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PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
AVILÉS.
Domingo, 23 de septiembre 2018, 02:16
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En el taller de la Escuela Superior de Arte del Principado de Asturias (ESAPA) en Avilés un grupo de alumnas de Conservación y Restauración de Bienes Culturales trabaja en torno a una hermosa talla de los siglos XVII-XVIII. Llegó de La Seca (Valladolid) y representa a Santa Ana y a la Virgen María. Esther Roca, profesora de la especialidad de Escultura, nos muestra una imagen con el estado que presentaba cuando la recibieron: «Es una pieza muy bonita, con una labor de estofados y esgrafiados a punta de pincel preciosos, de una calidad incalculable. En algún momento, ante su desgaste, alguien decidió 'arreglarlo' poniéndole una capa de titanlux», explica. Sin llegar a los extremos del desastre cometido recientemente en Rañadorio, se trata de uno de los muchos casos de restauración de obras de arte acometida por personas sin ninguna formación para ello. La docente nos sitúa en el centro de la cuestión: «¿Se hizo a mala fe? No. Como en el caso de Salas, es fruto del desconocimiento y de la falta de control».
En el centro donde Roca imparte sus clases se forma a futuros profesionales de la restauración y la conservación. Los estudios ofertados por la ESAPA se articulan en cuatro cursos e incluyen las especialidades de Escultura, Pintura y Documento Gráfico. La titulación obtenida al finalizar el ciclo formativo equivale a todos los efectos a la de grado universitario. María Sedano, profesora de Pintura, define el oficio para el que se educan sus alumnos como «una profesión que no tiene nada que ver con un trabajo artesanal como a veces se cree, sino que va más allá. Es un trabajo científico, una metodología basada en el estudio de la obra, el conocimiento de los materiales y el respeto máximo a la creación original del artista. El objetivo es mantener esa obra en perfectas condiciones para futuras generaciones y que la conozcan como la conocemos hoy en día», señala.
El plan de estudios para obtener el Título Superior de Conservación y Restauración plantea una formación integral. «Los alumnos reciben enseñanza en diversas materias: historia del arte, iconología e iconografía, química aplicada, técnicas pictóricas y escultóricas, técnicas de encuadernación... Es una formación interdisciplinar dentro de todos esos ámbitos, enfocados a que el conservador-restaurador tenga todas esas habilidades para poder intervenir sobre una obra. La restauración es el fruto de todo ese conocimiento aplicado», apunta Yolanda Coto, jefa de estudios.
En la actualidad, cerca de medio centenar de estudiantes se preparan en estas aulas para ejercer un oficio en el que trabajar por amor al arte no es sinónimo de voluntarismo, sino de voluntad por conservar nuestro patrimonio cultural. Alma Barberena, profesora de Escultura, lo expresa con otras palabras: «Los estudiantes que llegan aquí ya tienen una sensibilidad hacia el patrimonio que en muchos casos adquirieron de modo personal o ajenos al centro, porque en la Educación Secundaria las reglas básicas de conservación del patrimonio no se contemplan en el curriculum y debería ser imprescindible, no digamos ya en el caso del Bachillerato artístico». Es la misma apreciación que manifiesta otra de las docentes, María José Velasco, que imparte la especialidad de Documento Gráfico: «Nuestros alumnos suelen ser muy vocacionales y con mucha sensibilidad artística, algo que se está perdiendo en Secundaria y Primaria, con la plástica convertida en 'maría'. Creo que deberían inculcarse desde esos niveles educativos las bases de esa sensibilidad hacia el valor del patrimonio», opina.
