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Cristina Mazzavillani Muti, ayer, en el Reconquista.
«No hemos discutido para este 'Falstaff'»

«No hemos discutido para este 'Falstaff'»

Cristina Mazzavillani. Directora de escena y esposa de Riccardo Muti

AZAHARA VILLACORTA

Jueves, 30 de julio 2015, 00:36

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Con un 'look' perfectamente estudiado que ayer combinaba un naranja rabioso, flequillo asimétrico, deportivas, gafas azules y el tatuaje de un lagarto en su antebrazo derecho, Cristina Mazzavillani Muti atendía a EL COMERCIO mientras su marido, Riccardo Muti, deambula por el hall del ovetense Hotel de la Reconquista, observándola a distancia. Dentro de pocas horas, será la primera vez que esta pareja de creadores mundialmente reconocida se alíe para poner en escena una ópera: 'Falstaff'. Y lo harán sobre las tablas del carbayón Teatro Campoamor. Él, considerado el mejor director verdiano del planeta, a la batuta. Ella, al frente de la dirección de escena. Profundamente cercana, reidora, libre y de una modernidad sin alharacas, 'la signora', como la llaman en su equipo, reflexiona sobre el arte al tiempo que le pregunta al maestro si ya ha desayunado. Y el sustantivo 'señora' encuentra todo su sentido.

-¿Qué vamos a ver desde el punto de vista de la escena en las dos representaciones ovetenses?

-La escenografía es toda virtual. Si las luces y el ordenador se estropean, no habrá nada que hacer (Risas). Es una representación extraordinaria, con unos trajes bellísimos y con cantantes y actores verdaderamente buenos. Aunque la oscuridad, con la música de Verdi, no existe. La música de Verdi siempre lo llena todo.

-¿Qué se perderán quienes no acudan al Campoamor? ¿Por qué ir?

-Es una bella pregunta. En primer lugar, hay que disfrutar de esta ópera porque tiene una música maravillosa. Es la herencia de toda una vida del genial Verdi, que aquí es capaz de ironizar sobre sus propias obras anteriores y de hacer referencia a otros compositores. En segundo lugar, porque la dirección musical (Se ríe). Y, además, porque será tocada y cantada por gente muy joven.

-¿Es esta una ópera para todos los públicos o requiere de una honda reflexión intelectual?

-Es una obra muy sencilla porque es como si Verdi les hablase a los niños. Como un gran abuelo que cuenta su última gran historia.

-Y, sin embargo, su final es amargo.

-Es que Verdi no es triste, pero sí melancólico, además de muy contemporáneo. No es nostálgico, lo que implica una querencia hacia el pasado y que es un sentimiento depresivo, sino melancólico, con un aprecio hacia el futuro, hacia lo que no se puede conseguir. Hay una diferencia abismal entre ambos sentimientos. Verdi no es en absoluto depresivo, pero sí que tiene tendencia a la melancolía.

-A usted y al maestro, que se dice custodio del legado del compositor, les unió la música. ¿Amor eterno?

-Así es. Estudiamos juntos en el Conservatorio, pero no me imaginaba que, hacia al final de nuestra vida, iba a celebrarse una reunión laboral como esta. Es la primera vez que hacemos una ópera juntos y quizá la última (Ríe). Para mí, ha sido muy emocionante, porque ha supuesto un retorno a aquellos años del Conservatorio.

-¿Cómo ha sido lo de trabajar con su compañero de vida? ¿Se pelean mucho los egos del director musical y la directora de escena?

-No. No hemos discutido porque esta ópera ya se estrenó hace tres años, aunque a cargo de otro director. Y, el maestro, al verla, me dijo: «No me importaría dirigir esta ópera tuya». Él me eligió y es un gran honor (Risas).

-¿Qué hace la diferencia entre alguien común y un número uno?

-Como mujer de uno de ellos, que no es fácil, esta es una pregunta un poco embarazosa. Pero diré que, tras 27 años al frente del Festival de Rávena, he conocido a grandiosos directores y, cuando uno es realmente grande, se sabe, se ve y se nota.

-Tienen tres hijos. ¿Alguno ha seguido sus pasos?

-Sí. Son Francesco, Chiara y Domenico. Francesco es arquitecto, Domenico es abogado y Chiara es la que se parece más a nosotros. Ha hecho cosas importantes como actriz y también una producción con su padre.

-No debe ser sencillo para una artista ser su hija...

-Creo que nuestros hijos no han tenido una vida fácil, pero el resultado final es que son tres personas verdaderas y muy autónomas.

-Hace muchos años que trabaja con jóvenes como ellos.

-Así es. Y, en este momento de crisis tan tremenda en todo el mundo, veo una juventud maravillosa. Noto una evolución muy positiva en sus valores, en su espiritualidad. No hay que olvidar que, en los momentos de mayor decadencia, de desbandada, es cuando crecen los mejores frutos. El bienestar no siempre trae lo mejor. A través de las ilusiones que la gente mayor les ha transmitido, han entendido, al fin, que deben ser independientes y sobrevivir por ellos mismos, empezar de nuevo. Estoy hablando de jóvenes que tienen dentro pasión por las artes, por la belleza. Fotógrafos, escritores, pintores, diseñadores, encargados de luces, realizadores de vídeo, cantantes, músicos... Esta gente con una pasión dentro la vive de una forma extraordinaria. Qué pena que nosotros no podamos ofrecerles mucho.

-¿En qué sentido?

-Nuestro gran pecado es que, políticamente, socialmente, no les ofrecemos apoyos, no los estimulamos desde los primeros años en las escuelas... Estoy convencida de que hay mucho más talento del que sale a la luz. Buena parte de él se queda oculto.

-El maestro ha sido muy crítico con los recortes acometidos por el gobierno Berlusconi.

-No solo con Berlusconi. Los últimos gobiernos italianos han sido una cadena de negatividad y no veo luz. En los únicos que veo luz es en los jóvenes. Espero mucho de ellos.

-¿Y de Europa qué espera?

-Por mi naturaleza, no soy pesimista, porque el hombre pasa y la historia nos ha enseñado que a los momentos terribles les siguen otros mejores. Si pienso en la Edad Media, Nerón, Hitler, Stalin... La historia siempre es cíclica. Pero, en estos momentos, la confusión es total. El protagonismo exagerado de Alemania porque es el país más rico no lo encuentro generoso, cristiano, justo. Nosotros somos los cimientos de Europa, sus pies. No solamente geográficamente. Y, si los cimientos se derrumban, también la parte superior. Si nosotros caemos, Alemania caerá. Se producirá un 'efecto dominó'.

-¿El mundo es una burla?

-Lo es. Y volvemos a Verdi y a Shakespeare una vez más.

-Y, como todo es cíclico, quizá la veamos pronto en la temporada de ópera de Oviedo...

-Ya había estado aquí para la entrega del Premio Príncipe y me parece una ciudad preciosa, así que estaría felicísima. No lo descarto porque, en realidad, todos los italianos nos sentimos en España como si estuviésemos en casa y porque se trataría de una gran experiencia. Además, sería para hacer algo con jóvenes. Pero primero hay que saber qué les parece 'Falstaff' y después ya veremos (Risas).

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