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El historiador Enrique Moradiellos. ALEX PIÑA
«Ni siquiera con el cataclismo catalán veo posible otra Guerra Civil, pero es peligroso»

«Ni siquiera con el cataclismo catalán veo posible otra Guerra Civil, pero es peligroso»

El catedrático ovetense Enrique Moradiellos se alza con el Premio Nacional de Historia de este año | «La modificación unilateral de una frontera por la violencia es una enorme irresponsabilidad»

A. VILLACORTA

GIJÓN.

Viernes, 3 de noviembre 2017, 02:46

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«Qué alegría que me llame un periódico asturiano. Estoy abrumado y alucinado porque desde primera hora de la tarde no hago otra cosa que estar pegado al teléfono. Para un historiador es un honor, un placer, una felicidad y una sorpresa gratísima que los colegas le reconozcan. Así de exultante recibió ayer Enrique Moradiellos (Oviedo, 1961) el Premio Nacional de Historia de España correspondiente a 2017 por su obra 'Historia mínima de la Guerra Civil española'. Una obra en la que, en menos de 300 páginas, el investigador asturiano logra responder a los principales interrogantes sobre la contienda fratricida que desencadenó el golpe de Estado encabezado el 18 de julio de 1936 por Francisco Franco.

El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura realizó un trabajo hercúleo para sintetizar en 50.000 palabras lo que ocurrió en 987 días. Y, además, según el jurado del premio, que concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y que está dotado con 20.000 euros que servirán para «pagar hipotecas y la universidad de la niña», entre otras cosas, lo hizo con «ecuanimidad». No en vano, es un firme defensor de que «la Historia no puede ser propagandista y la historiografía de la Guerra Civil no puede ser prorrepublicana ni profranquista. Hay que educar a la gente en la complejidad».

Con esa misma filosofía, explicó ayer que la contienda, «al igual que otras guerras, no fue una gesta heroica ni una locura trágica», sino «un fenómeno que se va labrando poco a poco en una sociedad, resultado de quiebras en la convivencia cívica de los españoles de distinto pelaje, hasta llegar a cruzar el umbral y pensar 'o mato o me matan'».

Pero «ni siquiera con el cataclismo de Cataluña» ve posible que haya otra Guerra Civil hoy. En primer lugar, porque aquella «fue una contienda española. Se combatió en Asturias lo mismo que en Badajoz, mientras que la división en Cataluña es el cisma de la sociedad catalana. Ese es el problema. Yo no veo grupos proindependetistas en el resto del país dispuestos a tomar las armas. Aún así, esa fractura de la convivencia es peligrosa, porque hay violencia de muchos tipos». Y, en segundo lugar, no la habrá porque estamos curados de espanto: «La cuota de sangre derramada hace años nos vacunó contra los extremismos. La cultura política española es muy pacifista. Somos uno de los países más reacios a aplicar la violencia porque hemos aprendido que, cuando se abren sus espitas, lo que sale es algo tremendo».

E, incluso con «síntomas preocupantes», entiende que tanto la reacción de los poderes públicos como de la sociedad ha sido la correcta: «Estoy bastante tranquilo porque, en vez de un sentimiento xenófobo hacia lo catalán, la sociedad se ha dado cuenta de que es una desgracia que haya una situación así. El resto del país contempla entre estupefacto, asombrado y atemorizado lo que pasa», aseveró tras apostar por «dar la palabra» a la sociedad catalana: «Hay que votar con garantías, con todos los criterios de una elección democrática libre».

En el fallo, se habla también del «llamamiento a la concordia» que supone esta obra de Moradiellos y ese es también -dice- el espíritu de la UE: «En la Unión Europa lo ven claro. La modificación unilateral de una frontera por la violencia en cuanto que no está negociada ni es fruto de un acuerdo es una enorme irresponsabilidad porque abre la caja de Pandora de la rectificación de unas fronteras que están talladas con sangre». Y vas más allá: «La UE es un antídoto contra la guerra. Levantar fronteras es abrir la puerta a desmontar todo lo que tenemos. Si ya es difícil funcionar con 27 Estados y estamos intentando simplificar, no te digo nada con 98. Es imposible. Y no hay ningún Estado de Europa que no tenga potencialmente tendencias centrífugas».

Así que el hecho de que algunos hablen de un Gobierno catalán en el exilio le parece «una boutade»: «¿Un exilio dentro de Europa? ¿De verdad?». Lo mismo que califica de «solemne tontería que Carles Puigdemont diga en Bélgica que España no ofrece garantías políticas». Y de «ridículo» que se hable de instituciones en manos de los herederos del franquismo: «Pero si probablemente sufrieron más el franquismo que tú, que eres un joven imberbe y que has nacido en democracia. ¿Y dónde están las palizas que te daban que perdías el hígado saliendo de declarar del Tribunal de Orden Público? ¿De verdad que ha aparecido Oriol Junqueras sin dientes y quizá con un ojo fuera?».

Visto lo visto, asegura el historiador asturiano, la aplicación del artículo 155 resultaba «obligada, ya que había riesgo de secesión» y toda vez que la alternativa «era la quiebra del Estado y que empezase la ley de la selva, mucho dolor y mucha sangre, abrir la puerta a algo peligrosísimo».

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