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Un momento del concierto en el Auditorio. HUGO ÁLVAREZ
Poderío de voces e instrumentos

Poderío de voces e instrumentos

Compleja versión de la 'Missa Solemnis' de Beethoven la que se escuchó en el Auditorio | Varios minutos de aplausos en un concierto que subraya las intervenciones del coro

RAMÓN AVELLO

OVIEDO.

Viernes, 3 de mayo 2019, 00:14

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Entre todas sus creaciones, Beethoven consideraba que la 'Missa Solemnis' era la composición más lograda. Cronológicamente, esta cima de la música religiosa beethoveniana se escribió paralelamente a grandes composiciones como la 'Novena Sinfonía' o las 'Variaciones Diabelli'. Es una obra de madurez, que por una parte recoge toda una tradición de la música religiosa desde Palestrina a Haendel y Haydn, profundamente estudiados por Beethoven para componer la Misa, pero con un nuevo impulso creador. Esta mezcla de tradición y originalidad, de sinfonismo y música coral en una síntesis grandiosa, es uno de los encantos imperecederos y la fuerza de una música más que romántica, intemporal. Ayer, como uno de los conciertos estelares del 20 Aniversario del Auditorio Príncipe Felipe, la Orquesta Barroca de Friburgo, el Riaskamerchor y el Coro de Cámara de la Radio del Sector Americano de Berlín (el nombre alude a la división de la capital alemana tras la Segunda Guerra Mundial), la soprano Polina Pastirchack, la mezzo Sofía Harnsen, que sustituyó a Patricia Barron, el tenor Steve Davislim y el bajo Johannes Weisser, bajo la dirección de René Jacobs interpretaron una sólida versión de la 'Missa Solemnis'.

La primera peculiaridad es la colocación de los instrumentos y el coro. Los instrumentos utilizan la colocación vienesa, con los contrabajos en la parte superior, a la izquierda, y la percusión y el metal a la derecha. El coro, en vez de colocarse detrás de la orquesta, se pone delante. Sopranos y bajos, a la izquierda; contraltos y tenores, a la derecha; y los cuatro solistas, en el centro. Esta colocación refleja una preeminencia de lo vocal, característica muy significativa de esta versión de René Jacobs. El coro tiene una afinación perfecta, muy dinámico, y salva las complejidades de una partitura vocalmente muy extremada. Los solistas, correctos. Especialmente hay que resaltar al bajo Johannes Weisser, en el comienzo del 'Agnus dei', uno de los pocos momentos en el que un solista redondea una frase. También destacable la soprano Polina Pastirchack. La dificultad de esta obra radica en lo que se llama el 'hoquetus', un recurso por el que los fraseos son complementarios, empieza una soprano y lo continúa otra voz. Y así continuamente.

La concepción de Jacobs

La concepción de Jacobs se centra fudamentalmente en las voces. Utiliza unos ritmos demasiado marcados para Beethoven, contrastes muy acervados, lo cual es relativamente lógico en una obra en la que por ejemplo tan pronto se habla de la sepultura como de un reino que no tiene fin, una obra llena de dinámicas y de contrastes.

Esta especie de poderío rítmico en algún momento genera un poco de confusión, de embarullamiento, pero resulta de una fuerza incontenida. La orquesta podría tener un poco más de relieve, especialmente en el 'Benedictus', en la que una página que es casi un concierto para violín queda casi solapada. Pese a ello, la obra gustó y sin duda hemos asistido, quizás no a la mejor versión de la 'Missa Solemnis', pero sí a una versión muy original y extremadamente alegre. Esa alegría final es lo que nos hizo aplaudir durante varios minutos al director, a la orquesta, a los solistas y, sobre todo, al coro.

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