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Fotografía de Benjamina Miyar, nacida en Corao, Cangas de Onís, en 1888.
Mujeres con buen ojo, pulso firme y mucho oficio

Mujeres con buen ojo, pulso firme y mucho oficio

Historia de la fotografía. Asturias tuvo sus pioneras del apasionante mundo de la imagen, que llegaron a los estudios a través de sus padres y maridos. María Luisa García, Julia Gudín, Carmina Galindo, Josefa Carril, Benjamina Miyar, Tina y Mina fueron algunas de ellas

M. F. ANTUÑA

Viernes, 24 de abril 2020, 00:12

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Lleva años -puede que la vida entera- Francisco Crabiffosse, probablemente la persona que más sabe de fotografía, arte gráfico e ilustración en Asturias, elaborando un completísimo diccionario sobre la historia de la imagen en la región. Es una de esas obras convertida en empeño vital que parece no tener nunca fin, porque siempre hay un dato que añadir, un personaje por descubrir, un enfoque inédito. Algún día verá la luz, esa misma luz con la que la fotografía juega a ser arte y documento desde que la química y la imaginación se unieron para que el papel se convirtiera en soporte del mundo. Y en este mundo, como en todos, las mujeres han vivido siempre en un segundo plano, fuera de foco o puede que incluso desenfocadas. Pero Asturias también tuvo sus pioneras en la historia de la fotografía. De la mano de Francisco Crabiffosse recorremos su vida y obra.

«Como ocurre en otros campos de la creatividad artística, el trabajo de las mujeres en el ámbito de la fotografía asturiana permanece inédito. La razón tal vez se encuentre en que su tarea siempre estaba relegada a diversas labores de estudio, en las que su colaboración no pasó de un discreto reconocimiento. Su trabajo se concentraba en las tareas de retoque, iluminación, y en la presentación en las tarjetas, especialidades que exigían un gusto delicado, dominio técnico y paciente entrega», introduce el investigador asturiano a modo de pinceladas capaces de recrear un contexto nada proclive al trabajo de ellas.

Pese a todo, hubo mujeres dispuestas a lanzarse a ese mundo. Fueron mayoritariamente aficionadas que no tuvieron miedo a introducirse en una vanguardia -pues la fotografía lo era- con nombres de varón y que en sus orígenes llegó de fuera de España o de profesionales formados fuera del país. «Pero las primeras profesionales asturianas de la fotografía muy raramente provienen de esa vertiente, sino que se inician y forman al lado de sus padres, profesionales o comerciantes vinculados de un modo u otro a la fotografía», aclara el estudioso.

Un ejemplo de lo dicho es María Luisa García González (Llanes, 1903- Barcelona, 1998). Hija del fotógrafo llanisco Cándido García, siguió los pasos de su hermana Cruz, que murió 1919 demasiado joven, en el estudio familiar. Cuando poco después falleció su padre, María Luisa continuó durante cinco años años en el estudio, hasta que en 1930 tomó rumbo a Barcelona.

Julia Gudín Álvarez también siguió los pasos de su padre, el fotógrafo valdesano Julián Gudín Méndez, en el trabajo como fotógrafa. Él había nacido en 1916 y en 1966 abrió estudio en Luarca. «Será Julia Gudín Álvarez, quien al jubilarse su progenitor seguirá con las tareas de estudio, continuando con la práctica profesional hasta los inicios de este 2020, cuando cierre el establecimiento», revela Francisco Crabiffosse.

Pero hay otras vías de acceso al oficio, como el matrimonio. Porque también en muchas ocasiones eran las esposas de los fotógrafos las que se encargaban de tareas cotidianas del estudio. «Sirva como ejemplo cercano la entrega de Carmina Galindo Tijero, esposa de 'Dolsé' (Francisco Fernández García, Salas, 1915-Oviedo, 2003), que contrajo matrimonio con el fotógrafo en 1947, y dos años después ya se hizo indispensable en la apertura del estudio de la calle Milicias Nacionales, y en la sede posterior, desde 1960, de la calle Mendizábal número 4, donde permanecen activos hasta 1994», explica Crabiffosse, que añade que a la plantilla del estudio se sumaría después su hermana Soledad Galindo.

