programada durante la tarde y ofrecer una sesión matinal extra con idéntica acogida.
Recién llegado de Las Vegas de recibir el prestigioso premio Fool Us, la noche anterior había actuado en Rivas-Vaciamadrid y arribaba a Gijón con el tiempo justo para subirse a las tablas del Jovellanos al mediodía. Aún así mostró que sus energías son tan inagotables como su repertorio de trucos y su chispa en una actuación repleta de sorpresas en la que contó con la inestimable colaboración de los espectadores. Salió corretenando y bromeó con la supuesta falta de diligencia del público mañanero: «Si no habíais comprado entrada para la sesión de las 7 seguramente es que no estabais muy convencidos de venir, así que vamos a darlo todo y que la función de la tarde sea un desastre». Como pase de saludo, eligió al pequeño Martín de 8 años y a su tía para un clásico de los naipes: 'Las Once Cartas con Tía', en el que cada vez que se contaban las barajas faltaba una, luego desaparecerían todas y volverían a aparecer en el bolsillo de la sudadera del joven.
El espectáculo del Mago Jandro no dejaría de asombrar en ningún momento e iría desplegando, con sus ayudantes voluntarios de las butacas, trucos como el de una página arrancada de un libro de Dan Brown que aparecía en un sobre enviado al futuro, los míticos aros chinos que se se enlazan y se sueltan o unas ruedas de bicicleta que se colocan en los brazos en jarra de otro colaborador. El legendario cubo de Rubik protagonizaría otro de los números y también la tradicional cuerda blanca que traspasó el cuerpo del ilusionista para terminar dejándolo literalmente en pelota. Hubo tensión y riesgo en su juego con la típica pistola de clavos americana, y un fin de fiesta de gran belleza visual formando sombras chinas en homenaje al cine.
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