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Jessica Pratt, en su papel de Lucia, fue la cantante más destacada en la ópera de ayer en el Campoamor.

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Jessica Pratt, en su papel de Lucia, fue la cantante más destacada en la ópera de ayer en el Campoamor. Opera de Oviedo

El Campoamor enloquece por Lucia

Simón Orfila destacó con su papel de Raimondo, cantado con aplomo y homegeneidad vocal en el Teatro Campoamor | Jessica Pratt brilla en 'Lucia di Lammermoor', la ópera que cierra la temporada ovetense

ramón avello

Viernes, 24 de enero 2020, 02:33

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Todos sabemos que, en Oviedo, 'Lucia di Lammermoor' además de una ópera, es todo un símbolo de la afición belcantista de la ciudad. La mezcla de pasión y locura, enmarcada en una belleza vocal extremamente difícil, lleva más de un siglo emocionando a diferentes generaciones de un público bien dispuesto al aplauso, pero también con un agudo sentido crítico. Ayer regresó de nuevo al Campoamor nuestra loca egregia, en una coproducción de la Ópera de Oviedo, el Teatro Colón de Buenos Aires y la Ópera de Tenerife. Como es habitual en la primera función, se cumplió la liturgia de recibir con pateos y aplausos a partes iguales el saludo en asturiano. Por lo demás, el público siguió con mucha atención la obra, aplaudiendo continuamente al final de las escenas.

Estamos acostumbrados a las nuevas ubicaciones de óperas, y Lucia, a la que hemos visto en destartalados castillos renacentistas, entre espejos victorianos, o junto a aguerridos samuráis, no ha sido una excepción. En la representación de ayer, el director de escena Nicola Berloffa y el diseñador de escenografía Justin Ardienti mantienen a Lucia en el territorio de las brumas escocesas originales de la ópera de Donizetti, pero trasladan el tiempo hasta la década de los cuarenta del turbulento siglo XX. La propuesta de Berloffa, con algunos guiños al cine de Hitchcock, nos sitúa el drama en la Escocia de la inmediata posguerra. Es una escena sobre todo de interiores: prácticamente se desarrolla en diferentes espacios o salas que se cambian con agilidad en cada escena. Esto hace que la representación fluya con corrección y con un sentido dramático progresivamente intenso. Los espacios mencionados están sobre una plataforma giratoria, utilizada en el tercer acto -especialmente en la escena de la locura-, creando una sensación de inmovilidad inestable. Deja de lado la propuesta escénica los paisajes exteriores, el clásico jardín y el cementerio.

Giacomo Sagripanti, joven director italiano que ya dirigió en Oviedo la ópera de Bellini 'Capuletos y Montescos', volvió a ponerse al frente de Oviedo Filarmonía para una Lucia de variado color. En esta partitura de Donizetti, el timbre de algunos instrumentos se asocia a los personajes principales. Por ejemplo, la flauta y el arpa, a Lucia; y las trompas a Edgardo, lo que conlleva una destacada riqueza tímbrica. Sagripanti lleva los tiempos con cierta agilidad, subraya bien los matices y, en general, hace que la orquesta suene bien, muy empastada. Por otra parte logra que se destaquen esos pasajes solistas. De hecho, al final salieron también a saludar el violonchelista y la flautista de Oviedo Filarmonía. El coro, por su parte, cumplió una actuación concertante muy bien planteada desde un punto de vista dramático y con una emisión compacta y empastada. Entre los 'partiquinos', la asturiana María José Suárez hace una Alisa -confidente de Lucia- muy bien matizada. Correcta en los recitativos, y aunque su volumen no es muy alto, empastó bien en el famoso sexteto con el que se cierra el segundo acto. Moisés Marín interpretó también un correcto Normano. Es un joven tenor granadino con muchas posibilidades.

En general, 'Lucia' es una ópera vocalmente muy exigente. Entre los cantantes principales destacamos al bajo Simón Orfila, en el papel de Raimundo, el sacerdote consejero de Lucia. Una voz a caballo entre el barítono y el bajo de una sonoridad muy redonda. El aria 'Cedi, cedi' estuvo soberbiamente interpretada. De los protagonistas masculinos fue el más aplaudido.

El tenor Albert Casals interpretó un pálido Lord Arturo, el 'sposino' asesinado por Lucia en la noche de bodas. El barítono ucraniano Andrey Kymach realza con fuerza y agilidad el rol de Enrico Ashton, hermano de Lucia y mortal enemigo de Edgardo. Tiene una buena presencia escénica y potencia, pero un timbre vocal un poco heterogéneo, lo que hizo que su interpretación no fuese lo excelente que podría haber sido.

Celso Albelo, galardonado en 2010 y 2012 con el Premio Lírico Teatro Campoamor, protagoniza un Edgardo un poco forzado. Se entregó en su papel, con agudos potentes, pero su emisión, especialmente en el dúo con Lucia, no fue tan limpia como se esperaba de este gran tenor. Cantó muy bien su aria final, por lo que dejó un buen sabor de boca.

Indudablemente, la triunfadora de la noche fue Jessica Pratt, que debutó hace tres años en el Campoamor con el papel de Gilda, de 'Rigoletto'. Ayer, inflamó vida a una atractiva y pasional Lucia. No solamente fue solvente en esos agudos extremados, sino exquisitamente expresiva en el 'legato' de las lentas 'cavatinas', con lo que hemos visto que domina el lirismo canoro y también el virtuosismo más complejo. Muy buena intérprete en el aspecto dramático, nos ofreció una Lucia congruente, muy interiorizada y de un innegable atractivo.

El público aplaudió mucho, pasó por alto, como es lógico, pequeños defectos arriba comentados y, sobre todo, disfrutó en esta nueva Lucia ovetense.

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