Evelyn Ramírez, mezzosoprano: «Todos tenemos una locura intrínseca y la podemos sacar libremente»
Es 'Orlando furioso' en la próxima producción de la Ópera de Oviedo en el Teatro Campoamor, una «apuesta en firme» que se estrena en noviembre
Llega desde Chile, donde nació y reside, para enfrentarse por primera vez a un personaje complejo, intenso y, sobre todo, furioso; el de un Orlando ... que protagoniza la ópera de Vivaldi de 1727 que es un viaje a la locura desatada por amor. Evelyn Ramírez aterrizó en Oviedo hace tan solo unos días y entre ensayos, preparativos y mucho trabajo previo al estreno el 14 de noviembre, atiende a este diario en los entresijos del Teatro Campoamor.
–Para quienes no lo conocen todavía, ¿quién es Orlando?
–Orlando es un paladín, un guerrero, un personaje con mucha personalidad, con coraje, y completamente furioso. Y esa furia lo lleva a la locura extrema. Del amor al odio hay un límite imperceptible, y de eso se trata 'Orlando furioso', de un personaje muy heroico que es un guerrero que pelea, cierto, que está con la espada, que sabe mucho de moverse en la guerra, pero que ama a Angélica. Ella no le corresponde y, en vez de quedarse tranquilo, él se obsesiona de tal manera que empieza a volverse loco. Es un personaje increíble, con una fuerza interpretativa que no te suelta, y como mujer lo digo, porque hace complicado interpretar un rol masculino y guerrero. Es un personaje con mucha energía que necesita de mí una entrega al cien por cien. Además, la puesta en escena me obliga, en el buen sentido de la palabra, a estar siempre en el personaje. Esa energía constante tengo que ir dosificándola a través de toda la ópera para que el estado anímico no se vuelva monótono. Tiene que haber una progresión dramática para llegar a un personaje entendible. Que se entienda por qué se volvió loco y que el público no lo odie por eso. No es solamente obsesión, hay un amor y hay una entrega total del personaje.
–¿Cuál es el mayor reto que supone para usted?
–Yo creo que el reto es interpretar algo que es completamente opuesto a mí. Si bien he hecho a lo largo de mi carrera roles travestidos, un guerrero es distinto, tiene una energía diferente que hay que ir dosificando para no irse cansando por el camino. Porque uno empieza con mucha garra, pero después tiene que continuarla y que no decaiga, que sea lo más verídico posible.
–Es una ópera barroca, algo poco habitual. ¿Vamos a ver una producción fiel a la época o con tintes modernos?
–Yo no conocía al director de escena, Fabio Ceresa, pero como él sí había venido antes a otras producciones, me explicaron que, si bien es fiel al repertorio que interpreta, también le pone tintes modernos. La puesta en escena me parece súper acertada, porque esta ópera es de ensueños, de magia, de imaginación. Plasmarlo en una escenografía es complicado, pero se ha logrado bastante bien. Por lo menos, lo que he visto, tiene tintes actuales pero respetando el barroco, y eso me gusta muchísimo. Además, los intérpretes están fantásticos. Yo lo encuentro todo increíble empezando por el director, un barroquista nato, una persona que además no te impone sino que te va sugiriendo en función de tus condiciones para sacar tu potencial.
–Vivaldi no es tan conocido por sus óperas como por otro tipo de piezas. ¿Qué tiene de especial esta música?
–Es una pena que no sea tan conocida la ópera de Vivaldi porque, ¿sabes de lo que me he dado cuenta haciendo este trabajo? De la capacidad que tiene para mostrar los afectos. De la entrega emocional que tiene el personaje, de la capacidad de Vivaldi para escribir algo entendiendo lo emocional de la persona. La tristeza, el enojo, la rabia, la pena. Cómo plasmó todo eso en el papel. Uno solamente tiene que hacer lo que está escrito. Y la verdad está, sobre todo, en el recitativo. Mi personaje tiene arias, pero también tiene mucho recitativo y esa es la parte más difícil, porque tiene que ser como esta conversación; a veces es lenta, a veces rápida, lo que se necesite para captar la atención del oyente. Y si yo te estoy explicando algo, que sea con la mayor verdad posible por mi parte. Eso es lo que pretendo en mi interpretación, que sea real.
–Las melodías barrocas son aparentemente más sencillas, pero quizá ahí está lo complicado.
–Claro. Cargarlas de significado es lo complicado. Y además, mi tesitura es una tesitura muy grave, donde tengo que emplear mucha voz de pecho y voz mixta, que es parte de mi rol. Tiene que sonar bien, con una emisión correcta y bien explicado, que se entienda el idioma. No es fácil, pero lo importante es que se escuche fácil. También es más difícil con toda la ropa que tengo que usar, que pesa, porque llevo una armadura muy dura, muy pesada. Estas cosas me ayudan a interpretar, porque me obligan a mantener una postura muy erguida, pero también físicamente es más complicado.
–La interpretación de un personaje masculino de estas características, ¿cómo la trabaja siendo mujer?
–Tengo que mirar a los hombres para saber qué reacciones tienen, y afortunadamente no todos caminan en modo cortisol (ríe). Tengo que fijarme en esos detalles para meterme en el personaje, porque es un tipo que anda todo el rato como si hubiera salido del gimnasio. Hay pocos momentos en los que se siente vulnerable, la mayor parte del tiempo tiene una energía que las mujeres, en general, no tenemos. Nosotras no andamos así por la vida.
–¿Tiene algún aria favorita en esta ópera?
