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El sociólogo cubano Alejandro Portes, durante su visita a Gijón en 2016. JOAQUÍN PAÑEDA
El sociólogo de la integración

El sociólogo de la integración

Alejandro Portes tiene una carrera guiada por la búsqueda de las claves de la inclusión | Miembro de la corriente de la nueva sociología económica, acuñó conceptos propios. Repasamos algunos de ellos

JOSÉ L. GONZÁLEZ

GIJÓN.

Domingo, 2 de junio 2019, 08:19

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Cincuenta años dan para mucho. Ese es el tiempo que el Premio Princesa de Ciencias Sociales 2019, Alejandro Portes, lleva publicando estudios de diversa índole en los que ha llegado a acuñar conceptos propios que se han convertido en referentes en un campo, el de la sociología, en el que, hoy por hoy, es uno de sus máximos exponentes. Recorremos de la mano del profesor de Sociología de la Universidad de Oviedo y colaborador de este periódico Ángel Alonso, uno de los responsables de que Portes estuviese en 2016 en Gijón en el Congreso Español de Sociología, algunos de ellos para tratar de acercarnos a su trabajo intelectual.

Asimilación segmentada, un concepto revolucionario

Si hay un concepto por el que Alejandro Portes sea conocido es el de asimilación segmentada. En el año 1992 comenzó un trabajo en EE UU titulado 'Estudio longitudinal de hijos de inmigrantes' en el que trataba de analizar cómo se desarrollaba la integración de la prole de aquellos que llegaron al país procedentes de otros estados con la intención de asentarse. Se entrevistó con más de 5.000 jóvenes para desarrollar una investigación que incluía un factor clave: no era un retrato estático, sino dinámico. A los primeros encuentros siguieron otros, realizados años después, en los que intentaba verificar si se habían cumplido las expectativas de los jóvenes y si había cambiado la percepción que tenían sobre diferentes cuestiones. «El objetivo era saber si había una asimilación ascendente, en el sentido de progreso social, o descendente, y por qué», explica Ángel Alonso.

El estudio sirvió para extraer interesantes conclusiones. «Descubrió que el nivel de estudio de los padres y estatus legal era lo que más influía en el desarrollo y la integración de las segundas generaciones. Los que tienen más formación y papeles de residencia ascienden. En el caso contrario, descienden. Es la pobreza y las aspiraciones lo que influye en la integración. Con menos aspiraciones, proyectan en el futuro sus problemas del pasado».

Además de las conclusiones, el estudio supuso otro hito: por primera vez se aplicaba a este campo el análisis longitudinal, la técnica por la que se verifican los datos a lo largo de varios años. «Nadie antes que él había hecho un panel con miles de respuestas de inmigrantes durante años, con entrevistas para saber si tiempo después de las primeras se habían cumplido las expectativas de los jóvenes».

Estas conclusiones le sirvieron además para relacionarlas con los sucesos ocurridos en los suburbios de París durante el año 2005. «Lo relaciona también con lo ocurrido en otros momentos en Gran Bretaña. Las limitaciones de estos grupos se tradujeron en rabia y violencia».

Las diferencias con el caso español

En el año 2007, Alejandro Portes traslada a España el estudio y la metodología que había desarrollado en EE UU. Entrevista a más de 5.000 hijos de inmigrantes asentados en Madrid y Barcelona y repite el proceso cinco años después, para llegar a dibujar una realidad bien distinta de la norteamericana. «Hay dos aspectos fundamentales: no se percibe rechazo a España y hay posibilidades de movilidad ascendente», explica Ángel Alonso. La razón, según expone el sociólogo, hay que buscarla en las regularizaciones de inmigrantes que se desarrollaron en los años anteriores «y que tanta polémica suscitaron». España, tradicionalmente, no era un país receptor. La llegada de miles de personas sin permiso de residencia cogió por sorpresa a un Estado que no sabía cómo hacer frente al problema y que optó por regularizar la situación de estas personas en diferentes momentos. «En ese momento, no podías incidir en la formación de los padres, pero sí en su situación legal, y eso permitió reducir la asimilación descendente. Es un modelo que se contrapone al de asimilación forzosa de otros países, que dificultó la integración de las segundas generaciones». Otra de las conclusiones llamativas de este estudio es la que se refiere al rechazo, una sensación que solo un 5% de los encuestados afirma haber sentido. «Pero no era por una cuestión de raza, sino por otras idiosincráticas como la estatura o las características físicas. No estaban directamente relacionadas con la raza o la nacionalidad».

Enclave étnico, el apoyo de los compatriotas

Alejandro Portes acuñó otro concepto durante su carrera, el de enclave étnico, que supone otra de las patas sobre las que se asienta su trabajo. En su análisis de la emigración cubana a EE UU, descubrió que la red de apoyo de aquellos compatriotas que ya estaban asentados en el país de acogida les servía a los recién llegados para progresar mucho mejor que quienes tenían otras nacionalidades. El propio Portes explica en una entrevista que hasta que él realizó este estudio en los años 70 «todos los inmigrantes latinos eran vistos casi como iguales». En 1980, inició el examen de la integración de la ola de cubanos que llegaron entonces a EE UU. A efectos comparativos, incluyó una muestra de haitianos. Detectaron entre algunos cubanos índices severos de enfermedad mental, más altos que los hallados entre los haitianos, pero fueron los primeros quienes encontraron un tratamiento efectivo con mayor facilidad. «El éxito de los cubanos en la búsqueda de ayuda estuvo muy influenciado por el enclave consolidado creado por sus compatriotas, que puso a su disposición muchos recursos institucionales a los que los haitianos que llegaron al mismo tiempo no tenían acceso», explica Portes. «Esta teoría no es trasladable a España, donde no hay este tipo de enclaves. Nuestra experiencia con la inmigración es mucho más reciente y todavía no asistimos a la creación de esos enclaves», matiza Ángel Alonso.

En el carro de la nueva sociología económica

Aunque es conocido por sus trabajos sobre migraciones, Alejandro Portes ha trabajado en otros ámbitos y ha sido uno de los abanderados de una teoría, la de la nueva sociología económica, que comenzó a despuntar en los años 60. «En sociología, las explicaciones económicas fueron relegadas hasta esa época. Él se incorpora pronto a esta corriente, que empieza a tener una visión más global de los problemas que afectan a una región. Un ejemplo es el análisis del impacto que tiene la tecnología sobre una realidad económica concreta. Consiguió acercar la sociología a la economía porque los problemas económicos tienen una base social», explica Ángel Alonso.

Bajo este prisma, Portes se embarcó en estudios basados en la búsqueda de soluciones sobre aprendizajes mutuos, en ver qué han hecho otras sociedades para solucionar ciertos problemas y cómo esos procesos pueden ser aplicados en un territorio diferente. «Se trata de adaptar esas prácticas a una realidad local teniendo en cuenta la visión internacional y también la multidimensional, analizando empleo, cultura, tecnología...», explica Ángel Alonso. Esta forma de trabajo le llevó a investigar en varios países de Latinoamérica, siempre en cuestiones relacionadas con el desarrollo y la integración.

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