Su compañera Esther Roca extiende esa necesidad de sensibilización hacia la importancia de preservar nuestro legado artístico a la propia Administración: «Las instituciones deben concienciarse de que es necesaria una puesta en valor del patrimonio, que para ello hay profesionales y de que tenemos la suerte de que en Asturias se forman ese tipo de profesionales», afirma y retoma el lamentable caso de la talla de Rañadorio para señalar que, «en ese sentido, el que no haya un puesto de restaurador-conservador en la Dirección de Patrimonio de la Consejería, un especialista que pueda poner orden en el vacío existente en esa materia, da pie a que pasen este tipo de cosas». Es una crítica que comparten sus compañeras de claustro. Así, para Velasco, «un técnico especializado podría hacer ese seguimiento y evaluación de las condiciones en las que está cada pieza y que no se llegue a esos límites». Y Barberena, en idéntico sentido, considera necesario «un Plan Director de Conservación e Inventariado del estado de conservación de las obras de los pequeños pueblos, iglesias... Todo ese patrimonio que hay por ahí olvidado. Tener un control, ver cuál es su estado y establecer niveles de urgencia, algo que se hace en otras comunidades».
Son inquietudes compartidas por la mayoría de estos profesionales que en talleres como el de la ESAPA se enfrentan cotidianamente ante piezas deterioradas. Y no solo por el paso del tiempo o agentes naturales, sino por una desafortunada intervención humana. María Sedano, al lado de un Cristo de Zardaín deteriorado por la humedad, tiene delante otro de esos 'Ecce Homo', una pintura de gran formato en la que un simple examen visual deja ver la escasa calidad artística de la obra actual y en la que los análisis realizados han descubierto una pieza muy distinta en el original que tapa el repinte. «¿Por qué pasan estas cosas?», plantea la profesora. «La obra original seguramente tendría pérdidas y normalmente tratan de solucionarlo de la mejor manera que creen y con la mejor intención del mundo, pero luego el resultado que sale es catastrófico y nuestra labor es intentar solucionarlo: por un lado, como profesores-educadores, concienciando a la sociedad, y, por otro, poniendo remedio a estas piezas que nos llegan».
En los otros talleres de la ESAPA se trabaja con obras de las más diversas procedencias. En el de piedra y metales de Escultura, dirigido por Alma Barbenera, abundan las piezas provenientes del mobiliario urbano de Avilés: un estatua contemporánea, la taza de una fuente del XIX o un crucero de fecha similar. Sobre los paneles del taller de Documento Gráfico, María José Velasco dirige a sus alumnos entre un cantoral del siglo XVI, un legajo de pergaminos de la Universidad de Oviedo y lo que parece un libro particular de anotaciones dieciochesco. Cada una de estas piezas ha sido identificada, estudiada y sometida a un complejo protocolo de pruebas antes de evaluar su estado y valorar cuál es el tipo de intervención más adecuada. Los alumnos de Conservación y Restauración se forman en esta escuela para adquirir los conocimientos necesarios con los que abordar cada una de las fases de este minucioso proceso destinado a preservar las obras de nuestro patrimonio. Todas «únicas e irremplazables» y, por ello, responsabilidad de toda la sociedad y de sus instituciones.
Cecilia Giménez, una vecina del pueblo aragonés de Borja, saltó a la fama en agosto del año 2020 cuando ejecutó una fallida 'restauración' del 'Ecce Homo' pintado en uno de los muros de la iglesia del monasterio de la Misericordia por el profesor Elías García Martínez en el año 1930. La pintura, que no tenía gran valor artístico, adquirió fama mundial tras la intervención de la voluntariosa vecina. Hoy en día, el santuario recibe miles de visitas al año desde todos los rincones del mundo, y hasta han creado en el Monasterio una parte expositiva dedicada a la famosa 'restauración'. La relevancia del caso, que apareció en medios de todo el planeta, ha hecho que el término 'Ecce Homo' haya adquirido también el significado de 'restauración fallida'.
Este mismo año, en la iglesia de San Miguel de Estella, otra restauración fallida transformó en una especie de ninot una talla de madera del siglo XVI, esta vez sí, con valor artístico. Los expertos confirmaron que la intervención, realizada por una empresa de artes decorativas.
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