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El MOnSTRUO QUE CONQUISTó EL MUNDO

El MOnSTRUO QUE CONQUISTó EL MUNDO

diego carcedo

Madrid

Lunes, 1 de octubre 2018, 17:38

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Ninguna personalidad, viva o difunta, puede ser descrita con más precisión aritmética que Charles Aznavour, el monstruo que con su arte y su personalidad conquistó el mundo y enamoró a muchos de sus habitantes. Aunque las cifras son frías, algunos datos de su biografía, más que impresionar estremecen de admiración: mil cuatrocientas canciones compuestas y dos millones de copias discográficas, más de sesenta películas y treinta obras de teatro protagonizadas, alrededor de noventa países donde disfrutaron de sus conciertos -hace algunos meses ofreció uno en Barcelona-, seis idiomas en los que expresaba su voz y transmitía su sentimiento… La carrera artística más larga que se recuerda: setenta años muy largos.

Charles Azanavour fue todo eso y mucho más, compuso varias de las canciones maravillosas de Edith Piaf e interpretó con Frank Sinatra creaciones tan memorables como 'You Make Feel So Young'. Pero tampoco la narración de su vida, de su trayectoria vital y de sus inquietudes se quedan atrás en una biografía inigualable. Nació en París; siempre se ha dicho que era armenio: no, aunque de armenio ejerció, armenios eran sus padres, que le bautizaron con el enrevesado nombre de Hahnourh Varinga Aznavourian Baghdassarian. Eran, sus padres, refugiados políticos, habían llegado a Francia huyendo del genocidio armenio que estaban perpetrando los turcos, y en París encontraron refugio.

Aznavour nos deja, por lo tanto, un recuerdo desgraciado, el del refugiado político, algo que a pesar del siglo transcurrido sigue lacerando las conciencias. El nunca olvidó sus orígenes ni las razones de su nacionalidad francesa de la que igualmente se sentía orgulloso. Supo como nadie conjugar su patriotismo y su condición de embajador mundial de Francia con su otra condición de inmigrante que inspiró algunas de sus composiciones y canciones y con tanta razón le convirtieron en un símbolo de la integración de social entre etnias y culturas así como del respeto a los derechos humanos.

Hoy la tentación periodística es titular la noticia con la frase «Una voz que se acabó». Y nada menos cierto, la voz de Aznavour, con su capacidad única para reconciliarnos con la vida y la humanidad, apenas se apaga. Ahí quedan dos millones de discos para seguirla escuchando. Ahí nos queda el usufructo para siempre de sus obras tan inmortales como 'La Bohème', 'Take me' o 'La Maamma', por recordar sólo alguno de sus grandes éxitos. Y ahí nos queda el ejemplo de una persona que superó contratiempos, sufrió vicisitudes y prolongó su capacidad creativa e interpretativa hasta los noventa y cuatro años: hasta que en un percance se fracturó una cadera y en plena recuperación, un mal día como hoy la vida que le dijo hasta aquí.

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