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pablo antón marín estrada
Viernes, 11 de enero 2019
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En uno de los relatos más célebres de Raymond Carver el protagonista intenta describir una catedral a un ciego. Algo similar ocurre cuando pretendemos relatar lo que hemos visto y percibido de un espectáculo de baile flamenco con la calidad del que ayer llevó a las tablas del Teatro Jovellanos Sara Baras y su compañía bajo el título de 'Sombras'. Dos décadas con la empresa artística que lleva su nombre y miles de espectadores del mundo entero deslumbrados ante el arte de la artista gaditana están detrás de esta maravillosa fiesta de los sentidos en la que celebra esos veinte años de trabajo en equipo con bailaores y músicos siempre a la altura de su patrona.
¿Podría disfrutar una persona privada de la vista de una función cómo la que se ofrece en 'Sombras'? No nos cabe ninguna duda de que la arquitectura sonora en la que se sustenta esta catedral y también la pasión –indisoluble de la técnica- con la que la levantan Baras y su cuadro, conseguiría transmitir la emoción y la belleza necesarias para gozar de estas casi dos horas de pura magia viva sobre el escenario. Se perdería lo mejor, naturalmente. El juego milimétrico en el que se funden coreografía y música, amparados en la complicidad de la iluminación y los elementos escenográficos –obra del garabatista sevillano Andrés Mérida-, la verdad hecha carne en la expresión corporal de los bailarines y subrayada en la trama de taconeos. Toda la fascinación que es capaz de despertar una creación artística que solo cobra vida en el momento que sucede, en el directo.
Además de un viaje a esos veinte años emocionando en buena compañía, el espectáculo rinde homenaje a la Farruca, un palo que siempre ha acompañado a la gaditana y que aquí sirve de alguna manera como hilo conductor a las diversas coreografías. Como curiosidad, la Farruca, al parecer tiene sus orígenes muy cerca de estos pagos, se inspira en ritmos que gallegos y asturianos llevaron al sur (sones de ida y vuelta como el garrotín o la xirandilla). Desde comienzos del siglo pasado la cultivaron baiaores como El Gato y guitarristas como Ramón Montoya, lo seguirían haciendo maestros como Antonio Gades o Paco de Lucía. Sara Baras le insufla su fértil energía en el XXI, al lado de su repertorio de bulerías, seguidiyas y alegrías. Y al toque y al cante tradicionales, la diva flamenca ha querido arroparlos de nuevos aires con raíces dispersas por otras culturas del mundo de la mano de compositores como Ara Malikian, Keko Baldomero o el saxofonista Tim Ries. Como se dice en Asturias: todo junto, gloria.
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