Melina

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Lucas ha colocado a Melina en el Mieres de la preguerra civil española, para que su vida discurra a velocidad de crucero desde que Pepín pide la cuerda hasta que, de viejo, abraza por primera vez en su vida a su hija, a su Negrona, como él porfiaba en llamarla para rebajar cualquier certeza de consanguinidad que sólo estaba en la cabeza de los demás, no en la suya. Melina y Pepín avanzan en paralelo disputándose una apoteosis que sólo una orfebrería literaria como la de Lucas hace posible. En esta novela Asturias no es un accidente geográfico, sino una rendición de cuentas histórica hecha posible por la nobleza de un carácter como el de Lucas (de madre mierense y padre de Ribadedeva), que ejerce la literatura con pico y pala y con tales aperos sigue a ciegas los versos iniciáticos del rumano Paul Celan: «Tierra había en ellos / y cavaron». Y eso es lo que hace el autor, cavar y cavar, convirtiendo cada capítulo en una preciosa porción de tierra que hace de esta novela una joyita de amplio continente, con toda la sensibilidad de la Nétockha Nezvánova de Dostoyevski y la fuerza casi bruta de 'La taberna' de Zola. Un placer.