«La guerra del Rif fue triste y casposa»
El sábado se sube a las tablas del Jovellanos 'Rif (De piojos y gas mostaza)', de Laila Ripoll y Mariano Llorente
Es puro teatro. Y tiene música y humor. Pero retrata un drama ocurrido un siglo atrás clave en la historia de nuestro país y en ... cierta forma olvidado. 'RIF (De piojos y gas mostaza)' llega el sábado al Teatro Jovellanos con el ánimo de no dejar a nadie indiferente. Mariano Llorente, que ejerce como actor, y Laila Ripoll, que también dirige, firman esta dramaturgia que recrea la dolorosa guerra del Rif. En el escenario, para dar vida a esta producción del Centro Dramático Nacional, Micomicón y A Priori, Arantxa Aranguren, Néstor Ballesteros, Juanjo Cucalón, Ibnou Goush, Carlos Jiménez-Alfar, Sara Sánchez y Jorge Varandela junto a Llorente.
El por qué de este viaje al Marruecos colonial español es fácil de entender: «Después de 'El triángulo azul', que hablaba de los deportados españoles en Mauthausen, vino 'Donde el bosque se espesa', en la que conectábamos la II Guerra Mundial con los Balcanes, teníamos que irnos hacia atrás y preguntarnos de dónde vienen muchas cosas», introduce Mariano Llorente, que relata cómo la campaña del Rif se desarrolló entre 1909 y 1927 y allí se dejaron la vida 25.000 soldados y oficiales españoles. Fue -revela- «un despilfarro de vidas humanas y económico descomunal para un país que estaba muy por detrás de sus vecinos y que quiso satisfacer los anhelos de un imperio de Alfonso XIII», relata. Quería España sentirse potencia europea cuando el resto de países se repartían África y le tocó lidiar con un territorio incultivable, baldío y rebelde. Fue un desastre terrible que conduce a la dictadura de Primo de Rivera, la huida de Alfonso XIII, la II República y termina con el levantamiento militar, la guerra civil y cuarenta años de dictadura. Aquellos militares que se habían curtido y gestado en el africanismo estaban allí. Y no lo recordamos: «Nos hemos olvidado porque el desastre de Annual no era algo para recordar, es la página más vergonzosa de la historia militar, allí murieron miles de soldados españoles, pero es que además jamás debemos perder de vista que en esos años se forma la legión de regulares, que fueron los moros de Franco, los indígenas que pasaron a formar parte del ejército español».
De todo esto habla la obra. Y no parece fácil llevarlo a las tablas, darle teatralidad. «Nosotros no somos ni historiadores, ni documentalistas, pero nos hemos informado mucho y bien y lo hemos llevado a aquel mundo de la plaza de Melilla, que era fascinante, y hemos mezclado el café cantante, la fiesta, la fortificación, la posición, el barranco, el miedo, los francotiradores rifeños», relata el actor y cocreador, que subraya la importancia de aliviar y contar la tragedia con música y humor corrosivo.
Porque hasta de la guerra se puede extraer humor, aunque no de las actuales. «Yo no sé si me atrevería con la de Kiev, es muy difícil hablar de las cosas en el momento», señala. Es la de hoy más sofisticada que la de ayer: «La del Rif fue una guerra triste y casposa, barata, indefendible». Sucede que ahora que la televisión nos lleva a diario al campo de batalla, la mirada es otra: «Para nosotros hay algunos momentos que adquieren un sentido diferente en la obra».
Puede que al público le suceda lo mismo. Pero, en cualquier caso, la obra tiene mucho de descubrimiento para quien ocupa su butaca. «Es muy difícil hablar del público como si fuese un algo homogéneo, pero el espectáculo se presencia con mucha atención, con mucho silencio, hay sorpresas en la puesta en escena, en cómo vamos contando, hay un trabajo de vídeo importante, salen Alfonso XIII, Dámaso Berenguer, Franco», avanza. Pero cada espectador es un mundo. Y cada plaza, una sorpresa también para los propios actores. En unos lugares ríen y disfrutan más y en otros menos. «Es un espectáculo distinto, diferente, con sorpresas», concluye.
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