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J. L. GONZÁLEZ
Viernes, 15 de febrero 2019, 00:18
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Cuando el cine español inició su viaje de ida a Hollywood, Gil Parrondo (Luarca, 1921-Madrid, 2016) ya estaba de vuelta. Porque, en los años en los que José Luis Garci se hizo con el primer Oscar para un director español, este luarqués que, a pesar de haber dejado su tierra con ocho años quiso ser enterrado en su localidad natal, ya tenía dos en su despacho y un tercero que se quedó en nominación. Director artístico y decorador, una exposición titulada 'Gil Parrondo. 75 años de dirección artística' recuperará en marzo su lado más íntimo, mostrando objetos personales, dibujos, fotografías, cuadernos de viaje, páginas de diarios y fotogramas de algunas de las decenas de clásicos del cine que llevan su nombre en los créditos.
Será en la iglesia de la Laboral, en Gijón, un espacio majestuoso en el que se mostrarán algunas de las herramientas de trabajo de un creador que se llevó dos estatuillas de Hollywood en 1970 y 1971 por su trabajo de dirección artística en 'Patton' y 'Nicolás y Alejandra'. Los visitantes que se acerquen a esta exposición podrán ver de cerca uno de estos dos trofeos, máxima expresión de las cotas que alcanzó la carrera de Parrondo. Junto a él, dos de los cuatro Premios Goya que se llevó por trabajos junto a José Luis Garci.
La muestra está comisariada por dos personas de su círculo más íntimo: su hija Ima Parrondo y Óscar Sempere, colaborador, amigo personal del artista y gran conocedor de su trabajo. Hijo Predilecto de Valdés desde 1994, Medalla de Plata de Asturias en 2003 y Medalla de Oro de las Bellas Artes en 1983, se ocupó de crear la atmósfera de más de 230 películas y trabajó con nombres tan ilustres del cine como los de Orson Welles, Robert Rossen, Anthony Mann, Stanley Kubrick, Richard Lester, John Huston, Ava Gardner y Charlton Heston.
Esta exposición en la iglesia de la Laboral se convertirá en una buena forma de recorrer la historia de los últimos 75 años de la historia del cine y de conocer los planteamientos estéticos de un creador que brilló con intensidad durante décadas fuera del foco de las cámaras.
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