En Avilés hay dos mujeres contemporáneas que también pusieron una firma mayúscula en esta peripecia de la pioneras. Son Tina y Mina. La primera, Florentina Fernández-Prendes Álvarez, nació en Avilés en 1899. Era la hija primogénita del comerciante Constantino F. Prendes, fundador de La Droguería. «El establecimiento se especializó en el ramo de perfumería y de modo destacado en fotografía, distinguiéndose el propietario por la edición de series de tarjetas postales, algunas de ellas absolutamente singulares por su temática en el panorama asturiano», relata el investigador, que añade que, durante los años veinte, «Tina siguió la corriente de una fotografía artística, que partía de los modelos locales del afamado José Espolita, quien interpretaba el paisaje de la villa desde una óptica nueva». Tomó parte en las exposiciones locales de arte e incluso algunas de sus instantáneas fueron reproducidas en publicaciones locales, mientras que colaboraba como reportera gráfica de diversos medios regionales. La muerte de su padre en 1933 y la guerra civil la obligaron a profesionalizarse y dejar a un lado la vertiente más artística y creativa de su obra.

Carmen García Varela es la otra fotógrafa avilesina. Mina, que nunca quiso nunca ejercer como reportera gráfica -«Ser fotógrafo de prensa es algo que te esclaviza», solía decir- forjó su propia manera de laborar. En un estudio cercano a su casa descubrió de niña la fotografía y se dejó deslumbrar por ella. Primero trabajó gratis, luego fue asalariada y acabó independizándose y abriendo local junto a otro compañero. «En este estudio propio trabajó más de treinta años y se jubiló en 1980».

Benjamina Miyar Díaz (Corao, Cangas de Onís, 1888-1961) fue siempre autónoma y libre. Comenzó su trayectoria en la segunda década del siglo XX, abriendo estudio junto al taller de relojería paterno. «Retratista y colaboradora en distintos medios de prensa regionales, destacan en su producción los positivos en tarjeta postal recreando ambientes tradicionales, ficciones que tienen el interés de una contextualización temática muy propia del periodo de preguerra. Estos trabajos añaden la particularidad de los retoques a lápiz y lápices de color, y a un empleo muy libre del vivo cromatismo aplicado con tintas», asegura Francisco Crabiffosse.

Otro nombre propio es el de Josefa Carril Rodríguez, apodada popularmente 'La Torera', que entró en el oficio en los años veinte y le aportó otro modo de profesionalización. «Fue probablemente la única minutera que trabajó en Asturias a lo largo de décadas. Tuvo como localización casi fija el ovetense Campo de San Francisco, donde hoy la homenajea un grupo escultórico en bronce como testimonio de su popularidad y generosidad», señala el investigador. Nacida en 1893, ya en 1925 trabajaba en el parque con ocasión de las fiestas de San Mateo, con la colaboración en la década siguiente de su hermano Fernando Carril, nacido en 1912, al que introduce en el negocio de esa fotografía hecha en espacios públicos que se revelaba allí en pocos minutos, de ahí su nombre.

«En la postguerra, la ya popular retratista sumó a su fama profesional la condición de benefactora de los pobres y los menesterosos al repartir en el Martes del Bollu a los acogidos en las instituciones benéficas de la ciudad un bollu y una botella de vino. Esa cita anual la mantuvo año tras año, y ya a fines de la década de los cuarenta diversas entidades y ciudadanos solicitaron públicamente un reconocimiento para la fotógrafa, petición satisfecha al otorgársele en julio de 1953 el ingreso en la Orden Civil de Beneficencia y la Cruz con distintivo blanco, insignias que le fueron impuestas en junio de 1954 en un acto popular en el campo de San Francisco», concluye Crabiffosse.

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