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Martes, 26 de octubre 2021, 19:46
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David Martínez Álvarez (Alcalá de Henares, 1985) es Rayden, un rapero que ya lleva veinte años preguntándose «¿qué cabe en una canción?». Después de tanto tiempo, cree que todo y, sino todo, al menos sí todo lo que a él le ha ocurrido en estas dos décadas. El jueves actúa en la sala Gong de Oviedo, a las 21.30 horas, dentro de los directos Vibra Mahou.
-¿Cómo va a ser este concierto?, ¿ya siente la normalidad?
-Precisamente y paradójicamente el último concierto que hicimos normal fue en Oviedo, en 2020 en la Sala Estilo, y uno de los primeros de la normalidad va a ser también en Oviedo, se va a dar esa simetría.
-¿Siente por fin que la música está remontando después de la pandemia?
-Sí, pero el problema es que la música no ha estado protegida por organismos como el Ministerio de Cultura. Hemos sido los primeros afectados y los últimos en salir. Ya no solo los que estamos en la cara visible, sino todas las piezas que conforman todos los equipos técnicos, son gente que ha estado desamparada y que sigue así.
-En su caso, esta situación coincide con sus veinte años de carrera, ¿los va a celebrar?
-Los cumplí en agosto y me monté una buena fiesta de cumpleaños para el 6 de noviembre en el Wizink. Lo de festejarlos así es una idea loca que tuve hace mucho tiempo y menos mal que el público la ha legitimado y voy a poder cumplirlos con todas las entradas vendidas.
-En una carrera tan larga, ¿nunca se planteó tirar la toalla?
-Sí, una vez, cuando empezó la cosa a ir bien en 2010. Tuve un concierto en Blanes, en Cataluña, donde el aforo era para 600 y solo había 15 personas. Hicimos el concierto y yo pensaba '¿qué estoy haciendo?, no me compensa haberme hecho siete horas de viaje para esto'. Menos mal que no desistí, pero me lo planteé.
-¿Y alguno espectacular?
-Recuerdo un concierto en Madrid, en el que no sé cómo se apañaron 2.000 personas para repartirse panfletos con una frase que yo digo en una canción 'soy porque somos'. Me giré y miré a uno de mis músicos y, cuando me di la vuelta, las 2.000 personas estaban con su pancarta y yo me quedé flipado.
-¿Qué consejos le daría al chaval que era cuando empezó esta aventura?
-He visto muchas pelis de viajes en el tiempo como para saber que no se puede dar mucha información para no crear agujeros de gusano, pero le diría que sea consecuente con todo lo que hace y que esté tranquilo porque, salga bien o menos bien, el camino que transita uno desde la convicción es uno de los mejores que puede haber.
-Acaba de sacar un libro, 'Cantinela', sobre su trayectoria, ¿necesita de la literatura para completar su música?
-Sí y ahora también me está picando un poco el mundo de la interpretación, soy un guindilla. Hace poco me preguntaban que si alguna vez había padecido el síndrome del impostor, que está tan en boga, y decía que no porque yo sé que soy uno. Yo tengo la sensación de que antes de que lo haga otro, prefiero hacerlo yo, intrusismos mediante. Me gusta probar, crear y mezclarme en otras concepciones de arte.
-Canta usted que en una canción cabe hasta un big bang, ¿le queda mucho que meter en sus canciones?
-Pensaba que no me quedaba mucho por cantar que fuese variadito, pero las canciones nuevas me han demostrado lo contrario. Estoy muy motivado y estimulado. Es inspirador y tranquilizador ver que, después de veinte años, aparecen las mejores canciones.
-¿Cómo resumiría su evolución?
-Es curioso porque, gracias a 'Cantinela', me he dado cuenta de que mi discurso no ha cambiado. A lo mejor ha cambiado la hechura o he metido más instrumentos, pero el discurso no ha variado y eso me parece algo a tener en cuenta. Ahora que me siento en mitad del camino, me parece una carrera honesta, donde si no se puede hacer perfecto, se hace sincero, donde el público lo entiende como tal y me he convertido en un lugar donde estar.
-Ahora, ¿qué proyectos tiene a la vista?
-No sé qué va a ser antes y lo digo de verdad. Tengo entre manos un poemario, 'Amoratado, la metamorfosis del nudo al lazo', que va a salir en febrero, y un disco. Saldrán más o menos por las mismas fechas, lo que está claro es que en 2022 me voy a dejar el alma.
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