La solidaridad de un fotógrafo asturiano con las víctimas de la DANA: «Es necesario recuperar la memoria»
El prestigioso fotógrafo José Ferrero colabora en uno de los laboratorios de campaña de la Universidad de Valencia para recuperar las imágenes de los afectos por la dana
Sus imágenes viajaron hace poco a Shanghái de la mano del Principado de Asturias para mostrar el arte asturiano en la urbe china y dos exposiciones –en el Evaristo Valle y la sala de la antigua Rula– muestran estos días su arte con la cámara en Gijón. Pero José Ferrero, uno de los grandes nombres de la fotografía asturiana, ha dejado las últimas semanas de lado toda la poética de la imagen para volcarse en su valor absolutamente emotivo y sentimental, en su capacidad para construir los relatos de toda una vida. Vive el artista a caballo entre Asturias y Valencia. La dana le pilló en este norte y su residencia al norte de Valencia no se vio afectada por las riadas de la DANA, de modo que solo quedaba ponerse manos a la obra de vuelta a orillas del Turia. Y como lo suyo es la fotografía, se presentó como voluntario para colaborar en el ingente proyecto 'Salvem les fotos', que afrontan la Universidad de Valencia, la Universidad Politécnica de Valencia, el GEIIC, L'Etno , La Nau y el Museo Comarcal de l'Horta Sud para recuperar esas imágenes que el barro ha borrado, para rescatar los recuerdos visuales de todas esas víctimas de la tragedia. Hay cuatro laboratorios de campaña en las zonas afectadas, Utiel, Argemesí, Alfafar y Torrent, y es este último en el que trabaja como voluntario Ferrero. «Lo que hacemos es recepcionar las fotos, quitarles los elementos que más humedad generan, en los álbumes, las tapas, eliminar el barro y secarlas. Están llegando miles», detalla, y explica que todas se intentarán salvar después de esta primera cura, aunque no es fácil. «La fotografía no se puede restaurar, se puede limpiar y conservar y si hay una rota a la mitad la puedes juntar», señala. Sí juega a favor la digitalización a la hora de ayudar a reparar esas heridas profundas que sufren los afectados. «Es una idea magnífica, igual que se lleva a cabo la recuperación de las carreteras, de las casas, de las infraestructuras, es necesario recuperar la memoria», explica.
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No es sencilla la faena en el plano técnico ni en el emocional. «Se te pone la carne de gallina». Y es así porque cada persona que lleva sus fotos al laboratorio de campaña llega con su propia historia detrás: «Un porcentaje alto de la gente que llega llora, y te cuenta 'esta es la única foto que me queda de mi padre', te cuentan cómo pasó, cómo lo vieron venir... Es terrible», narra Ferrero. «Ves el dolor», concluye, y habla de cómo ahora es cuando más imágenes comienzan a aparecer, porque hasta este momento la pura superviencia era la prioridad. «Llegan y uno vive con su padre, otro con no sé quién, están tratando de recomponer la casa y a las fotos les han dedicado tiempo cuando han podido porque han estado buscando a familiares o tratando de recuperar lo mínimo básico».
Esas imágenes están tan dañadas como sus propietarios y llegan en paquetes en los que hay de todo un poco: «Una entrada para Mestalla, facturas, recuerdos de viaje, los álbumes de una comunión y hasta ecografías dedicadas.... Es toda una vida, esto sirve para darte cuenta de lo que valen las imágenes», señala.
El alma se instala en los suelos observando cómo todo lo digital se ha perdido con los ordenadores o cómo no se puede recuperar prácticamente ningún negativo para volver a desvelar imágenes nuevas: «De cincuenta se salva uno», dice Ferrero, que cuenta cómo llevan más de un mes bajo el agua y el fango y es por lo tanto muy complicado recuperarlos. Al final, son las imágenes en papel las que tienen más posibilidades de resurgir para recomponer ese pasado feliz sobre el que alguien un buen día disparó.
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