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M. F. ANTUÑA
GIJÓN.
Jueves, 30 de mayo 2019, 00:23
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Son tres monólogos intensos, cargados de contenido, de vivencias de hoy, de rabiosa actualidad y con una escena final coral. 'Camino del aserradero (Espacio de un hikikomori)', el montaje del que es autor y director el gijonés Marco Magoa, vivió ayer su estreno en castellano sobre las tablas del Teatro Jovellanos.
La soledad está en el transfondo de una historia que rebosa y derrocha violencia, pero también mucha poesía. No es en absoluto complaciente un montaje que sitúa en todo momento sobre el escenario al actor de origen japonés Kunihito Tomita González, en el rol del hikikomori, uno de esos personajes japoneses que eligen vivir en el aislamiento extremo, que solo conectan con el mundo a través de la tecnología. Él es todos nosotros, él es esta sociedad convertida en un gran hermano que todo lo observa desde la pantalla, él nos representa mirando desde el plasma este mundo incierto y confuso.
Y él también es quien escucha, quien atiende a las palabras que van saliendo a la luz a través de los monólogos. El primero de ellos lo protagoniza el propio Marco Magoa, convertido en Nadie. Se adentra en la violencia género, en la cobardía de quien mata para vengar un abandono. Ruth Salas toma la palabra a continuación transformada en una chica que convence a su novio para que se suicide. Están basadas sus palabras en un hecho real ocurrido en EE UU que acabó con la mujer en la cárcel. El actor inglés Maxwell Chartey es quien habla en último lugar. Él emplea el inglés y sus palabras son traducidas al castellano a través de proyecciones. También tiene su inspiración real lo que 'David, el nuevo profeta' narra. El caso de un terrorista joven que intentó poner una bomba en el metro es el origen de un rol que habla de lobos solitarios y de todo lo que está tras ellos, los males que les han llevado hasta un lugar tan brutal. Hay una última escena coral en la que toman parte tres actores de la Escuela Superior de Arte Dramático de Gijón: Ici Díaz, Almudena Fernández y Pablo Ramón. Ellos se convierten en granjeros para afrontar un final en el que el hikikomori sale de su aislamiento, de la suerte de casa de té desde la que va observando todo lo que acontece.
Es relevante el contenido, con la pederastia también presente entre las temáticas, pero lo es igualmente el continente, la forma en la que se cuenta, con una importancia crucial para la escenografía y el vestuario, que incluye una coleccion de kimonos japoneses de época, y la música, obra de un joven compositor jordano que Magoa conoció en uno de sus proyectos en el país hachemí.
'Camino del aserradero' se pudo ver ya en inglés en versiones reducidas en Nueva York y Londres, y en la definitiva en la Universidad de Idaho. Llega ahora a España con el objetivo de que pueda tener un recorrido más amplio. Ayer se llevó una buena ovación de los 200 espectadores que acudieron a la representación.
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