Borrar
La autora, en una presentación de su libro en Valladolid. José C. Castillo
«La desigualdad ha llegado a niveles tan altos que provoca malestar entre quienes tienen privilegios»

Nuria Labari, escritora

«La desigualdad ha llegado a niveles tan altos que provoca malestar entre quienes tienen privilegios»

La narradora y periodista presenta este 14 de febrero en el café Toma3 de Gijón su último libro 'No se van a ordenar solas las cosas'

Viernes, 14 de febrero 2025, 10:42

La escritora y periodista Nuria Labari (Santander, 1979) presentó ayer su último libro 'No se van a ordenar solas las cosas' (Páginas de Espuma) en la Biblioteca Ramón Pérez de Ayala de Oviedo y este 14 de febrero (19 horas) lo hará en el café Toma3 de Gijón. Autora de novelas como 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco', nos habla de este volumen de relatos con el malestar individual y colectivo en que vivimos en el foco de una sociedad que se debate entre el presente inestable y un futuro aún más incierto.

-Después de una novela tan intensa como 'El último hombre blanco' ¿Sentía la necesidad de volver al tempo y a otra forma de 'respirar' contando en un libro de relatos?

-Sumergirme en cualquier libro para mí siempre es igual de intenso. Cada uno lleva sus demandas y sus necesidades, depende de lo que quieras contar y desde donde estés buceando. En este caso, en 'El último hombre' me había centrado en la historia de un malestar, el de la protagonista, que es como un solo de tambor que dialoga, por supuesto, con la sociedad, lo universal y cada uno de nosotros, pero quería salir del encierro de vivir en una sola voz. Además, para lo que yo quería contar no me valía hacerlo con una sola voz, necesitaba un coro y un concierto. Que el lector fuera aprendiendo a escuchar y a distinguir las distintas voces o cada instrumento, saber cómo hay algunas historias que nos recorren a todos aunque sin saber cuál es la parte de cada uno. Quería contar cómo podemos responder a este momento de malestar que vivimos y cómo nos relacionamos con él y no desde una voz, porque normalmente asistimos a cómo cada uno capitaliza su propio malestar. Aquí se pone más el foco en qué hará cada uno con su privilegio y respecto a la opresión de otras personas.

-¿La gran paradoja de nuestro tiempo es que exista ese malestar general cuando se nos vende a todas horas el bienestar: del digestivo al psicológico o al de la gestión de un crédito?

-Es que ese bienestar parte de una falsedad, la de que podemos estar bien mientras los demás están mal. Si uno piensa en su familia se entiende perfectamente: es difícil estar bien si tus hijos no lo están, da igual que vayas a un spa o a yoga. Y en espacios sociales más amplios funciona igual, lo que nos está haciendo sentir fatal es el malestar de muchos y muy lejanos que sin embargo están relacionados con nosotros. El fantasma del bienestar del que todo el mundo habla y nadie siente es el que quería tratar también, y para ello quería ver cómo en ese coro unas voces se alumbran y se apoyan en otras, cómo se relacionan y cuál puede ser la respuesta intima, qué vendría después del intento de escuchar a otros. Intentamos responder a nuestro malestar escuchándonos mucho y poco a los demás, cada vez menos. En ese sentido creo que la literatura puede aportar esa capacidad de escucha y diálogo para hacer el mundo un poco más grande desde ahí.

-Aludía a qué hacer con el privilegio que cada uno tiene. ¿En la medida que nos toca, todos somos responsables de la desigualdad?

-Durante mucho tiempo nos hemos dicho que la conquista de la igualdad debe venir de quien no la tiene, que es quizá quien menos posibilidades cuenta para afrontar esa lucha, pero justamente la desigualdad esta llegando a niveles tan altos que está provocando un gran malestar entre quienes tienen un privilegio. Esto es un escenario nuevo, y creo que merece la pena atender a un nuevo debate y a unas nuevas heridas. Qué hacemos cuando el privilegio se esta mostrando completamente inútil. Es una forma de mirar también ahí y de dialogar con eso que somos y con todo eso que decidimos no ver. La literatura, es el caso de estos cuentos, permite ver cosas que tenemos delante y son invisibles para nosotros.

-¿La escritura sigue teniendo capacidad de generar debate en asuntos que nos tocan tan directamente?

-Más que para generar debate, que para eso creo que hay otros formatos más adecuados, para mí la literatura es un territorio de búsqueda íntima. Y yo leo para eso, no tanto para posicionarme como para cuestionarme. Y también escribo desde ahí. Por supuesto que creo que si los protagonistas de los debates importantes se cuestionaran y leyeran literatura nos iría mucho mejor, pero no es ella por sí misma la que vaya a dar una respuesta, sino que asume el riesgo de hacernos preguntas incómodas. Es incómodo y a la vez sanador. El problema ya no es cambiar el mundo, sino poder tratar con él. Empezamos a sentir que no podemos porque nos supera la realidad, y la literatura nos permite tratar con lo que nos pasa, ver el paisaje, que no es poco, porque muchas zonas están oscurecidas o silenciadas. Esa literatura es la que a mi me interpela, porque estamos teniendo problemas serios para tratar con el mundo.

-En ese sentido, además de la escucha de las distintas voces a la que se refería antes, hay un esmero especial en construir el lenguaje en que se expresa cada una de ellas.

-Ese esfuerzo me parecía fundamental, que hubiese un trabajo importante de escucha a la oralidad del cuerpo, más allá del lenguaje escrito. Tenemos una especie de gramática de ChatGpt de la que la literatura debe desconfiar y es que el lenguaje es la herramienta más eficaz que conocemos para borrar cuerpos. El lenguaje de los adolescentes no se reproduce porque la nuestra es una sociedad absolutamente adultocentrista. Tampoco el de las personas mayores, que están también borradas. Cuando las mujeres nos hemos empezado a hacer presentes ha empezado a brotar el lenguaje que nos nombra. Hay muchos cuerpos que aún no están presentes, que siguen borrados, por eso la literatura debe combatir siempre el lenguaje ChatGpt.

-La disposición de los relatos parece igual de planificada. ¿Cómo eligió el orden en que aparecen?

-Un libro de cuentos es siempre una colección de secretos y así se afronta cada uno de ellos, y lo que no se dice en un relato es absolutamente sustancial, al menos en los míos. La magia de un libro de cuentos es que cuando terminas, además de esa colección de secretos, contenía uno mayor, y para que sea revelado el orden sí importa. Pueden leerse por separado y cada cuento se basta a sí mismo, pero la magia del libro es que al terminar, has escuchado el violín, el piano, las voces y al final de pronto aparece la melodía, algo que no estaba y que el lector buscaba. A mí me gusta mucho ese secreto final que quizá no se desvela a todos los lectores, pero el orden lo que hace es ayudar a que se llegue a él.

-Su faceta de articulista ¿la ayuda a mantener la antena alerta a la actualidad?

-No estoy segura de si es una buena relación, yo diría que no. La literatura y la actualidad no se llevan bien y no se deben llevar bien. A mí, esa relación tan estrecha con la actualidad que tengo a través del columnismo, lo que me permite es dejarla de lado en mis libros. Y probablemente no todo lo que yo quisiera. He encontrado ahí ese otro espacio para tratar con lo urgente que hago cada semana y que para mí es otra cosa. Eso no quiere decir que el escritor a veces no sea una especie de zahorí que detecta hallazgos en la realidad.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcomercio «La desigualdad ha llegado a niveles tan altos que provoca malestar entre quienes tienen privilegios»