–Hay dos arias que son de bravura, con mucha coloratura y muchas cosas. Pero hay una que es muy cortita pero es tan humanamente tierna, tan frágil, tan vulnerable. Es cortísima, tanto, que a veces pasa completamente desapercibida. Las de bravura también me gustan, tienen una energía increíble.
–¿Y qué es lo que más disfruta de poder interpretar esto?
–Lo más gratificante de poder hacer esta música es darse cuenta de que la voz humana es capaz de hacer todas estas cosas. Y que el compositor lo haya escrito sabiendo que alguien lo podía hacer. La ópera va a gustar por eso mismo, por la cantidad de pasión que le puede poner un intérprete a una obra así. Porque si bien yo puedo decir 'tienes que actuar como loca', ¿qué es estar loco en el fondo? Hay que acordarse de que todos tenemos una locura intrínseca y que la podemos sacar libremente. Me ayuda pensar que todos estamos un poco locos. Y yo voy a poder abrir esa puerta. Y quiero ponerle rabia, y quiero pasión, y quiero amor, lo quiero todo, pero de la manera más pura y más franca. Eso es lo bonito de esto, de jugar a interpretar estos roles que son tan opuestos a uno. En el escenario hay que transformarse, hay que dejar el pudor a un lado y decir 'me vale madre, empecemos a jugar'.
–Es muy bonito también que estas emociones que están en la partitura sigan vigentes desde que Vivaldi las escribió.
–Sí, eso es muy mágico. Pero yo creo que antes uno podía darse esos lujos más, ahora está demasiado normalizado lo de portarse bien. Si bien las emociones siguen siendo las mismas, o sea, la pasión, el amor, el enojo, la rabia, o la felicidad, lamentablemente en esta sociedad uno tiene que ir con cuidado con esas emociones. Porque si no, hay desbordes. Así que cuando hay óperas en las que uno puede dejarse llevar, desarrollándolas y desbordándolas, es increíble. Sobre todo, porque el director me lo permite.
–¿Cómo sería visto Orlando en el siglo XXI?
–Totalmente desubicado. Sería un ser completamente incomprendido porque es un desbordado. Es una persona un poco primitiva en ese sentido, porque no puedes andar así por la vida. Si no le gustas a alguien, está bien, respetas eso. Pero no, él tiene esa cosa así como de enfado, de insistir en que 'ella es mía'. Creo que sería un ser muy inadaptado, sería pésimo.
–¿Le caería bien?
–A mí me caería estupendo. Me caería muy bien, pero claro, a veces son personas que no encajan dentro de las normas y están siempre reprimiéndose. Por eso disfruto de estar en una producción donde se puede dejar ver todo eso. Que con este personaje pueda tener esa libertad, es increíble.
–Es su primera vez en el Campoamor. ¿Cómo lo está viviendo?
–Súper bien. Yo recuerdo haber venido hace un par de años, pero solamente de vacaciones. Miraba el Campoamor, lo encontraba muy bonito, y me decía: 'qué bonito sería cantar acá'. Y ahora, después de tanto tiempo, se hace el sueño realidad. ¿Quién iba a pensar que podría estar representando aquí todo un rol barroco? Y un rol protagónico que tenga estas características. Cuando llegué de Chile –donde reside–, pude ver la anterior representación, 'Romeo y Julieta'. Tuve la suerte de poder estar de público y fue súper bonito, me llamó la atención que la gente estaba súper atenta para escuchar lo que estaba pasando en el escenario, participaba, y lo encontré como muy respetuoso.
–Dicen que el público de este teatro es muy honesto y muy pasional.
–Yo lo encontré increíble. Es honestidad pura; si no le gustó, no va a aplaudir. Yo creo que eso es súper importante y uno lo va sintiendo en el escenario. Si hay un mal 'feedback', se siente inmediatamente, y uno tiene que revertirlo. Y además de que el teatro es tan bonito, me dijeron que tiene súper buena acústica por esa forma de herradura.
–¿Qué es lo que más va a disfrutar el público de esta producción?
–Yo creo que todo, además de las voces, que todas son buenas... la orquesta barroca siempre es un sueño. Y la escenografía es impresionante. Uno no está acostumbrado a ver estas escenografías tan grandes, pero acá son cosas a gran escala. Van a ver cosas increíbles en el escenario, cosas que uno tiene la imaginación. Y el vestuario también ayuda a que se vea la magia. De eso se trata la ópera. Y esta partitura en concreto es pura magia, maleficios, magos, hechiceros, paladines y guerreras.
–¿Hay mujeres guerreras en la historia?
–Hay una guerrera, sí, pariente de Orlando. Es una historia muy actual, muy vanguardista para su época. Tiene todo lo que puede gustarle al público. Si el público viene entregado y con ganas de disfrutar, yo creo que se va a sorprender muchísimo con una ópera así.
–Y es la primera vez que la Ópera de Oviedo programa 'Orlando Furioso'.
–Hacer 'Orlando' me parece de una vanguardia increíble. Además, no hacen muchos títulos, así que, que le den la oportunidad a una ópera barroca, lo encuentro increíble. Es una apuesta en firme, y eso habla muy bien del público y habla muy bien de la organización del teatro, que confía en que esto pueda gustar. Además, es música que te mueve la entraña, que te hace vibrar. Son arias tan bellas que tú te evades inmediatamente y empiezas a soñar. El público no va a quedar indiferente, eso te lo aseguro. Yo ni siquiera la conocía, la tuve que estudiar para estar acá.
–¿No la ha visto representada nunca?
–No, en vivo no. Es que es muy poco habitual. Y creo que hay muy pocas representaciones que estén en vídeo. Por eso encuentro que es una apuesta todavía más importante.
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